Una oportunidad lejos de la calle
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Cuando perdió su trabajo y su casa buscó ayuda en el centro Princesa Letizia: «El único lugar donde confiaron en mí»Sigue su rutina con disciplina: madruga, hace las tareas del hogar, desayuna y sale a la calle. Entre semana va al centro a buscar trabajo. Los fines de semana, pasea tranquilo por la Maruca o La Magdalena. Su vida no tiene ahora nada que ver ... con la que tenía antes del accidente. Un accidente de tráfico que hace dos años se llevó por delante su trabajo como repartidor, su carné de conducir y su casa. Todo lo que tenía. Aquel día, como muchos otros, había bebido más de la cuenta. Y no culpa de lo ocurrido a nadie más que a sí mismo: «Sigo sintiendo impotencia y rabia, todo lo que me ha pasado me lo he buscado yo». Daniel (es un nombre ficticio) solo vio una mano amiga –más bien dos– cuando todo se vino abajo: las de las integradoras sociales Laura yLeticia, que desde el centro Princesa Letizia dependiente del Ayuntamiento de Santander le ayudaron a encauzar su camino a través del programa Vida independiente. «Cuando te pasa algo así, desaparecen los amigos», lamenta.
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Cuando perdió el trabajo hace dos años, pudo acceder a la renta social básica, pero con ella no podía asumir los costes de su vivienda de alquiler: «Son 500 euros y el piso costaba 400. Era imposible», relata. Se veía en la calle y por eso acudió al Princesa Letizia, donde se quedó un mes y se dio cuenta de que era más que un lugar donde dormir. El programa Vida independiente da la oportunidad de residir en un piso tutelado a aquellos usuarios que los Servicios Sociales municipales ven preparados para vivir por su cuenta. Y él cumplía el perfil. Allí supervisan su día a día, pero le dan libertad para organizarse. Y lo hace al pie de la letra. En el frigorífico tiene una pizarra con las tareas domésticas repartidas entre él y su compañera Maribel. La casa está impoluta a primera hora de la mañana y tiene la despensa preparada para afrontar la semana. En estos pisos pueden quedarse hasta seis meses y, a partir de ese momento, llega la hora de emanciparse del todo, aunque cuando se van pueden seguir en contacto con las integradoras para consultarles lo que necesiten.
Daniel ya está a punto de irse –le han prolongado la estancia por las fiestas de Navidad–. Lleva meses ahorrando y realiza trabajos esporádicos. Además, Laura y Leticia le están ayudando a buscar habitaciones en pisos compartidos. Aunque lamenta muchas de las decisiones que ha tomado a lo largo de su vida, está contento porque «lo puedo contar». «Pero el día se me hace largo, estoy deseando trabajar». Su experiencia es larga: ha sido repartidor, camarero, fontanero, albañil y hasta socorrista. Aunque aceptará cualquier empleo de buena gana, prefiere mantenerse lejos de los bares: «Ahora tengo pánico al alcohol». Pero no supone ninguna tentación para él: «Hace más de un año que solo tomo agua y no echo de menos ninguna bebida». Sus analíticas, como presume, le avalan: «Son perfectas».
Las desgracias se acumularon a partir de 2020. Con la pandemia dejó de trabajar, ya que era repartidor en establecimientos hosteleros. Entonces, ya tenía problemas con el alcohol: «Trabajo desde los 16 años en el sector y he estado 30 alcoholizado». Y cuando las restricciones se suavizaron y pudo volver a trabajar, tuvo el accidente. «A pesar de todo, me considero afortunado porque no tuve ninguna lesión que me haya dejado impedido. Lo puedo contar y ahora tengo una segunda oportunidad», agradece. Además de conseguir un empleo, su otra cuenta pendiente está en su vida personal: «Mi familia no confía todavía en mí y no me sorprende, porque les he fallado muchas veces. Espero demostrarles que puedo recuperarla».
El programa Vida independiente nació hace un década, pero hace apenas año y medio empezaron a poner a disposición de los usuarios los pisos tutelados, a modo de transición hacia una nueva vida. «Es un paso intermedio antes de vivir por su cuenta y les sirve para reforzar sus habilidades», explica la gerente de la Fundación de Servicios Sociales del Ayuntamiento, María Luisa Peón.
El éxito del programa ha sido reconocido por los premios solidarios de la ONCE, ya que de las once personas que ya han participado, cinco encontraron empleo durante su estancia, cuatro se mudaron a un alojamiento de alquiler y el resto se instalaron con familiares o amigos.
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