
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La tarjeta monedero que utilizan los beneficiarios de Cáritas les asigna una cantidad de dinero al mes para que sean «ellos mismos» los que acudan ... al supermercado, elijan qué compran y aprendan a gestionar sus propios recursos, hacer la lista, para «fomentar su autonomía y también su dignidad». Sin embargo, aunque la cuantía de ese bono va en función de los gastos e ingresos analizados de cada usuario, ya sea algún empleo temporal o la Renta Social Básica, lo cierto es que el bono, este año, se está quedando corto por la inflación: «Las familias a las que se venía ayudando con un apoyo económico, con esa cantidad subsistían todo el mes, pero ahora, a la segunda semana, nos dicen que no les llega», dice Alba Fernández, trabajadora social del área de Acción Social de Cáritas Diocesana de Santander. Con ese bono se cubre higiene, salud, alimentación, pero desde Cáritas solo tienen que mirar la longitud de los tiques de compra que entregan los beneficiarios como justificante para entender lo que está pasando: «Antes eran tiques kilométricos y ahora son la mitad de largos».
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Según un informe de la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU), cinco de cada seis productos del supermercado son ahora más caros que hace un año, y el coste de la cesta de la compra ha subido un 10% respecto a 2021. Si en la economía doméstica se nota que el monedero se está volviendo más pequeño, ¿cómo están haciendo frente a la escalada de precios las entidades sociales que se encargan de velar de los más vulnerables? Desde el Banco de Alimentos cuantifican ya el efecto de la inflación: «Nuestro principal recurso para comprar alimentos, aparte de la donación, es la gran recogida que hacemos una vez al año, y estamos comprando entre un 23% y un 25% menos de lo que podíamos comprar antes con la misma cantidad», explica Gema Díaz, presidenta de la entidad cántabra: «Hace un año comprábamos leche a 0,69 euros el litro y ahora pagamos 1,19 euros, es una burrada».
516nuevos usuarios acuden al comedor social, en abril duplicaron el número de peticiones de alimentos.
25%de alimentos menos están comprando con los bonos que habían conseguido en la campaña de donación de 2021.
En el informe ya citado de la OCU, los cálculos auguran que, en 2022, cada hogar deberá gastar 500 euros más solo en alimentos básicos, con lo cual, aquellas personas que estaban en el borde de una situación de riesgo, lo traspasarán, y aquellos que ya estaban en ella, ya ven empeorar su situación como advierten las tres entidades consultadas por este periódico, sobre todo ahora en septiembre, que deben enfrentar la vuelta al colegio. La escalada de precios hará aumentar un 20% las personas que demandarán ayuda alimentaria en 2022, según la Federación Española de Bancos de Alimentos, y aunque el Banco en Cantabria no cuantifica esa cifra en la región, sí que advierte «una desviación extraña con respecto a lo habitual en el número de beneficiarios». Todos los años, cuando llega el verano, registran una reducción de personas y familias que acuden al Banco porque encuentran trabajo temporal en turismo y la hostelería y consiguen algunos ingresos», explica Díaz. Sin embargo, este pasado junio se produjo un incremento del 9% del número de beneficiarios con respecto al mes anterior, cuando lo normal es que en esa fecha siempre se reduzca por los contratos en verano. «En julio y agosto, siguiendo la tendencia habitual, se redujo el número de beneficiarios (en torno a un 13% menos que en mayo), pero desgraciadamente, si sigue la tendencia habitual, en septiembre volverá a repuntar».
Alba Fernández
Cáritas Diocesana Santander
Jesús Castanedo
Cocina Económica
Gema Díaz
Banco de Alimentos
Ese aumento también lo cuantifican en la Cocina Económica: «La demanda de ayuda ha aumentado entre un 18,5% y un 20% con respecto al año anterior y se prevé que vaya aumentando al ritmo que se está viendo», señala Jesús Castanedo. En su entidad han recibido ya 516 personas nuevas y en abril duplicaron el número que venía a solicitar alimentos, «aunque después se ha reducido ese incremento en torno al 20%».
¿Qué consecuencias está teniendo esto en las entidades sociales de la región? ¿Les está afectando en su funcionamiento? «Rotundamente sí», dice desde Cáritas Alba Fernández: «Hemos incrementado las ayudas a la alimentación para ayudar a las familias a llegar a fin de mes». Desde la Cocina Económica admiten que, por el momento, «lo que hacemos es asumir ese aumento y no se ha cambiado el menú ni lo que se entrega a las familias, aunque ellos sí lo habrán notado porque lo que se les entrega no da para cubrir todo lo que antes compraban», admite Castanedo.
Si en 2021 el presupuesto que manejaron fue de 1,9 millones de euros, en 2022 «contando la subida de suministros de luz y agua, calculo que estaremos un 10% por encima del presupuesto del año anterior, pero aún quedan cuatro meses». La Cocina Económica cuenta con 20 personas, más la comunidad de hermanas: atienden a unas 160 personas al día en el comedor social y en el economato a mil familias al año, más otros servicios habitacionales en veinte viviendas repartidas por Santander para 60 personas a nivel residencial de gente sin hogar: «La Cocina Económica ha sido siempre de todos los santanderinos y notamos su cariño y solidaridad y seguiremos haciendo frente a lo que está pasando», dice Castanedo, que si bien están notando «una bajada en las donaciones», pide mantener la «solidaridad e implicación de las instituciones públicas, porque la Renta Básica y los ingresos mínimos se quedan muy deficientes para abordar estas situaciones que están viviendo». Lo mismo que subraya Cáritas, ahora que la inflación aprieta: «Al incrementarse los recursos empleados en participantes, a través de tarjetas monedero y ayudas económicas, se ve afectado el nivel de gasto de la entidad, por lo que necesitamos la colaboración, como siempre excepcional, de nuestros donantes».
Para comprobar la envergadura de la escalada de precios, basta con abrir la memoria financiera y comparar el efecto que está teniendo en la labor que desempeñan las entidades sociales consultadas. En el caso del Banco de Alimentos, por ejemplo, han pasado de pagar en gasolina «una media de 700 euros mensuales a 1.000 euros», ese es el coste que conlleva circular con las furgonetas que mueven los alimentos desde los supermercados, hasta algunas entidades, viajes que están empezando a reducir. Además, en la factura de la luz han pasado de recibos en torno a los 160 euros mensuales a pagar 280. En el caso de la Cocina Económica, el efecto de la inflación se dimensiona no solo en el sobrecoste de los productos sino también en el gas que pagan para cocinar la comida para los 160 usuarios que alimentan a diario: «El año pasado gastamos en gas 20.000 euros y, a día de hoy, llevamos ya gastados 24.000 euros, es decir, 4.000 euros más que el año anterior, y aún estamos en septiembre».
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