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Ya no veo al gato saludador de Marc. Les confesé mi ilusión de que todo iría bien mientras observara al fondo de la pantalla el rítmico movimiento de su brazo mecánico. Pero me he quedado sin metrónomo que me marque el compás porque el jefe ... de Diseño cierra su cámara en las conexiones. Creo que tiene miedo a que fisgue y luego cuele alguna indiscreción en estas cartas. Ya me lo advirtió Noriega en un momento distendido de una reciente videoconferencia: «¡Es que estás creando unos personajes...!». Tiene razón el director. Pero todo relato necesita sus personajes, ¿y de dónde los voy a sacar si llevo cincuenta días recluida? Mis compañeros son materia de escritura. Esto no es ficción. Una crónica periodística se nutre de hechos reales.
La realidad a la que tengo acceso desde hace semanas se ha reducido a mi casa, a lo que puedo otear desde el balcón y a lo que escudriño de los otros en las videoconferencias. Podría limitarme a analizar las riadas de información que recibimos cada día sobre el abominable bicho de las fiebres (menudo personaje este), pero entonces la sección sería otra. Esta es la Mesa de Redacción, transmutada en El Diario del confinamiento por las circunstancias excepcionales. Les dije en una de las primeras entregas que ustedes y los más de cien trabajadores del periódico «estamos dentro de la noticia, somos parte de ella», porque nos sucede a todos.
Esta serie de artículos ha sido el patio de vecinos en el que han podido conocer interioridades de nuestro trabajo y saber cómo nos arreglábamos para sacarlo adelante desde nuestras viviendas mientras ustedes nos leían desde las suyas. Hemos sufrido con la escalada de muertes por Covid-19 y hemos compartido la preocupación por la deriva de la pandemia y por el hundimiento de la economía. Pero también nos hemos reído juntos. Hemos hecho lo posible por salvar el buen humor.
Aquí he revelado intimidades de mis compañeros, yo diría que todas confesables. Y he perfilado sus personajes con unas pinceladas cómicas, pero nada de brocha gorda, sólo finos retoques para resaltar la pura verdad. Quizá Guillermo Balbona no esté oculto en un zulo de la Redacción, pero podría estarlo. Y el pelo de Miguel de las Cuevas no es el de un león, pero sólo porque es más oscuro.
No he hecho con ellos nada que no haya hecho conmigo. He hablado de mis muletas, de mi gato, de mi flequillo, de mi balcón-terraza y de mi síndrome de James Stewart en 'La ventana indiscreta'. No sé si mis compañeros de videoconferencias se han dado cuenta o no, pero me confunden con mi personaje: «¡Cuidado con lo que decís, que está Teresa!». Soy la que lo larga todo en las cartas a los lectores. Y aunque es verdad, tiene su porción de caricatura. Marc cierra su cámara. ¿Para que no capture una imagen en mal momento y la difunda? A ver. Esta es la carta número 48. ¿Han visto alguna vez ustedes un pantallazo robado en esta sección? Jamás de los jamases. ¡Tienen miedo porque se han creído el personaje!
Que yo sepa todos han lucido guapos, cada cual hasta donde podía, en las fotos publicadas. Miguel de las Cuevas y Rosa Ruiz no han salido por los pelos. Una cosa es narrar su pelea diaria con sus indomables cabelleras y otra enseñarlas a traición. Merche Gómez no debutó hasta después de la sesión de tinte con la que Olea la dejó de exposición. Es cierto que Marcos Menocal apareció con su cascada de rizos y que, porque la bauticé como «melena griega», le van a llover las burlas de sus colegas de sección hasta finales de año. Pero eso no significa que no le siente bien. Un poco de envidia hay. Y Marc González fue de los pocos privilegiados que contó con fotógrafa profesional porque la tenía en casa. Así que...
No todos los días ha sido fácil escribir esta carta, y menos mantener el buen humor. Pero compartir de esta forma con ustedes el confinamiento ha sido una experiencia que nunca olvidaré (ya se encargarán de recordármelo). Debo reconocer que Íñigo Noriega, el director, no ha censurado ni una sílaba, ni siquiera cuando él mismo ha sido objeto de las chanzas con las que hemos intentado distraernos de tanta penuria. Y han sido varias veces. Es de justicia felicitar a mis compañeros por lo bien que se lo han tomado. Personajes o no, se han dejado los cuernos, o quizá suene mejor la piel, no vaya a estropearlo ahora, para informar sobre esta pandemia que lo ha trastocado todo. Y a ustedes les damos las gracias porque han seguido ahí. Los mensajes de ánimo que nos han enviado han sido un estímulo. El aislamiento nos ha unido más que nunca. Nos hemos acompañado unos a otros en este arresto domiciliario que ahora ya, para casi todos, se ha aliviado. Cuídense.
Lee aquí la Mesa de Redacción.
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