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Algunos medios de comunicación están perdiendo los papeles. No les interesa la información reposada. Han entrado en la vorágine del consumismo informativo, del «riguroso directo» y de la vacuidad. Como si todo valiera. La semana pasada la mayor parte de las televisiones hicieron sus programas ... desde las cercanías del pozo al que había caído Julen, pidiendo la palabra a cualquiera que pasara por allí, vendiendo esperanzas vanas hasta última hora para mantener la audiencia, y realizando a posteriori un canto exagerado «a las decenas de héroes y heroínas anónimas que se dejaron la piel para intentar rescatar con vida al pequeño […], reflejo de lo mejor de nuestra sociedad». La noticia, ya se ve, siguió concitando a la audiencia del morbo con la resaca del día después. Y fue entonces, en el momento del desenlace tan fatal como previsto, cuando tocó vender que somos muy buenos, que nadie nos gana si se trata de dar lo mejor de nosotros mismos, príncipes de la solidaridad, reyes de la entrega, sultanes del mambo fraternal. La cuestión es estirar la goma y vender como si fuera una novedad (una noticia) algo que siempre ha estado ahí: la tendencia humanitaria del homo.

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