![La pandemia «no ha afectado» ni el sistema inmunitario ni el aprendizaje de los bebés](https://s2.ppllstatics.com/eldiariomontanes/www/multimedia/202207/24/media/cortadas/bebes-k9gC-U1708049261417lE-1248x770@Diario%20Montanes.jpg)
![La pandemia «no ha afectado» ni el sistema inmunitario ni el aprendizaje de los bebés](https://s2.ppllstatics.com/eldiariomontanes/www/multimedia/202207/24/media/cortadas/bebes-k9gC-U1708049261417lE-1248x770@Diario%20Montanes.jpg)
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El término 'los niños de la pandemia' es algo generacional, un apelativo que se está construyendo a base de recopilar experiencias del confinamiento al que los más pequeños se vieron abocados, con el consiguiente efecto que esto puede haber tenido en su desarrollo cognitivo, físico ... y mental. Niños que temen besar a los abuelos, niños que temen quitarse la mascarilla, niños a los que les cuesta socializar, ¿es fruto de la pandemia, de la soledad forzosa y extraña, o es algo pasajero y coyuntural?Lo cierto es que la realidad que dejó el confinamiento, al menos desde la perspectiva de los niños más pequeños que pasaron cada hora del día durante casi tres meses piel con piel con sus padres, no es tan antipática.
Sin perder de vista que el confinamiento no afectó a todas las familias por igual, que las circunstancias laborales, los fallecimientos y las condiciones socioeconómicas hicieron aquel momento más o menos soportable, lo cierto es que «no tenemos que pensar que las capacidades cognitivas de los niños hayan variado de manera significativa porque no hay ningún indicador de que les haya afectado». Así lo afirma Amador Priede, psicólogo clínico de la Unidad de Salud Mental del Hospital de Laredo. «De cara al neurodesarrollo de los niños, a esas edades la parte de los vínculos es la más importante», dice, y en ese sentido la interacción de los niños se da con los familiares inmediatos, y aunque a veces se habla del posible efecto que han podido tener las mascarillas, lo cierto es que «es en el entorno familiar donde estaban sin ellas, así que la forma de interactuar con los niños y los padres no ha cambiado», explica el psicólogo. «Otra cosa es que los niños hubieran estado aislados socialmente por completo, o bien ese aislamiento se hubiera mantenido durante años y no hubieran tenido ningún otro estímulo; en tal caso, esa carencia se podría haber trasladado a un empobrecimiento en otras cuestiones, pero no creo que se haya dado el caso».
Lo que sí se está viendo son «ciertos indicios» de que aquellos niños que tienen necesidades educativas especiales, «al perder durante un tiempo toda la red de apoyos, ha podido afectar a retrasar aprendizajes que podían haber tenido antes», advierte el psicólogo del hospital de Laredo.
6.423niños nacieron en Cantabria desde el 15 de marzo de 2020, con el estado de alarma, hasta enero de 2022, cuando terminaron las restricciones.
En Cantabria, desde que empezó el estado de alarma el 15 de marzo de 2020 hasta enero de 2022, cuando se levantaron las restricciones, han nacido 6.423 niños. A todos ellos les ha afectado de «manera desigual» la pandemia, pero si hay algo incuestionable que advierten desde el ámbito sanitario es su efecto en la salud mental y en los índices de obesidad y sobrepeso en los jóvenes, dos indicadores sobre los que se ha puesto el foco de atención con cierto sentido de emergencia.
Salud mental, la gran alarma
«El cambio que ha habido en los niños y adolescentes a nivel de ansiedad y trastornos de conducta es tan enorme que ha colapsado las unidades de salud mental infantojuvenil de Cantabria», dice Alberto Bercedo, presidente de la Sociedad de Pediatría de Atención Primaria de Cantabria: «Hemos tenido un aumento de niños con TDH (trastornos de déficit de atención e hiperactividad) y además han necesitado más tratamiento que antes de la pandemia, hemos registrado unas cifras altísimas».
¿Y en los bebés? ¿Qué consecuencias ha tenido la pandemia? «No podemos achacar a la pandemia un efecto negativo para todos los niños porque en algunos su desarrollo ha ido más rápido», dice el pediatra: «Hemos visto los dos extremos, en aquellos niños que han estado más tiempo con sus padres, el desarrollo en muchos casos ha ido más deprisa a nivel de psicomotricidad y de lenguaje, pero también hemos visto otros niños en los que el desarrollo del lenguaje ha ido más lento», una diferencia que tiene que ver con las dificultades de partida de los menores y con la propia situación de las familias, explica. Entre las excepciones de los extremos, el resto de experiencias percibidas desde la visión más panorámica de Atención Primaria y desde la atención a la Salud Mental hospitalaria hablan de normalidad.
Nico Gutiérrez tenía siete meses cuando aquel 15 de marzo de 2020 se decretó el estado de alarma. Ahora, a punto de cumplir tres años, Nico es el ejemplo de cómo en las edades iniciales, el vínculo con los padres es lo prioritario para su desarrollo. «Para nosotros la experiencia fue superpositiva por la posibilidad de pasar mucho más tiempo con él de lo que hubiera sido posible en un contexto normal», dice Javier Gutiérrez, su padre. «Tuvimos suerte porque nos mandaron a trabajar a casa desde la primera semana, y aunque fue un poco agotador combinar el trabajo y la crianza, pasamos muchísimo más tiempo con el bebé».
