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Javier Cotera
LAS PALABRAS, ESOS ENSERES FASCINANTES

LAS PALABRAS, ESOS ENSERES FASCINANTES

Guillermo Balbona

Santander

Viernes, 7 de septiembre 2018, 07:15

Eras de esos que saben que los días se deslizan como si fueran líquidos. Y el periodismo al que, pese a todo y a muchos, siempre amaste, es la mejor forma de combatir la fugacidad. Soplabas. No me extraña, a ver quién aguanta esto: el bucle del poder, la mediocridad y la ordinaria costumbre de despreciar la cultura. Resistente al ozono de la estupidez, suspirabas en silencio por esa palabra justa y ajustada que provoca la mayor plenitud, la de creer haber hallado un lugar en el mundo. Soplabas. Periodista anfibio, lo mismo respirabas bajo las aguas turbulentas del hecho inesperado, que sobrevivías sobre la tierra acumulada de la crónica más insistente. Poeta, cantautor, escritor… José Ramón San Juan era un liquidador de policías del pensamiento que multaba la mentira y acudía sin límite de velocidad al diccionario de la vida. Periodista en extinción, es decir, culto y prudente, era sabio cuando la ignorancia es un límite y escéptico cuando el conocimiento devora la realidad. JRSJ era el Jacques Brel de la calle del Sol, uno de esos tipos como en los buenos western al que siempre deseas encontrarte: te dejará compartir su cantimplora, podrás escribir en su silencio y te prestará unas cuantas palabras para salir del paso.

Soplabas y fumabas y no siempre por ese orden. Antes de que supieran que periodista es gente que le dice a la gente lo que le pasa a la gente, tú ya sangrabas ese relato de las redacciones encendidas, del cierre que quema todas las horas y de los titulares que caben en el filo de la navaja de un día desesperado, que a menudo se postula como el último.

Porque sabías que no siempre es posible descifrar los eufemismos, desnudar las falacias y hallar el verbo con el que el conjugar el vuelo sutil de las cosas bien contadas. Fueron muchas las noches de hora bruja donde desenmascarar a algunos y desentrañar muchas otras obviedades. Más tarde, en el speakers corner del Rubicón nos dabas clases de mentiras escondidas a los rezagados y así poder luego jugar a contarnos la verdad.

Porque sabías que las cosas más gravemente pesadas apenas requieren atención y las ligeras y frágiles necesitan de exploradores dispuestos a indagar en lo oscuro.

El periodismo oficial y rampante nunca supo reconocer ni tu humor soterrado y lúcido ni tus reveladoras notas a pie de página. Bajo el caparazón de tu cielo protector las palabras, esos enseres fascinantes, se hacían útiles y necesarias, al cabo recobraban su condición: esa de ser nuestras únicas herramientas comunes para contarnos y contar la vida. 'Et/ n'avoir plus grand-chose/ à rever/mais ecouter son coeur/ qui danse/etre desesperé/ mais avec esperance' (Y ya no tener más sueños Pero escuchar a su corazón que baila estar desesperado Pero con elegancia) 'Avec élégance' de Jacques Brel.

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