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Después de veinte años de éxitos y dos meses en el infierno, Íñigo de la Serna da un paso hacia el costado. Hasta que vuelvan tiempos mejores o para siempre. Nadie lo sabe, quizá tampoco él, y menos todavía con los cambios vertiginosos que agitan la política en España. Afirma María José Sáenz de Buruaga que el PP no puede permitirse que De la Serna se quede en el camino, pero eso es justamente lo que está sucediendo cuando el partido está en sus horas más bajas, así que sus adversarios lo festejan como la ocasión merece.
El PRC de Revilla, con claras opciones de ganar las próximas elecciones, y el PSOE de Pablo Zuloaga, que también aspira a tener un papel protagonista en las urnas, ya respiraron aliviados cuando la moción de censura de Pedro Sánchez dejó a De la Serna sin la cartera de Fomento que paseaba tan a menudo en Cantabria para promocionar sus multimillonarios proyectos de infraestructuras.
Pero todavía podía ser un rival temible, como candidato o al menos como la gran referencia del PP que es y que en adelante se irá difuminando al apartarse de la política tras el cambio de liderazgo en Génova. El exministro ha dicho que una hipotética victoria de su candidata, Soraya Sáénz de Santamaría, no implicaba su continuidad en primera línea, porque ya había iniciado una reflexión al respecto en los días de la moción de censura. Ciertamente, las dudas que tuviera sobre su futuro en la política quedaron disipadas con la derrota sufrida y la fallida integración con el ganador, Pablo Casado. El sorayismo atribuye esa falta de entendimiento a la presión en contra de Dolores de Cospedal, cuya intervención ha resultado decisiva para el resultado del congreso.
Casado toma ahora las riendas del PP y tiene por delante tareas e incertidumbres que resolver para consolidar su liderazgo. La primera de índole personal. Apenas treinta y seis horas después de su luminosa victoria en el congreso, el cielo se cubrió otra vez de nubarrones con nuevos avatares judiciales y mediáticos en torno a su expediente académico.
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El nuevo presidente, además, tiene que recuperar la cohesión del partido que se ha resentido en el congreso y construir una propuesta ganadora en las elecciones. Puede ser que el armazón conservador del discurso con el que se ha impuesto en la pugna interna, incluido el rescate de Aznar como gran referente ideológico, se module hacia la centralidad política cuando se trate de competir en las urnas.
El PP cántabro intenta adaptarse al cambio. Los dirigentes apoyaron mayoritariamente a Soraya, siguiendo la estela de Íñigo de la Serna y de su sucesora en la Alcaldía de Santander, Gema Igual. Sobre todo en la primera vuelta, la votación de los militantes, porque luego en el congreso hubo trasvase de compromisarios a favor de Casado. En todo caso, al decidirse la pugna les faltó tiempo para felicitar, ponerse a la orden y hacerse fotos con el nuevo presidente. La primera, Sáenz de Buruaga.
Los críticos del PP cántabro han disfrutado la derrota de Soraya, De la Serna y Buruaga, pero eso no supone que vayan a ser rehabilitados. Como dato esencial, el hecho de que el diputado nacional Diego Movellán, amigo personal y miembro de la nueva ejecutiva de Pablo Casado, esté alineado con Buruaga y haya sido tan beligerante como el que más contra el grupo afín a Ignacio Diego.
El conflicto del PP cántabro ha ido amainando a medida que se consolidaba el liderazgo de Buruaga, con el paso del tiempo, con la normalización de la vida partidaria y también con las sucesivas resoluciones judiciales a su favor. Sin embargo, todavía están vivos y sin resolver por Génova los expedientes disciplinarios abiertos a nueve de los 13 diputados del partido en el Parlamento de Cantabria. La legislatura avanza hacia su fin, pero esa división tan visible sigue dañando al partido. Así que Casado y su nuevo equipo directivo ya tienen un 'marrón' por solventar en Cantabria.
El otro es, naturalmente, la designación de candidatos para las elecciones autonómicas y municipales, la primera prueba para Casado, de no ser que la inestabilidad política obligue a Pedro Sánchez a adelantar los comicios legislativos.
En principio, la candidata natural en Cantabria sería María José Sáenz de Buruaga, que ha dedicado menos tiempo y energía a cimentar su proyecto electoral que a desgastarse en la batalla por el liderazgo interno. Muchos en el PP querían a De la Serna como cabeza de cartel, la mayoría sinceramente y los menos, para qué negarlo, con la expectativa de verle derrotado frente a Revilla.
El congreso ha disparado la atención sobre Diego Movellán, principal paladín de Casado en Cantabria, como un posible candidato autonómico, ya mismo o en el futuro. Movellán se lo toma con calma: está con Buruaga y estará a lo que diga Casado.
Los nuevos dirigentes de Génova no tienen mucha prisa. En el otoño el PP celebrará una convención para preparar las elecciones y también encargará sondeos para identificar a los candidatos mejor valorados.
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