Javier Gutiérrez
Padre de Nico, un niño de 3 años
¿Y el aislamiento, notan que haya tenido algún efecto en su hijo? «No hemos visto que el aprendizaje haya ido más rápido ni tampoco más lento», dice. Ahora bien, lo que sí notaron durante aquellos primeros meses en los que se volvió a la calle fue «mucha dependencia» del niño hacia ellos, «como si le costara socializar», explica su padre: «Le costó un poco abrirse a otras personas, entonces no iba al cole y pasó mucho tiempo en casa con nosotros y sin relacionarse con los primos o los abuelos por el cierre del municipio, sin estar con otros niños porque los parques estaban cerrados, así que cuando empezamos a salir, notamos esa dificultad». ¿Y se mantiene? «Para nada, ahora se junta con otros niños y juega con normalidad, y tanto los profesores del colegio como su pediatra ven su comportamiento y aprendizaje totalmente normal, no notamos ningún tipo de secuela».
El cambio, en realidad, está en las familias: «Notamos más diferencias en los padres que en los niños», dice Bercedo, vocal de la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria: «Todo está en relación con las experiencias vitales que han tenido las familias. Si han sufrido el fallecimiento de un abuelo o de alguien cercano, esas familias han quedado marcadas con una experiencia vital muy negativa y se manifiesta en más miedo, más consultas, más fobias, y es algo que transmiten a los niños. Por tanto, los niños que estamos viendo que todavía están obsesionados con la mascarilla y la distancia son un reflejo de las familias. De forma que en aquellas familias que hacen vida normal, los niños van hacia una situación prepandémica más normalizada, mientras que aquellas familias más obsesivas con la higiene y con evitar el contacto, vemos que los niños son mas miedosos, que tienen problemas de conducta y más ansiedad debido a esa educación que han recibido en la pandemia», dice el pediatra.
Priede, como psicólogo clínico del Hospital de Laredo, coincide en el papel de las familias, pero añade un matiz: «Hemos tenido muchos casos de niños con miedos al contagio porque se les ha transmitido que es una situación preocupante y a alguno le ha costado más adaptarse tras las restricciones. Ahora bien, en estos casos creo que había algo previo, una predisposición, porque aquellos niños que no son especialmente ansiosos no han tenido ningún problema».
Las defensas, a examen
Con el repunte de las enfermedades respiratorias, cabe preguntarse hasta qué punto los bebés que pasaron sus primeros meses encerrados y sin interacción con otros niños en parques o guarderías podía tener algún efecto en sus defensas. Pero es algo que los pediatras niegan: «El sistema inmunitario tiene que ir madurando a lo largo de la infancia e ir creando defensas frente a los diferentes virus a los que se acerca el niño, y eso antes o después va a pasar», dice Bercedo, «así que aquellos niños que han estado limitados en contacto social y escolar, ahora están teniendo contacto con los cuadros virales, es un aprendizaje viral», explica el médico, de ahí esa percepción de que 'cojan' más infecciones respiratorias que antes. «Aquellos niños lactantes que hasta ahora no habían ido al colegio, ahora se contagian con los virus a los que no habían estado expuestos, y esto es lo que estamos viendo a lo largo de 2022», dice. ¿Y tiene esta falta de exposición alguna repercusión en la forma de enfermarse?Para el pediatra, no: «Los contagios se están dando sin mayor agresividad y complicaciones con respecto a la prepandemia», admite Bercedo.
Alberto Bercedo
Pte. de la Sociedad de Pediatría de Atención Primaria
Amador Priede
Psicólogo clínico del Hospital de Laredo
Pero en lo relativo al comportamiento, la normalidad es la tónica, como dice Javier Gutiérrez: «En conversaciones con padres del colegio al que va nuestro hijo, y que están en la misma situación que nosotros porque han vivido la misma etapa por edad, todos coincidimos en que lo que más hemos notado es que el vínculo se ha hecho más fuerte y por tantoal principio les cuesta un poco más. Pero no hemos percibido nada más, y espero que a largo plazo tampoco notemos nada».
En 2020 nacieron en Cantabria 3.407 niños, una cifra que mantiene la tendencia ligeramente a la baja de nacimientos, según los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), ya que en 2019 fueron 3.457 y en 2018, 3.805 nacimientos. Sin embargo, ese 2020, cuando el 15 de marzo se decretó el estado de alarma como medida de choque ante la pandemia por covid, la demografía estaba aún por escribir su respuesta estadística al encierro. ¿Qué pasó nueve meses después de esos días de marzo, abril y mayo en los que vivimos encerrados? Que un año después, la natalidad se desplomó en Cantabria con 2.727 nacimientos, es decir, 680 menos que el año anterior.
Si bien la bajada de la natalidad es una constante que se mantiene desde años hasta el punto de invertir la pirámide demográfica, el escalón provocado por la pandemia se ve claramente acrecentado por los dos meses de confinamiento. Nueve meses después de marzo, la natalidad cayó en Cantabria con 238 nacimientos, sin embargo, la cifra más baja de nacimientos de la serie histórica se encuentra en enero de 2021, es decir, nueve meses después de abril –mes en el que el confinamiento fue más duro– con 223 nacimientos ese mes (frente a los 312 nacimientos de enero del 2020, los 340 de 2019 o los 310 de 2018).
Nueve meses después de aquel mes de mayo en el que comenzó la desescalada por fases y franjas de edad, cuando los primeros paseos daban pie a una realidad escalonada de convivencia, los datos recogidos por el INE revelan que la natalidad seguía resintiéndose: así, los nacidos en febrero de 2021 fueron262, la segunda cifra más baja de todo el año.
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