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Hubo un tiempo, hace décadas, en que los salmones desbordaban los ríos cántabros. Años en que la pesca alcanzaba cifras desorbitadas –en 1959, según datos del Gobierno de Cantabria, se capturaron 2.169 ejemplares en las cuencas de la región–. La realidad de hoy dista ... mucho de parecerse a eso. En 2017, por ejemplo, solo se capturaron 18 peces y este ejercicio 69. La sangría de la sobrepesca, la contaminación de algunos ríos o la transformación de los cauces, con obstáculos infranqueables para el ciclo natural del animal, limaron la población de la especie; y el plan para repoblar las aguas arrancó en 1998 para despertar el debate sobre su rentabilidad. Y es que a efectos prácticos el Miera, el Saja y el Besaya siguen cerrados a la pesca por el delicado estado de la especie.
«Anualmente el Gobierno de Cantabria invierte en el Plan de Recuperación del salmón una media de 212.532 euros. Si se suman las cifras indirectas, asciende a 250.000 o incluso a 300.000 euros. Con un cálculo sencillo, contando que el cupo de salmón de este año está cerrado en 100 ejemplares, podríamos sacar lo que cuesta a las arcas públicas cada salmón que se pesca. O sea, unos 2.500 o 3.000 euros. Pero pensar así es un poco tramposo», detalla Ángel Serdio, Jefe del Servicio de Conservación de la Naturaleza del Ejecutivo cántabro.
El argumento está llevado al extremo, porque también es cierto que la repoblación del salmón, como ocurre con la protección del lobo o el oso en los bosques, «va encaminada a mantener la riqueza de la fauna autóctona, no solo a alimentar la práctica pesquera de unos pocos», acredita Serdio. La presencia de este pez es, además, indicador claro de la salud de los ríos. Si todo va bien, aparecen; si no es así, su ausencia se convierte en el primer síntoma del problema:«Por eso son tan útiles en cuencas donde gozan de buena salud como el Asón, el Pas, el Deva y el Nansa».
Poco más se puede hacer para incrementar la eficacia del proceso de repoblación. La cifra de éxito es ínfima. De 1.000 alevines que se sueltan en los ríos cántabros, solo un ejemplar adulto regresa a desovar cinco años después, para completar el ciclo de vida. «Tienen una mortalidad muy alta, como otros peces o insectos, por eso cada hembra pone 8.000 o 10.000 huevos, cada vez. En el mar sucede tres cuartos de lo mismo, porque hay muchas especies que se alimentan de ellos: focas y otros cetáceos, etc», aclara el responsable de Conservación.
Año | Capturas | Repoblaciones | ||
---|---|---|---|---|
2010 | 45 | 357.541 | ||
2011 | 105 | 138.446 | ||
2012 | 112 | 450.156 | ||
2013 | 81 | 205.389 | ||
2014 | 104 | 123.522 | ||
2015 | 113 | 215.712 | ||
2016 | 110 | 182.538 | ||
2017 | 18 | 546.567 | ||
201 | 69 | 437.729 |
Hace poco más de una semana, Medio Rural soltó más de 7.300 alevines en el Besaya, a la altura del parque de La Viesca. Individuos que son criados en cautividad en el Centro Ictiológico de Arredondo. Todos portan un microchip con una especie de 'matrícula' que sirve para localizar al espécimen allá donde vaya. Hubo años más generosos en liberación de peces jóvenes: en 2006 se soltaron 657.599 en la suma de todas las cuencas cántabras.
«Está claro que el salmón es una especie que se encuentra en peligro y debe ser cuidada. Todo lo que se haga es poco; pero quizá deberíamos pensar menos en repoblar y más en eliminar los obstáculos que impiden al pez culminar el camino de regreso al río para desovar». En la argumentación de Carlos Sánchez, de la Fundación Naturaleza y Hombre, está una de las claves del plan de esta institución para recuperar en cinco años la biodiversidad del río Miera. Los salmones utilizan ahora las escalas construidas por la Fundación para salvar los obstáculos de las presas de Revolvo, El Arral y Rubalcaba.
