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Sin duda han sido años intensos los que Ángel Cuevas ha pasado al frente de la Asociación Empresarial de Hostelería de Cantabria. Terminada la pandemia, él da también por concluida su etapa, con la intención de atender mejor sus negocios y disponer de un ... poco más de tiempo libre. Haciendo balance, considera que se hizo lo correcto, aunque eso supusiera enfrentarse en ocasiones a una Administración que no atendía sus peticiones: anuncia que en los próximos meses pueden dictarse las primeras sentencias por las reclamaciones patrimoniales de los hosteleros, y está convencido de que tienen opciones de ganar.
-Acaba de dejar el cargo. ¿Se siente liberado?
-Todavía no lo noto. Estoy recibiendo llamadas, whatsapps y mensajes, todos los del mundo, y estoy dando un pasodoble por todos los medios de comunicación. Espero que ya esta semana que viene se empiece todo a acoplar, que es lo que yo quiero.
-¿Por qué se ha ido?
-En la pandemia ya me quería marchar, pero no lo hice por no parecer un cobarde. Estuvo coleando hasta el mes de marzo, y ahí ya tenía claro que me iba a marchar nada más terminar el verano. Esto viene de hace mucho tiempo, de estar molido. Necesito tranquilidad, serenidad, descansar. Y luego mis propios negocios, que tengo que afinarlos. Estamos creciendo, mis hijos son la tercera generación de hostelería, son muy activos y yo les estoy ayudando.
-¿Le parece que ha dejado la Asociación encarrilada?
-Sí. Hombre, ahora con la preocupación que tenemos todos de la inflación, la subida de precios... pero la Asociación está bien armada, con una muy buena junta directiva, y el relevo que ha llegado es espectacular.
-¿Cómo es su sucesor, Francisco Agudo?
-Impecable. Lleva treinta años de director del Santemar y lo sabe todo de la hostelería. El Santemar no son solo habitaciones: son congresos, eventos, cafetería, restaurante... Conoce la Asociación, porque llevamos tres años trabajando, codo con codo, y encima ha estado de director de Turismo. Es una persona que cae muy bien. Equilibrado, trabajador... es ideal.
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José Ahumada
-¿La pandemia le ha obligado a dejar cosas sin hacer?
-Claro. La nueva directora de la Asociación entró en el segundo mandato. Preparábamos nuevos proyectos, íbamos a jugar al ataque con cinco delanteros -permítaseme el símil-, y entonces llegó la pandemia: con despejar balones ya era bastante; nos metimos debajo de la portería y a despejar. Dos años y pico despejando balones. No nos dejó crear gran cosa. Luego ya nos hemos rearmado y hemos empezado otra vez.
-¿Qué tal cree que lo ha hecho?
-Yo creo que ha sido correcto, humildemente creo que no se ha hecho mal. Hay dos termómetros que dicen algo: uno es que de antes de la pandemia a ahora somos unos 150 socios más, y otro es que los socios pagan las cuotas. Si a mí me preguntan al principio de la pandemia qué iba a pasar al cabo de tres o cuatro meses, pues habría dicho que se iba a quedar con quinientos socios, la gente dejaría de pagar las cuotas y se iría al garete.
-¿Le habría gustado tener ocasión de mostrar un perfil más diplomático?
-Sin duda, y poder arreglar todo en los despachos, pero las cosas salieron así. Uno analiza lo que hicieron las asociaciones de toda España y se ve que no éramos únicos: había que salir a dar la cara.
-¿Cómo se le ocurrían los líos que montaban? Manifestaciones de coches, sacar las camas a la calle, tirar las llaves de los establecimientos, romper platos...
-Había cosas que eran comunes, que venían de la hostelería de España, como lo de romper los platos. Lo de las camas fue idea mía; las llaves, de otro amigo hotelero... No me arrepiento de ninguna de ellas, y además todas pasaron por la directiva.
-¿Nadie decía que igual se estaban pasando un poco?
-No. Es más, pasaban tantas cosas que, a veces, al cabo de cuatro o seis días de haber hecho algo, me decían que había que volver a salir a la calle.
-¿Le parece que todo esto ha dañado la imagen de la Asociación, que queda como un colectivo llorica y pedigüeño?
