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Aunque el periodismo no deja de ser un oficio, no resulta una profesión sencilla. Entre otras cosas, porque en la vida cotidiana de las redacciones, los sacrificios superan, la mayoría de los días, a las satisfacciones. Por este motivo siempre he sentido curiosidad por las ... personas que, procedentes de otras especialidades, acaban dedicando su vida a un periódico. Sabiendo hacer otras cosas, ¿por qué ganarse la vida como periodista? Este recurrente pensamiento me volvió a la cabeza cuando conocí a Miguel Ángel Pérez Jorrín, un brillante licenciado en Historia que por aquel entonces ya acumulaba una fértil carrera en este mundo de la comunicación y llevaba las riendas de la compleja sección de local de El Diario Montañés.
No hacía falta mucha perspicacia para descubrir que, en el caso de Miguel Ángel, lo de la Historia había sido un accidente de juventud, ya que cumplía todos los requisitos que distinguen a un periodista de los de verdad: persona buena, con sensibilidad, espíritu crítico, una insaciable curiosidad y empatía para crearse fuentes de confianza. Con una enorme capacidad para distinguir lo importante de lo accesorio, Jorrín era, por encima de todo, un historiador de la realidad, que utilizaba las experiencias del pasado para intentar explicarnos el presente.
Fiel a las raíces, su pasión ‘patriótica’ por Reinosa y Campoo no le impedía poseer un profundo conocimiento de Cantabria, que iba desde la granja más modesta hasta la industria más tecnológica. Precisamente, con esta sabiduría y su constante preocupación por los problemas de la región construyó una clarividente idea de la comunidad, en la que mezclaba la tradición con una modernidad que alimentaba tanto con lecturas como con frecuentes viajes al extranjero, siempre desde una perspectiva progresista. El fallecimiento de Miguel Ángel constituye una pérdida irreparable para su familia y para sus amigos. También para El Diario Montañés, porque era uno de los periodistas que contribuyeron a su éxito. Pero pienso sinceramente que Cantabria se ha quedado sin un ciudadano muy necesario por su cultura, su sentido crítico y su espíritu emprendedor.
La muerte siempre es inoportuna, pero con Miguel Ángel ha sido cruel y traicionera. Miguel Ángel tenía mil planes, el destino solo uno. Ahora es el momento de rendirle homenaje y de recordar a su hijo Jorge, ese joven que empieza a descubrir el mundo, que su padre fue una gran persona y un periodista muy grande que se ganó el respeto de todo el mundo.
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