![Pasajeros saliendo este martes de la estación de FEVE en Maliaño, uno de los puntos en los que se hace el cambio de estación.](https://s3.ppllstatics.com/eldiariomontanes/www/multimedia/2023/06/13/84564808.jpg)
Ver 8 fotos
Secciones
Servicios
Destacamos
Ver 8 fotos
Álvaro Machín
Santander
Miércoles, 14 de junio 2023, 02:00
«Hola, ¿le puedo ayudar?», pregunta una joven con peto amarillo que va casi persiguiendo a todo el que asoma con cara de despiste -que son casi todos- en la estación de tren de Santander. Por delante del edificio pasan tres señores. «La verdad es que no sé muy bien si tengo que ir en tren o en autobús». Y en la ventanilla, otro empleado de Renfe responde a una mujer que quiere comprar billetes. «¿Y la hora de salida es igual a la vuelta?». Allí mismo, junto a la puerta, hay tres buses de Alsa esperando. Nadie sube sin asegurarse. «¿Es el que va a Maliaño?», ¿es el de las tres menos diez?», «¿es el que ponen en vez del tren?»... No es raro que duden, que no se fíen. Preguntan a uno, confirman con otro. En fin de semana todo es en bus; entre semana en tren, pero no a todas las horas; el día 10 y 11 fue de una manera y a partir del 12 ha empezado a ser de otra (y habrá cambios algunos días); en Maliaño o en Muriedas hay que bajarse y cambiar de estación; puedes ir con destino a Arenas de Iguña y tener que coger (de entrada) el tren que va a Solares y luego cambiar... ¿Se aclaran? Seguro que es cosa de cogerle el tranquillo, de que el sistema esté más rodado y de acostumbrarse. Pero, a día de hoy, las obras de duplicación de vía -que son una buena noticia- que obligan a hacer transbordos hacen que cada pasajero del tren se sienta Ulises tratando de regresar a Ítaca. Vamos, la historia de la Odisea. Y va a ser así durante seis meses.
Para muestra, una historia. El relato de un matrimonio que el lunes bajó a Santander desde Santa Cruz de Iguña. Cogieron el tren por la mañana, se bajaron en Maliaño, les cogió un autobús y les llevó a la capital. Hasta ahí, bien. El problema vino después, al acabar sus recados y tratar de volver a casa. Cuentan que, cuando llegaron, el autobús que suplía al tren a esa hora ya había salido. Entonces les mandaron de una estación a otra para comprar los billetes que tocaban. Esperaron, tomaron un tren a Maliaño, se bajaron en la estación de la FEVE, fueron caminando bajo la lluvia a la otra estación, la de la RENFE de Muriedas («que no está lejos, pero jarreando...»), se apretujaron con otro buen puñado de pasajeros en la misma situación bajo una pequeña marquesina del apeadero para no calarse, les subieron al tren que les indicó una señorita con un peto amarillo, les bajaron porque ese tren no era y les volvieron a subir más tarde a otro (esta vez, el bueno) que, por fin, les llevó a casa. «Tres horas para llegar. Una película mientras llovía a todo llover. Fue como una excursión y un señor decía que nos sacáramos una foto para mandarla al periódico», contaba la mujer.
Este martes, pasadas las dos de la tarde, no es que hubiera colas, ni gritos, ni escándalos. Tampoco grandes aglomeraciones. Pero es innegable que todo el que llegaba a la estación de Santander lo hacía con una maleta de dudas. Situación: el tren de las 14.30 horas salía de la de ancho métrico (FEVE) y al llegar a Maliaño había que trasladarse a pie a la de Renfe (en Muriedas) para continuar viaje (Boo, Guarnizo, Parbayón...), pero el siguiente trayecto, el de las 14.50 horas, empezaba con un autobús en la puerta del edificio (de ahí a Maliaño, luego un tren...). «Me dicen que a una hora es un autobús, que a otra es un tren... Yo voy a Los Corrales y he estado preguntando porque es un follón. Me han indicado que es en este autobús, pero que depende de la gente que venga es uno o dos. Es un caos esto», comentaba con la risa resignada Verónica Guerra. «Ahora les informarán. Es que cada uno tiene paradas diferentes», se escuchaba entre el grupo, que empezaba a ser numeroso. «Yo -relataba Edurne Arregui, otra pasajera- vengo de Reinosa. Venía al dentista y no sabía nada de esto. Acabo de ver los horarios y sí que es un follón. Ahora vuelvo a Reinosa y tardaré en llegar, y antes la gente estaba muy cabreada cuando hemos hecho el cambio en Maliaño».
A la hora de informar (lo cierto es que el personal que andaba a esa hora allí y también al teléfono unos minutos antes trataba de ayudar con toda amabilidad), todos a una. El de la ventanilla, la chica del peto amarillo, los de Alsa y hasta el de seguridad, que decía para infundir ánimos que «mirando un poco, no es tan complicado». «¿Y dónde se marca?», le respondían varios viajeros con el billete en la mano.
¿Complicado? Pues bueno. Mientras el bus se marchaba a su hora, un hombre hablaba a gritos por teléfono. «¿Pero dónde estás? ¡Que se va! ¿Pero no le ves? ¡Está en la puerta!». El problema es que ella -al otro lado del teléfono- estaba en otra estación. La de autobuses.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.