«Lo oportuno sería acabar con todos los obstáculos que existen en los ríos cántabros», asevera Sánchez. Sería necesario para que el salmón cierre el círculo de un viaje vital que arranca en primavera, cuando baja al mar para iniciar las grandes rutas migratorias. Un periplo en el que alcanzará latitudes subárticas para, al cabo de tres años, y con una talla de entre 70 u 80 centímetros y cuatro o cinco kilos de peso, emprenda el camino de regreso al río donde nació para reproducirse.
El siguiente paso en la restitución de ríos transitables para el salmón se dará en Torrelavega. Si se cumplen las previsiones, Medio Rural iniciará en enero las obras para instalar una escala en la presa que a día de hoy facilita la captación de agua a la empresa Sniace, cerca de la confluencia de los ríos Saja y Besaya. Es un obstáculo insalvable para el salmón. El Gobierno regional destinará 307.000 euros a la construcción de este proyecto que se ubicará junto a la actual presa de La Lechera. «El plan contempla además la instalación de un contador que nos dará la cifra exacta de ejemplares que transitan por el río», aclara Ángel Serdio. Será el primero que se coloque en Cantabria y el primer paso para llenar los ríos cántabros de ellos. «Es una exigencia europea. Una condición que existe si se quiere mantener la pesca en activo».
Ni las cifras de pesca de salmón son las mismas que hace décadas, ni tampoco, como es lógico, el turismo que atrae esta actividad se iguala a lo que fue antaño. «Ahora viene una cuarta parte de lo que venía antes. Ya no es lo que era», certifica Cecilia Pérez, del restaurante Ronquillo, en Ramales de la Victoria. «Antiguamente, cuando era temporada de pesca, venían grupos de hasta 30 personas de Francia, aparte de la gente local. Llenábamos las habitaciones que ofrecíamos de hospedaje. Hoy todo eso pasó».
Solo unos pocos mantienen la rentabiliad en torno a la cultura del salmón. Sucede con el restaurante El Marqués, de Puente Viesgo. «Nosotros llevamos ocho años comprando el 'campanu', que ronda los 3.000 euros, porque es casi un acto publicitario», comenta Enrique Goenaga, responsable del establecimiento. «Nosotros tenemos muy cultivada la cultura del salmón y sí nos revierte. Incluso tenemos frigoríficos que ofrecemos a los pescadores para que guarden lo que hayan sacado. Pero somos una excepción».
Por ahora, las cuotas parecen ser suficientes para mantener la sostenibilidad del salmón. Este año, como el pasado, se podrán pescar solo 100; pero los trámites y la burocracia que hay que superar para conseguir un coto son tan amplios y complicados que ni siquiera se alcanza esa cifra. «Ya no pesca ni la mitad de la gente que pescaba antes. Las cuencas están hechas polvo, no valen para nada. Los chavales jóvenes ya no vienen, se aburren y ahora necesitas meses de papeleo para la licencia». El pesimismo de Manuel Terán, un veterano de estas artes, demuestra lo que ha cambiado el panorama.
Discute las vedas, que para este año fijarán los mismos periodos hábiles que en 2018. Se mantendrá la apertura de la temporada a primeros de abril en todos los ríos salmoneros menos en el Deva, que se abrirá el día 14 por coincidir con la regulación asturiana. Y el cierre llegará con la captura del cupo o, en su defecto, el día 30 de junio. «Lo que no tiene mucho sentido son esas cortapisas que se refieren al tamaño mínimo de la trucha», censura Terán sobre la exigencia de este año de que el tamaño mínimo del ejemplar capturado supere los 21 centímetros, en lugar de los 19 estipulados hasta ahora.
Dicen en el Gobierno cántabro que el objetivo es garantizar la reproducción de la trucha, pero a pie de río no lo creen. «Hay cauces en los que nunca van a alcanzar ese tamaño», acredita el pescador. «Si lo que quieren es que no se pesque porque hay que dar oxígeno al animal, que lo prohiban y ya está», agrega. «Yo, de hecho, sería partidario de que abrieran unos años unas cuencas y otros años otras. Así se ayudaría a mantener el equilibrio». Las inversiones continuarán, igual que las cuotas y vedas, para que un día el salmón vuelva a saltar en todos los ríos de la región, como lo hizo hace décadas.
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