-Creo que no, pero es mi perspectiva. Pedigüeños... las ayudas que hemos tenido son muy pequeñitas, nos hubiera gustado que fueran más potentes. Por cierto, creo que todo apunta a que en el mes de noviembre o diciembre saldrán las primeras sentencias por los recursos patrimoniales que hemos hecho, con importes importantes, y parece ser que tenemos posibilidades de ganar. Sobre todo, lo que más eché en falta fue la respuesta de las Administraciones.
-¿Cuándo vio que había que hacer algo?
-No sé cuándo fue la fecha de la primera manifestación. Creo que ya después del primer verano. En marzo pensábamos que esto sería un cierre de dos o tres semanas, pero se complicó. Después del primer verano arrancó todo, porque no nos veíamos recompensados.
-Defíname, en tres palabras, al anterior consejero de Sanidad, Miguel Rodríguez.
-(Larga pausa) En dos: muy flojo. Jamás logramos nada con él en los despachos, y tuvimos muchísimas reuniones. Todo lo que conseguimos fue en los juzgados.
-¿Le parece que llegó a haber algo personal?
-No. En un momento, con buen criterio, la CEOE intentó echarme una mano ahí, mediando con él, y al cabo de unos meses me reconocieron que era imposible. Pensaron que igual era un tema personal, pero entraron ellos y no consiguieron nada. Era su forma de ser.
-¿Y por su parte?
-Tampoco. A mí no me importa coger el teléfono para hablar con una persona con la que a lo mejor no tengo buena sintonía, sobre todo cuando hay negocios de por medio. Yo no tengo problema.
-¿Qué tal con el nuevo consejero?
-Muy bien. Me gustó mucho la primera reunión que tuvimos. Empezó a hablar el director general de Salud Pública y dijo el consejero: 'Un momento, un momento: lo primero que quiero deciros es que nos vamos a llevar bien'. Me encantó. Luego ya, efectivamente, ha habido mucha mejor disposición.
-Da la impresión de que todo cambió con la pillada del puro y el reservado a Revilla.
-Ahí cambió casi todo. Hasta entonces mi relación con el presidente era muy buena, no puedo decir otra cosa. Nos llamábamos dos o tres veces por semana. De hecho, yo conseguía cosas por mi relación con él, a veces no en dinero, sino en especie. Pongo un ejemplo: las entradas de Cabárceno del primer verano fue por una conversación que tuvimos. Era una manera de que la persona de Madrid o de no sé dónde viniera a Cantabria, y no a Galicia o a Asturias. Desde lo del puro, se deterioraron mucho las relaciones.
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-¿Fue algo preparado?
-No tengo ni idea. A mí me llegó el vídeo y después me empezaron a llamar. Inmediatamante convocamos una reunión y la junta directiva, en bloque, dijimos que esto era insostenible.
-¿Pensó: 'le pillé'?
-No, pensé que los que ponían las leyes se las saltaban. Me sentí fatal.
-¿Nunca le dijeron en casa que lo dejase?
-Muchas veces me decían que qué necesidad tenía de estar dando la cara, pero cada uno tiene una manera de ser.
-Usted tiene hoteles. Quiero decir que no era de los hosteleros más afectados. Podría habérselo tomado con más calma.
-Yo pensaba mucho en los bares y los restaurantes. Es verdad que la mayoría de los hoteles cargamos buena gasolina en el verano, porque los veranos de la pandemia fueron muy buenos. Pero los bares, los restaurantes, las cafeterías...
-Bueno, pues todo eso queda ya atrás. ¿Qué va a hacer con tanto tiempo libre?
-No tengo tanto. Tenemos varios negocios y estamos haciendo cosas. Ahora mismo estamos colocando muchos clientes en otros hoteles, como una agencia de viajes. Por poner un ejemplo, hemos estado colocando buena parte de los empleados de ese crucero de lujo, el Evrima. Es la operación hotelera más importante que se ha hecho en Cantabria: llevan más de veinte meses con una media de quinientas o seiscientas habitaciones diarias. Otra cosa que estoy haciendo: estamos construyendo un edificio en Suances, con un grupo de amigos que hemos hecho una promotora.
-¿Y algún otro plan que no sea trabajar?
-La semana que viene me voy a Ibiza de vacaciones. Y el mismo día que me despedí me compré una bicicleta eléctrica. Pero no quiere decir que ahora me vaya a pasar el día en bicicleta o en la playa. A mí la Asociación me llevaba el 40% de mi jornada de trabajo, pero ese 40% no lo llevaré a ocio. Como mucho, será la mitad.
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