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La estructura estaba diseñada. En la sala de espera, una mesa con un taco de papeles. Los consentimientos informados. Luego, una zona de registro para dejar constancia de los nombres y de las firmas del documento. Y, a partir de ahí, una ... fila única hacia los dos puntos de vacunación previstos. En principio, uno para Pfizer –la que el Ministerio dice que hay que ponerse– y otro, para AstraZeneca –la que una abrumadora mayoría quiere ponerse (y para la que es obligatorio firmar el consentimiento)–. Lo que pasó es que, para que abrieran el vial de Pfizer, hubo que esperar dos horas y media. Hasta ese momento, todos los que acudieron –115– optaron por no seguir la indicación del Ministerio. Por eso los dos puntos se usaron para lo mismo. Cuando apareció José María González, el primero de esos 116 que no firmó el papel, había hasta expectación. Al final de la mañana y de las citas previstas, 6 Pfizer y 173 AstraZeneca. Casi un pleno de los que optaron por repetir suero. Ese fue el balance de la primera citación a los menores de sesenta años que se vacunaron en su día por pertenecer a algún colectivo esencial y que han estado pendientes de la llamada para el segundo pinchazo. De la llamada y de los vaivenes del Ministerio. Este martes fueron fisioterapeutas los que pasaron por el Hospital de Liencres.
«¿Hay un papel o algo para firmar?», preguntaba a eso de las nueve uno de los primeros en llegar a la sala. El personal del Servicio Cántabro de Salud –todo amabilidad, hay que decirlo– pronto dio instrucciones. «Para el que no tenga, hay aquí disponibles. Recordar que al que no lo tenga y quiera optar por AstraZeneca no podemos vacunarle». Eso, el papel y la firma, fue lo que diferenció a la de hoy de otra mañana cualquiera de vacunaciones desde que empezaron los pinchazos.
¿Y qué pone en el documento? Lo primero es una hoja explicativa sobre la importancia de la campaña de vacunación que termina con la decisión de la Comisión de Salud Pública del Consejo Interterritorial del 18 de mayo. «Que las personas menores de sesenta años que fueron vacunadas con la primera dosis de AstraZeneca se vacunen con Pfizer, como segunda dosis, para completar la pauta de vacunación». «Esto obedece –termina ese apartado– a los datos recientes sobre la seguridad y respuesta inmune observada con esta pauta de vacunación». La clave está en el reverso del papel. «Como usted ha expresado su rechazo a vacunarse con Pfizer en la segunda dosis y para evitar los riesgos que para su salud y la salud de la colectividad tendría no completar las dos dosis de vacunas...». Ahí viene el consentimiento. Dejar claro, de manera «expresa y escrita», (a partir de aquí en el documento está escrito con mayúsculas) «mi rechazo a recibir una segunda dosis de una vacuna distinta de la recibida en primera dosis» y «mi petición de ser vacunado con una segunda dosis de AstraZeneca». «Manifestando, además, –termina– ser conocedor del infrecuente riesgo de desarrollar un síndrome de trombosis con Trombocitopenia».
«Pues es un poco feo, la verdad. Nos hacen firmar un papel en el que pone que rechazamos la de Pfizer cuando no es así. Nos han dado a elegir y hemos elegido AstraZeneca. Si no tuviésemos opción de elegir igual hubiera sido distinto. Pero han sido ellos los que nos han dado la opción de elegir», comentaba Jairo Ruiz tras vacunarse. «Yo prefiero fiarme más de la Agencia Europea del Medicamento que de un estudio de España», justificaba su decisión. AstraZeneca. Igual que poco antes Fátima Veiga, la primera de la fila. «Tenía claro desde el principio que iba a escoger AstraZeneca porque así comenzamos la vacunación y no le veía el sentido a cambiar». Ella recordaba que la primera dosis la recibieron «a principios de febrero» y «el plazo establecido inicialmente ya había pasado». Por eso, ya tenían «ganas» de saber qué iba a pasar con ellos. «Más que nada –comentaba a su lado Rosario Ruiloba, en esos minutos de espera para asegurarse de que no se produce una reacción–, porque si en el prospecto de la vacuna ponía que tenían que ser doce semanas, no entendía mucho que pasaran cuatro semanas más. Bueno, toca ahora, pues se pone y se acabó. A trabajar».
Esas cosas son las que se comentaban en la fila, papel en mano. «¿En el derecho o en el izquierdo?», preguntaban los dos sanitarios encargados de pinchar cuando llegaba el turno. Elegir vacuna y elegir brazo. También preguntaban si habían tenido alguna reacción ante la primera dosis. Muchos no (la mayoría), pero unos cuantos hablaron de malestar o fiebre. «Paracetamol y cualquier cosa, pues avisas». Al acabar, otra novedad para algunos, les entregaban un papel con su «cartilla vacunal».
«La idea es que sea lo más fluido posible», comentaba la doctora que estaba allí para apoyar al equipo en caso de incidencia sobre el hecho de que en ambos puestos vacunaran con el mismo suero. Lo contrario, visto lo visto, no hubiera tenido sentido (hubieran tardado el doble con una silla vacía casi toda la mañana). De hecho –y aunque ya habían sondeado a la hora de citar para saber qué existencias necesitaban–, a la sala llegaban de vez en cuando pequeñas neveras con los viales de AstraZeneca mientras que los de Pfizer permanecían guardados a buen recaudo –en Liencres cuentan con lo que se llama un «punto delegado» y hay que tener en cuenta las condiciones de mantenimiento de las vacunas–.
