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. «Hace seis años me drogaron y abusaron de mí. Desde entonces no soy la misma». Alba (que prefiere no dar su apellido por la situación que vivió) cambió sus hábitos y comportamientos tras el episodio que padeció con 16 años. Ahora tiene 23 y ... las denuncias por pinchazos en Cantabria han avivado sus fantasmas del pasado y le han hecho ser aún más cautelosa, si cabe. Otras jóvenes de la región, que no han pasado por lo mismo, también han modificado sus conductas en las últimas se manas y reconocen tener «más precaución» cuando salen de fiesta o acuden a festivales.
Alba, que por sus circunstancias personales no sale mucho por la noche, el otro día lo hizo. En un momento, sus amigas apoyaron el vaso en un banco y se pusieron a hablar entre ellas. «Pasaron menos de cinco minutos». Aparentemente no había nadie cerca a su alrededor pero «pasó el tiempo suficiente como para preocuparse». Decidió dejar los vasos y pedir otra ronda. «Si no lo hacía no me iba a quedar tranquila. En vista de los últimos acontecimientos nunca se sabe. Si no lo hubiera hecho, iba a tener remordimientos».
«El miedo, que ya existía, se ha multiplicado». Amaya Llorente tenía pensado acudir a un festival de música este verano. Al enterarse de lo que ocurrió en el maratón de reguetón en la Campa de la Magdalena le entraron las dudas. «Pensé si debía o no ir. Es muy surrealista, pero también es inevitable que pensemos así. Hay muchísima gente de diferentes sitios. No les conocemos y la inseguridad es mayor. Es más sencillo perderte», explica la joven torrelaveguense. «Si voy no me planteo ir sola con una amiga como hacíamos antes. Nos podrían pinchar a las dos. Por eso, prefiero ir con un grupo grande».
Amaya Llorente
Lucía Gutiérrez
Joaquina López
Lamenta que siempre se vean afectadas las mujeres, «que somos las víctimas». A su juicio, los pinchazos no solo generan una nueva preocupación, sino que también incrementan las anteriores, «que no eran pocas precisamente».
Y las enumera: «La ropa, que no te echen nada en la copa, el miedo de volver sola a casa... ¿Qué va a ser lo siguiente? Sinceramente ahora prefiero ir en sudadera de fiesta, me siento más segura. Incluso pienso, ¿qué parte de mi cuerpo puede quedar expuesta si voy así vestida? Y trato de evitarlo».
Mónica Martín tuvo una charla con sus amigas a raíz de los acontecimientos del festival de reguetón. «Hemos quedado en que, aunque no salgamos de fiesta, no vamos solas a ningún sitio. No te puedes fiar de nadie». También están convencidas de que no van a dejar de salir porque «eso ya sería lo último». Pero sí prefieren extremar las precauciones y así evitar disgustos. «Vi las noticias y pensé: esto no va a ocurrir en Cantabria. Y ha ocurrido. Por eso ya no digo eso de que a mí no me va a pasar porque a la vista está que ninguna estamos a salvo en ese sentido. Si te toca, te tocó».
Una reflexión que también comparte Alba. «No es psicosis. Es una realidad. No estamos seguras, pero desde hace tiempo. Aunque sí que noto que últimamente el ambiente está más caldeado. Mis padres y los de mis amigas prefieren ir a buscarnos donde estemos y a la hora que sea. Nada de ir a casa andando, aunque sea en grupo».
Cuando Lucía Gutiérrez escucha la palabra pinchazo se enerva. No logra comprender «cómo hemos llegado a esta situación, en la que, una vez más, las mujeres, vemos coartada nuestra libertad». Le fastidia tener que asumir precauciones porque entiende que los que deberían modificar su conducta son «los que salen de casa con una jeringuilla para pincharnos. ¿En qué mundo vivimos?», se queja esta santanderina de 24 años. «Evito aglomeraciones, al menos de momento. El otro día salí un rato y me agobié tanto dentro de la discoteca que le dije a una amiga que necesitaba salir. Si esto me ha pasado en Santander, que es mi ciudad, imagina fuera».
Y es que se va de viaje en dos semanas con sus amigas. «No estamos seguras en ningún sitio», lamenta. De hecho, desde el episodio del festival de la Magdalena la idea de abortar el viaje planeó sobre su grupo. «Nos entró el miedo. Al fin y al cabo no conocemos a nadie y no sabemos de quién fiarnos». Y en su tono, se vuelve a percibir la indignación. «Es de locos. Llevamos un año esperando este viaje y me da mucha rabia tener que irnos con este cague». El enfado de Lucía es el mismo que el de Joaquina López. «Me molesta esta situación. Ahora son pinchazos. Pero antes eran pastillas o que te echaran algo en la copa. El peligro está siempre con nosotras. Esto es solo una nueva técnica. Y no nos queda otra que acatar». Reconoce que la situación le preocupa pero que, en estos momentos, le puede la impotencia. «Me parece algo tan surrealista que a veces me cuesta creer que esté pasando de verdad».
La semana pasada, la Asociación de Hostelería emitió un comunicado en el que trasladaba un mensaje de «tranquilidad» pero remitía a sus asociados un protocolo de actuación. Este contenía seis medidas que incluyen carteles informativos en los locales, indicaciones al personal, asistencia a las víctimas, comprobación de los acompañantes de las chicas, aviso ante una complicación al servicio de emergencias, así como conservar las grabaciones de seguridad.
Y a pesar de ello, el temor entre las jóvenes cántabras «difícilmente desaparecerá», dice Amaya. Ella dentro de un local no va sola al baño. «Antes sí lo hacía, sin ningún problema además. Pero ahora pido a mis amigas que me acompañen. Entre nosotras, al sufrir todas lo mismo, nos entendemos». Tampoco se despista para ir a saludar a conocidos que se encuentran en el mismo local. «O voy acompañada, o no voy».
Versión oficial
Tras el festival de reguetón que se celebró en la Campa de la Magdalena el pasado domingo, 31 de julio, once personas –de ambos sexos– acudieron a Valdecilla por supuestos pinchazos. De ellos, cuatro presentaron denuncia. Una semana más tarde, en el 'Santander Music', otro festival que se celebró en la Campa, otra chica fue trasladada al hospital por el mismo motivo. Todos los casos que han sido atendidos en Valdecilla hasta el momento han dado negativo en drogas. Y Sanidad informó a este periódico que los sanitarios que atendieron a los afectados del primer festival «descartan que los síntomas que presentaban fueran compatibles con intentos de sumisión química». Algo que no hizo gracia al padre de uno de los afectados, que aseguró que en el hospital tardaron «varias horas» en realizar el análisis de tóxicos. «¿Cómo va a dar positivo si se supone que el cuerpo elimina esas sustancias en poco tiempo? Estoy molesto porque la sensación que tengo es que no se está dando credibilidad a nuestros hijos».
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