Una parada para seguir avanzando
Estampas de verano ·
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Estampas de verano ·
El albergue de Güemes, creado por el sacerdote Ernesto Bustio, ofrece desde hace décadas algo más que un techo y comida a los peregrinosjavier gangoiti
Lunes, 6 de agosto 2018, 08:27
Montse y Neus ya llevan cerca de ocho kilómetros separadas de sus dos amigas, rezagadas en el Camino del Norte rumbo a Santiago de Compostela. Hace unos días las cuatro dejaron su rutina en Barcelona para peregrinar desde Bilbao. Equiparon sus petates, se ... armaron de determinación y comenzaron a bordear el mar Cantábrico dejando atrás la capital vizcaína, Castro Urdiales y Laredo hasta llegar a la pequeña localidad de Güemes (Bareyo), donde piensan pasar la noche.
Al menos esa es la intención del grupo. Según el mapa, debería haber un albergue cerca donde poder descansar y retomar la senda mañana por la mañana. «¿Habéis pasado el pueblo?», pregunta Montse a una de sus amigas, al otro lado del teléfono. La consulta no llega en cualquier momento. Al fin han encontrado un desvío con el cartel más esperado, el de la Cabaña del Abuelo Peuto, donde peregrinos de todo el mundo se dan un respiro a 500 kilómetros de la meta. En principio, ése es el único fin que cumple la parada. Sin embargo, deshacer la mochila en una de las camas de este caserío significa algo más que dormir en un colchón, comer caliente o darse una ducha. Esta morada de más de cien años es un espacio de reunión y camaradería como pocos en la ruta.
El ruido de los platos chocando entre sí, los cronometrados chorros de agua saliendo del grifo y la conversación plurilingüe de los peregrinos preparando la mesa se hace con el ambiente nada más atravesar la puerta. Narran sus historias, comparan su cansancio y compiten en la rojez de sus nucas. Tal vez sean las agujetas comunes, el jaleo o las ganas de comer, pero está presente ese compañerismo que, sin saber cómo, se improvisa y surge de forma natural.
Uno de los responsables de este clima es el sacerdote Ernesto Bustio (Güemes, 1937), que habilitó la casa de Perfecto Crespo (Peuto) y Vicenta Lavín, sus abuelos, después de una vida dedicada a la fraternidad tanto en España como en África y Sudamérica. Ese 'Viaje a la Universidad de la Vida', como tituló su experiencia entre 1973 y 1983, está presente en álbumes, fotos y murales de la cabaña. «Gracias, Ernesto, por compartir tu tiempo y tu Universidad de la Vida», firma un grupo en un cartel de la pared. Es uno de los cientos que hay pegados (o apilados, todos nos caben) en las diferentes salas del albergue. Una de las más especiales alberga el 'Museo del Land Rover', donde se encuentra el mismo vehículo que condujo el sacerdote en sus misiones. Un tesoro.
«Es un orgullo formar parte de esta labor y recibir a los peregrinos», se complace Bustio, premiado con la Medalla de Oro al Mérito en el Trabajo en 2009. No obstante, declara que ellos no deberían ser los únicos involucrados en la tarea. «El Ayuntamiento, el Gobierno y la Iglesia deberían contribuir a esta ayuda. Muchas veces estamos desbordados», reconoce el ídolo del albergue. Tampoco ignora esta situación Francisco Soler, que trabaja día a día en la morada. Tal como asegura este párroco, «se intenta dar un mensaje de solidaridad, no solamente un techo donde dormir antes de seguir el Camino». Ese viaje está plasmado en la pared de la 'Ermita Ecuménica'. En ella, varios individuos atraviesan un cambio hasta la liberación. La primera etapa ilustra la esclavitud de la sociedad de consumo, un lastre que «puede proceder del individualismo, de la mala política o de la mala religión» y que Soler trata de concienciar a los visitantes.
Volviendo a la entrada, todos los peregrinos se sientan para comer. Neozelandeses, estadounidenses y españoles se surten de las bandejas llenas de comida. En la mesa se ve a Montse y Neus sufriendo los tirones de unos niños en sus camisetas y narrando sus peripecias en catalán a una pareja de extranjeros. No hace ni media hora que posaron sus mochilas en las literas, pero su estado ya resume la soltura y la filosofía de la morada. Después de todo, no son casuales los lemas de sus muros. Otros se despiden, y entre abrazos y apretones el deseo del 'buen camino' se hace eco por encima del resto. No será difícil atendiendo a la sabiduría peregrina:'Para quien camina siempre hay un sol amaneciendo'.
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