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A Óscar Negrete lo conoce en Cantabria cualquiera que se haya subido a una bici con cierto entusiasmo. Bombero, de Colindres, y uno de esos ... tipos que ya no sabe dónde meter tanta medalla en casa. Él, mejor que nadie (todo el día en la carretera), es un baremo. La bicicleta está en auge. Sí. «Y la pandemia ha sido un interruptor». Para los que salen a hacer piernas –«lo que llamamos globeros de toda la vida, se nota muchísimo que hay más»– e, incluso, como medio de transporte. «La gente que iba aquí a la fábrica en coche a trescientos metros ahora ves a muchos en bici, incluso gente mayor». No es una opinión aislada. a demanda en las tiendas es brutal –el problema es que no hay oferta, «hay escasez hasta de cadenas»–, algo que también se nota en las bicis eléctricas. «El covid ha servido para lanzar todo esto en la administración», dice Fidel Gómez, de Turybike. Más carriles, actividades programadas, primeros aparcamientos cubiertos...
La implantación del 'modelo bici', en general, gana terreno. «El uso habrá crecido un 30-40% en los últimos tres años y, sin duda, la pandemia lo ha aumentado. Hay un cambio, pero las Administraciones deben favorecer ese cambio y, aunque se están haciendo cosas, deben ir más deprisa», apunta Rafa Casuso, de Cantabria ConBici. Tres demandas: que en las ciudades los carriles no sean sólo para el ocio y exista una 'malla' que permita de verdad la movilidad, que se creen caminos escolares para acabar con «el modelo de los padres en el coche con los niños hasta la puerta» e, igualmente, caminos laborales. Y un dato: si hoy en día existen entre 200 y 300 kilómetros de vías destinadas a ciclistas en Cantabria, los planes prevén que en unos años se llegue a los 700.
«Ha habido gente que se quedó sin trabajo o estaba en ERTE y, al no tener otra cosa qué hacer, empezaron a salir. Muchos se han enganchado. Lo notas incluso en la competición. Carreras que ponen un tope de inscripción y mucha gente se queda fuera. Lo comentamos todos, la pila de gente que se está animando. Antes, por aquí por mi zona, salías a rodar, y te cruzabas con ocho o nueve. Ahora, con muchos grupos». Es el resumen que hace Negrete. Y no es difícil de comprobar. Cualquier conductor que circule un domingo por la mañana lo palpa. Bajar la velocidad, intermitente, separación y vuelta al carril propio. «Cuando salgo yo también lo noto», confirma Francisco Saiz, de La Picota Bike (Bezana). Él habla del mercado. De venta. De lo que ha pasado en el último año y medio. «Por un lado, la demanda de bicis se ha disparado. Pero, por otro, los almacenes de las fábricas están vacíos. No hay bicicletas para pedir».
Saiz, para hacerse una idea, recuerda aquello que se decía durante el confinamiento. Que todo el mundo quería un perro para poder salir de casa. «Pues con las bicis pasó lo mismo». «Cuando salimos del confinamiento, con aquello de las franjas y que podías salir a correr o a montar en bici, se notó muchísimo. Fue matemático. Se buscaba una bici para empezar a andar y hubo un repunte grande de la venta de gama baja, de entre 500 y 1.000 euros. De vender cinco al año a pedirte cinco al día. Y no había stock para eso». Ahí surgió el problema, que el abastecimiento empezó a fallar en la misma época. «En los modelos de gama alta te llama hasta gente de Cádiz a ver si tienes». Así se llegó al punto de que la demanda parece aún mayor por la falta de oferta. Los que no encuentran llaman a todas las puertas posibles.
«Es mucho más difícil tener una bronca con alguien y antes era el pan nuestro de cada día». Óscar Negrete habla de la relación ciclistas-conductores. «Se nota muchísimo que ha mejorado». Aunque sea, por desgracia, a base de noticias trágicas. «Hay ciclistas que hacen lo que les da la gana y conductores que todavía te pasan rozando, pero no tiene nada que ver con lo que era antes», destaca Negrete. Y algo parecido explican desde Cantabria ConBici. «Cualquiera lleva, según el momento, la gorra de conductor, de peatón o de ciclista. Todavía quedan muchos cafres, pero se va notando. Ni las bicis deben ir por una acera ni un conductor te tiene que chillar».
