La población ucraniana en la región se duplica después de tres meses de guerra

«España es un país de acogida muy importante respecto a Europa, y concretamente en Cantabria se establecieron muchas relaciones de la población ucraniana por los programas de vacaciones que hubo en los 90; creo que hay mucho más vínculo del que somos conscientes», explica Sandra García Liaño, responsable del programa de refugiados de Cruz Roja, algo que refrenda la estadística. Según el INE, Cantabria es la tercera comunidad autónoma que contaba antes de la guerra con una mayor proporción de ciudadanos procedentes de Ucrania entre la población extranjera que recibía, solo por detrás de la Comunidad Valenciana y de Murcia, puntos del levante español donde se concentra la mayoría. «No es solo las familias ucranianas que están acogiendo a sus familiares o amigos, es que son también las propias familias españolas que mantienen el contacto con las familias ucrania a pesar de los años que han pasado desde aquellos intercambios», dice García Liaño. «Somos una comunidad muy pequeña pero, proporcionalmente, la población ucraniana es de las primeras de España. De hecho, -añade-, en 2014, cuando estalló el conflicto con Crimea, ya recibimos más ucranianos que otras comunidades autónomas mayores que nosotros, y eso fue por la población de base que había aquí. Si además añadimos las personas españolas que mantienen vínculos con familias ucranianas, van a venir más».

El apego, por tanto, es de ida y vuelta, y así lo perciben desde la Asociación de Ucranianos Oberig, un colectivo que surgió «hace más de diez años» en la región y que servía de referencia para la población ucraniana. Ahora, con motivo de la guerra, se ha rebelado como referencia para canalizar por un lado «la avalancha de ayuda humanitaria» que provocó el ataque ruso, y por otro, el apoyo emocional, logístico e informativo que requieren los recién llegados.

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La comunidad se ensancha en la región, se ha unido y vive asomada a los canales de comunicación que estrechan los lazos entre los residentes en Cantabria, con comunicación inmediata entre ellos: «Estoy en un grupo de Whatsapp con 200 participantes, el máximo que permite la red social», dice Elena Kurchenko, profesora universitaria y residente desde hace años en la región.

«Al principio empezamos con ayuda humanitaria porque los españoles se volcaron muchísimo», dice por su parte Natalia Kostina, de la Asociación Oberig: «El Ayuntamiento de Santander nos prestó almacenes y también el de Torrelavega nos prestó uno en La Lechera. Recibimos ayuda por todas partes y no paramos de decir gracias», cuenta Kostina, que lleva 23 años residiendo en Comillas y hasta el conflicto apenas tenía relación con el resto de la comunidad de ucranianos en la región: «La comunidad ucraniana se ha unido con el conflicto, antes conocía a algunos, pero no tantos como ahora. Estamos en contacto 24 horas al día para solucionar problemas, gestionar, procuramos dar la máxima información posible, estamos trabajando gratis, avisando de peligros que puedan pasar a los que llegan y tratamos de ayudar lo máximo posible», dice, y cita todos los canales que usan para mantenerse en contacto, como una gigantesca red local tejida entre Whatsapp, y sus canales de Facebook, Instagram y Telegram, redes que llegan hasta los países fronterizos con Ucrania.