¿Qué ha sido de Podemos Cantabria?

Poco se sabe de ellos desde que en enero se produjo una ruptura total entre sus antiguos dirigentes y la cúpula nacional, de las acusaciones de acoso laboral entre sus altos cargos y de que una gestora nombrada por Madrid se hiciera cargo de la dirección regional. Ya no queda nada de ese Podemos triunfante que en 2015 asaltó la Cámara cántabra en su primer intento. Ese partido con fuerza suficiente para apartar a Javier Marcano de la política, ese que presionó y presionó hasta que Salvador Blanco dimitió de Sodercán y al que se agarró Miguel Ángel Revilla para aprobar los presupuestos hace sólo poco más de un año.

Las cuatro personas que dirigieron Podemos Cantabria la pasada legislatura ya no tienen ninguna vinculación con él. El exdiputado José Ramón Blanco, pendiente de lo que digan los jueces sobre las denuncias de supuestos acosos laborales, ya no milita en el partido. Igual que su compañero de escaño Alberto Bolado y que Rosana Alonso, exlíder de la formación morada en la Comunidad y exdiputada nacional. Verónica Ordóñez, exportavoz en el Parlamento, ha vuelto a su puesto en el Servicio Vasco de Salud y sólo es «una militante de vacaciones», según sus propias palabras.

Una segunda generación de podemitas ha hecho tabula rasa y ha dado los primeros pasos para refundar el partido, que todavía cuenta con 3.500 militantes en la región, según los datos facilitados por la gestora. «Durante cuatro años vivimos sólo para el Parlamento, nos rompíamos los cuernos para sacar adelante una PNL (Proposición No de Ley) que luego apenas tenía repercusión, y dejamos de lado los círculos y a los afiliados», reconoce un miembro destacado del partido.

Cinco personas están desde enero al frente de ese equipo técnico que busca consolidar la estructura de Podemos en la región y expandirse a los municipios. Mercedes González, Pablo González y Charo Quintana eran miembros del antiguo Consejo Ciudadano pero permanecieron neutrales en los conflictos y no se les considera contaminados por ese pasado turbulento. Junto a ellos trabajan Luis Sanabria, un militante de base de Piélagos, y Rebeca Tombelle, exasesora jurídica del grupo parlamentario.

«No tenemos vocación de perpetuidad», aseguran, pero de momento el calendario de primarias está parado. El bloqueo político en Madrid ha dejado los procesos de renovación en Podemos en un plano secundario y no hay fecha para elegir a un nuevo secretario general en Cantabria. «Ahora mismo no hay un candidato claro para presentarse. Tenemos gente muy buena en lo suyo, de perfil técnico, pero no hay nadie que destaque del resto», reconocen dentro del partido.

Un peso importante en este nuevo Podemos lo tienen también los dos únicos cargos públicos que les quedan: Luis del Piñal, concejal en Santa Cruz de Bezana, y Alberto Martínez, edil en Castro Urdiales. El único premio de la noche electoral del pasado mes de mayo, en la que los 26.000 votos de 2015 quedaron reducidos a 10.000. Y no sólo preocupa ese dato en la formación morada. En las elecciones generales de abril, 37.000 cántabros apostaron por Podemos. Sólo un mes después, en los comicios autonómicos, perdieron un 73% de esos votos. Una sangría sólo achacable, en este último caso, a los escándalos internos del partido en Cantabria en los últimos cuatro años.

Un golpe que no sólo afecta a la cuota de poder y a la imagen de Podemos, sino a su financiación. Al no contar con diputados en el Parlamento, el partido ha dejado de ingresar mucho dinero –20.733 euros mensuales en 2018– con el que sí contaba la pasada legislatura. «Hemos perdido muchos medios», reconocen. Ahora mismo sobreviven con lo que aporta el partido estatal y los inscritos. De hecho, este verano han puesto en marcha una campaña de recaudación en la región y han conseguido 350 euros al mes para gastos básicos.

«El mazazo electoral ha sido grande también en los municipios, por eso tenemos que ir con calma y despacio abriendo el partido a las bases», explican desde la formación. Los últimos meses, de hecho, han servido para hacer una reflexión interna. Del pasado y del futuro.

Aunque las relaciones con el PSOE no son malas –dice uno de sus dirigentes– sí reconocen errores durante la pasada legislatura. «Presionamos demasiado para que cesaran a Salvador Blanco de Sodercán, fue una jugada arriesgada porque intentamos hacer lo mismo que con Javier Marcano –exigieron su salida para apoyar la investidura de Miguel Ángel Revilla en 2015–. Fue un error. No lo vendimos bien».

Alejados de esa primera línea política, sus esfuerzos se centran ahora en elaborar un argumentario de oposición para volver a ganar peso. Para eso han creado ocho áreas (educación, economía, sanidad, municipalismo, medio ambiente, juventud, movimientos sociales e igualdad) con equipos que trabajan en cada una de ellas. «La ventana de oportunidad del 15-M cada vez está más cerrada, pero las bases han dado un paso adelante y estamos incorporando mucha gente nueva». El tiempo dirá si los que llegan comenten los mismos errores o no que los que se han ido.