Jairo Ruiz - AstraZeneca
Fátima Veiga- AstraZeneca
Cristina Acebo - AstraZeneca
Tanto fue así que, cuando llegó González, a eso de las once, tuvieron que ir a por el vial que tenían preparado de la vacuna elegida y empezar los preparativos específicos del fabricante (los volteos, por ejemplo). Y, desde ese momento, surgió una preocupación. De cada vial de Pfizer salen seis dosis. Si no había entre los fisioterapeutas citados seis que optaran por esa vacuna tendrían que tirar de la lista de contingencia. O sea, buscar a alguien a la carrera a quien pinchar para no desaprovechar el material. No hizo falta (al hilo del balance remitido al final de la jornada desde el SCS y teniendo en cuenta que esperaban justo a seis personas que habían elegido Pfizer).
–Si alguno tiene el día libre, se puede quedar para darnos luego un masaje.
–Pero será con una mano, porque el brazo del pinchazo...
Los sanitarios contribuyeron a hacer más llevadera la mañana. Todo amabilidad con los que acudieron. Si les contaban que tuvieron algún síntoma, si tenían alguna duda, si dejaban claro su 'mal rollo' con las agujas o hasta, como en algún caso, si querían sacar la foto de rigor para recordar –o enseñar en las redes sociales– que ya están, por fin, inmunizados.
El resumen de la opinión mayoritaria quedaba recogido en las palabras de Cristina Acebo. «No me dieron a elegir para la primera y me pusieron AstraZeneca. Ahora es mi momento de elegir y me pongo la misma. No tengo miedo a los trombos. ¿Si me pusieron la primera de una por qué no voy a poder ponerme la segunda de la misma?».
José María González fue el primero de Pfizer
Los compañeros bromearon con Chema, José María González, y él se lo tomó con sentido del humor. «Yo no sabía que iba a ser el único, único. Pues nada, seré el experimento del día». El único, en realidad, no fue. Pero tras 115 pinchazos con AstraZeneca él sí que fue el primero de la mañana en Liencres que optó por Pfizer, como indica el Ministerio de Sanidad. Luego llegaron cinco más.
«La he escogido, en primer lugar, porque es la que se recomienda y, en todo este asunto, me he intentado informar lo justo (en relación a las polémicas y los cambios) para no volverme loco. Basándome en esa confianza he hecho algunas consultas a personal médico cercano de confianza –familia– y entiendo que en esta sonoridad sobre la mezcla de vacunas tampoco se ha demostrado que sea perjudicial. En principio, Pfizer aparentemente parece tener un nivel de protección ligeramente superior y, pensando que en el futuro nos pondrán una tercera dosis a todos, y visto el panorama político (que hace que posiblemente esa dosis sea de Pfizer), pues que me pongan esta y no nos vamos a complicar más la cabeza». Así explicaba su decisión, pero no era el único asunto sobre el que reflexionaba el fisioterapeuta. «Dejar esto en manos del ciudadano, aunque seamos profesionales de la salud... No tenemos toda la información para una decisión así. Incluso todo este sistema de consentimiento es un poco extraño. ¿Se me recomienda ponerme una vacuna? Pues me voy a poner esa vacuna asumiendo que las consecuencias están estudiadas». Algo sorprendido por la expectación, el hecho de estar en clara minoría no le hizo replantearse su decisión. «Siempre he sido un poco raro y nunca me ha preocupado mucho la tendencia general. Sí que en los grupos de profesionales en los que te mueves se hablaba del tema y había cierta indignación que se palpaba. Pero siempre he estado bastante ajeno a la polémica y si recomiendan esta, me pongo esta. Al final es meter un fármaco nuevo a cuarenta millones de españoles y a muchos millones en todo el mundo, y tienen que pasar cosas. Tiene que haber eventos y reacciones con todas las vacunas», comentaba poco antes de sentarse para completar su pauta.
De hecho, al tener que 'inaugurar' con él un vial de Pfizer (que requiere de unos preparativos) le tocó esperar unos minutos. Y ahí le gastaron alguna broma los compañeros que esperaban el tiempo necesario para asegurarse de que no había reacción tras el el pinchazo. «Si hubieran recomendado AstraZeneca me pondría AstraZeneca», zanjaba ante las preguntas que le hicieron varios periodistas.
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Tras la prueba de hoy, está previsto continuar el fin de semana con los farmacéuticos menores de 60 años, que también encabezaron la campaña de AstraZeneca en Cantabria. A medida que vayan cumpliendo los plazos para la segunda dosis el resto de colectivos afectados por la paralización -tiempo que el Ministerio amplió de las 12 a las 16 semanas-, «intentaremos que se vayan citando en los puntos externos de vacunación, tanto en el Palacio de Exposiciones, como en el Hospital Sierrallana y en el de Laredo, sobre todo cuando sea el turno de los grupos más numerosos, como el educativo».
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