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¿Por qué hay que vacunar a los niños? ¿Simplemente porque Pfizer ha comercializado un producto específico para ellos? Siempre se nos ha dicho que a los más pequeños la enfermedad les pasa de refilón y son rarísimos los casos graves, aunque ahora han vuelto ... a sacar esos datos del cajón para que reparemos en ellos.
Es cierto que si se suman todas esas excepciones no lo son tanto. «A principios de diciembre habían ingresado más de 3.500 niños en España, 190 habían pasado por la UCI y habían fallecido 17 con edades por debajo de los diez años -enumera Alberto Bercedo, presidente de la Sociedad de Pediatría de Atención Primaria de Cantabria-. Y hay otros problemas asociados al covid difíciles de cuantificar».
Sin desdeñar el dato del daño directo provocado por el virus, los pediatras amplían el foco para evaluar los efectos de la pandemia en los más jóvenes. «Nos preocupa más el daño psicológico por tanto aislamiento», afirma María Jesús Cabero, jefa del Servicio de Pediatria en el Hospital Valdecilla.
«En este caso los padres tienen casi más ganas de que se vacunen que los expertos: están hartos de hacer PCR a los niños, de que cada catarro sea una alerta, y tienen ganas de normalidad», continúa Cabero. «Los padres están más familiarizados con el hecho de vacunar a sus hijos, y siempre que se ha introducido una vacuna nueva en el calendario jamás han puesto pegas. Además, ya han vacunado a sus hijos de doce años, y en las características inmunitarias y reactivas de un niño de doce y otro de diez no hay diferencias. Sin fármacos eficaces aprobados en la edad pediátrica, ¿qué armas tenemos para arrinconar la pandemia? Cerrar clases, limitar las extraescolares... pues la vacuna es otra arma más. Lo que hay que transmitir es que no hay una urgencia en vacunar, pero sí que es el grupo de más incidencia de la enfermedad en este momento, y es preferible más vacunación que más aislamiento».
«Evitar cuarentenas y confinamientos debe ser un objetivo primordial», coincide Alberto Bercedo. «Cuando un niño de ocho o nueve años ve limitados su deporte, sus actividades y sus juegos, si se le preguntase seguro que pediría que le vacunasen. En esta pandemia hemos tenido muy poco en cuenta a los niños».
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«Hemos tenido una pandemia de salud mental; las unidades de psicología y psiquiatría están llenas de niños y con una demanda nunca antes conocida. Se observan problemas educativos y de aprendizaje, problemas en las familias y mucho estrés. Aparte de todo esto, en España los abuelos son los principales cuidadores, y tenemos que protegerlos al tiempo que protegemos a los niños. Tampoco se ha dicho que son las familias con menores recursos las que más han sufrido la falta de vacuna. ¿Con quién pueden dejar a los niños en esas cuarentenas? ¿Cómo han afectado al aprendizaje y la educación? ¿Cuántas familias no tienen acceso a la educación 'online'? Son factores que suman a favor de vacunar a los niños».
María Jesús Cabero | Pediatría de Valdecilla
Alberto Bercedo | Pediatría de Atención Primaria
Cantabria está registrando en estos momentos el porcentaje de aulas confinadas más alto de toda la pandemia, una medida que, con los estudiantes vacunados, ya no sería necesaria. No se trata de una situación generalizada en todo el país, donde los máximos se alcanzaron durante el primer trimestre del curso pasado. Según explica María Jesús Cabero, «las olas son cambiantes y tampoco conocemos tan bien el virus: no conocemos los efectos del virus a largo plazo, su transmisibilidad... Aquí hemos vuelto a entrar en interiores antes que en otras zonas del país, donde ha durado más el buen tiempo, y puede ser un factor que haya contribuido a tener esas tasas tan altas».
«En cualquier enfermedad, el virus va afectando a los no vacunados con más intensidad y gravedad. Ahora mismo el virus está circulando más entre los menores, porque se desplaza hacia la población no inmunizada», apunta el presidente de los pediatras de Atención Primaria.
«Estoy segura de que sin estas incidencias -la incidencia acumulada en Cantabria a catorce días para la franja de cero a nueve años es de 422 casos por 100.000, cuando la media es de 283-, no hubiéramos tenido esta urgencia ni la necesidad de tomar estas decisiones», dice la jefa de Pediatría de Valdecilla. «Si se logra bajar la incidencia con la vacuna, e igual revisar las discotecas o alguna otra cosa, quizás los niños no tengan que suspender fiestas de cumpleaños o planes: si el abuelo tiene más de setenta años o el tío está inmunodeprimido, los padres no se arriesgan y no van a verlos. Las vacunas no son una varita mágica, pero sin duda los beneficios son mucho mayores que los riesgos. Tenemos una vacuna eficaz: podríamos habernos ahorrado vacunar a los niños hasta esperar a tener más dosis para los adultos, o enviarlas a países en desarrollo. Quizás los pediatras podrían considerar más urgente incluir otras vacunas en el calendario, pero una vez que se ha introducido esta, lo apoyamos. Si a un niño de unos meses se le ponen catorce antígenos, cómo no vamos a poner una vacuna que llevamos un año administrando a toda la sociedad».
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