Él habla «de tres a seis meses» de retraso para cosas ya encargadas. Y para modelos agotados, nuevos pedidos, «un año y medio tranquilamente». Esta falta de material (falta materia prima, aumentan los precios y se disparan los de los contenedores que traen todo desde China) es clave. «'Os habréis forrado', nos dicen. Nada más lejos. Cerrados, con altibajos, sin stock... El balance de la caja es el de, como mucho, dar gracias por no haber perdido un dineral, como otros sectores. Pero sin más». Además, el «ansia» se ha frenado un poco desde junio.
«Nosotros empezamos en 2012 y nos miraban con cara rara. Luego fue creciendo progresivamente, sobre todo desde 2016, pero ahora el nivel de penetración en el mercado es muy importante», resume Fidel Gómez, de Turybike, especializados en alquiler y venta de bicis eléctricas y habitual en foros de movilidad. Habla también de un crecimiento de la demanda para comprar y del mismo problema de falta de materiales. En cuanto al alquiler, el problema es que sus mejores clientes turísticos eran alemanes y holandeses, y ahora están viniendo muchos menos. En todo caso, explica que, en una ciudad como Santander, «que partía de un uso mucho menor que otras», en los «dos o tres últimos años se ha multiplicado». «Y no sólo para el ocio». Se refiere, reconociendo que se partía de muy abajo, a la movilidad.
Pero, además, entra en un matiz interesante: «Lo que ha lanzado el covid es a la Administración. Antes eras tú el que estaba interesado proponiendo cosas, ahora te llaman ellos. Para la Administración española el covid ha sido un catalizador. La tendencia de la bici ya estaba, pero se ha acelerado».
Justo en eso, en apretar a las Administraciones, llevan años en Cantabria ConBici. «Debemos cambiar los hábitos y ellos tienen que favorecer ese cambio». Un lema como punto de partida. En todo el discurso de Rafa Casuso, representante de este colectivo, hay un hilo conductor. Que hay avances, pero que falta mucho. «El progreso se nota en un uso mayor, en el hecho de que la gente coge más la bici. Pero muchos de los carriles bici que se hacen están pensados sólo para el ocio o el deporte y lo necesitamos como transporte habitual». Por eso insisten, por ejemplo, en que el centro de Santander «sea una malla». «Moverse de Cuatro Caminos a Puertochico, ahora mismo, no es seguro». O en esa idea de los caminos escolares o laborales. Que se pueda ir al colegio o al trabajo en bicicleta. «Eso cambiará nuestra forma de movernos». Crear el hábito con facilidades. Pensando en los críos, en la contaminación, en el precio de la gasolina...
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Que la pandemia se ha notado también es un hecho para ellos. De entrada, porque incluso ha crecido su número de socios. Un indicador. Y porque lo palpan. «Y si lo facilitan, se notará mucho más. Hay que aprovechar este momento. Una bici en una pandemia es un recurso maravilloso. Muchos se han dado cuenta. O la bici eléctrica, que es otro asunto en el que tienen que trabajar las Administraciones». Por ejemplo, hablan en Santander de varias horas al día «con cien bicis pasando cada hora por Reina Victoria» o de otras tantas «cada media hora por delante del ferry». En ese sentido, piden aforadores. Contadores de paso para tener cifras. Datos.
Y más. La adecuación de carreteras autonómicas y estatales, sobre todo la que cuentan con alternativa en autovía. Las sendas verdes. O el aprovechamiento del turismo en bici, «que es una bomba». «Cuanto más lento se va, más tiempo se quedan. Ayer mismo estuve con un grupo de 25 personas de Málaga. Están atravesando Cantabria en bicicleta».
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