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Maruja Hurlé, investigadora del dolor crónico
Nadie como Maruja Hurlé para analizar el papel de la mujer en la ciencia. Cerca ya de la jubilación, esta doctora y catedrática de Medicina de la Universidad de Cantabria, investigadora del dolor crónico, sufrió en sus carnes el machismo de una sociedad que aún ... distinguía entre carreras de hombres y de mujeres. «Mi padre quiso que sus hijas estudiaran pero también que no tuvieran necesidad de ejercer tras la carrera. Lo que deseaba era que nos casásemos bien», explica. Así que no le quedó más remedio que matricularse en Farmacia el lugar de hacerlo en Medicina, que era realmente su ilusión. «Quería ser médico para investigar en biomedicina. No me veía vendiendo aspirinas, porque en esa época, ahora por fortuna ya no es así, en Farmacia no se investigaba», afirma. Abandonó el mandato de su padre en segundo y consiguió inscribirse en Medicina, aunque curiosamente se decantó por Farmacología debido a la influencia de un profesor que tuvo, Jesús Flórez.
Su vocación venció al sistema establecido y comenzó un largo pero fructífero camino por el que aún transita. «La investigación es, sin duda, el trabajo más creativo que existe. Una carrera científica es tremendamente competitiva, te hacer trabajar muchísimo. Te tiene que gustar el rocanrol para dedicarte a la investigación», subraya. Su dilatada trayectoria profesional le otorga un campo de visión privilegiado. Por eso entiende de la importancia de celebraciones como el del 'Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia'. «La principal diferencia que hay entre las mujeres de mi generación y las de ahora era que nosotras lo teníamos muy mal para poder elegir qué estudiar», asegura. «Por suerte, las cosas han cambiado y ya ninguna mujer no es científica porque no haya podido elegirlo», añade. «Eso sí, no creo que haya que convencer a nadie para que se dedique a la ciencia. Las niñas pueden ser lo que ellas quieran», apostilla.
Para aquellas que estén pensando en seguir su pasos, revela algunas pistas. «Lo realmente complicado es saber plantear las preguntas claves», considera. «Puede parecer una gran obviedad, pero es tremendamente complicado. Yo trabajo con el dolor crónico y necesito saber cuáles son las cuestiones que la sociedad necesita resolver, aquellas que los tratamientos no consiguen», afirma. Y cita a Claude Bernard, biólogo teórico, médico y fisiólogo francés, para enfatizar su razonamiento: «Quien no sabe lo que busca, no entiende lo que encuentra».
La pandemia mundial del coronavirus ha elevado al primer plano la importancia de la investigación. «La ciencia en España lleva en el cuarto oscuro desde hace mucho tiempo. No soy optimista, no creo que vaya a cambiar la situación. Lo que no es casual es que la vacuna haya surgido en países como Reino Unido, Alemania o Estados Unidos que se gastan una 'pasta' en investigación. Eso es así», concluye.
María José Marín, investigadora del Idival
María José Marín siempre tuvo claro lo qué quería estudiar y, además, contó con el apoyo de su familia. Cursó un doble grado de Farmacia y Bioquímica. Después hizo la residencia hospitalaria y comenzó a investigar el VIH. Luego se vino para España e hizo el doctorado en Biología Molecular en la Universidad de Cantabria. La tesis doctoral la centró en Inmunología con el ahora director científico del Idival, Marcos López Hoyos. Actualmente, todos los proyectos del Instituto de Investigación de Valdecilla pasan por sus manos. Ella gestiona y coordina los servicios de apoyo tecnológico. Además, es miembro del Comité de Ética.
Con motivo del 'Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia' lanza un mensaje claro: «Siempre animo a la gente a que luche por lo que realmente quiere. A las niñas, en especial, les digo que si tienen un objetivo claro no hagan caso a quien les niegue la oportunidad».
Lo que sí ha podido comprobar desde que comenzó a investigar es la evolución del rol de la mujer dentro de la ciencia. «Se ha mejorado mucho porque el talento ahora sí se valora tanto como el del hombre. Pero esto es un cambio cultural que no se produce de forma rápida de una generación a otra. Se avanza con esfuerzo y sin vuelta a atrás», añade. También señala los principales retos: «Tenemos que mejorar mucho para llegar a las posiciones de mando, a los puestos de responsabilidad». Es cierto que también radiografía algunos de los motivos. «Está ahí el tema de la maternidad, que suele coincidir con la época de mayor desarrollo profesional, entre los veinte y los cuarenta años».
Para conseguir una mejora del papel de la mujer, apunta un camino. «Los cambios, antes que en la ciencia, tienen que comenzar en nuestro entorno más cercano para que luego fluyan al exterior. Si educamos a nuestros hijos en la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres, adquirirán de manera innata esta mentalidad», expone. «Los niños y las niñas de hoy tienen que ser los hombres y mujeres que no nos pongan límites el día de mañana», apostilla.
«Lo que sí recomiendo a todos es que desarrollen el talento que llevan dentro, y si está relacionado con la ciencia, pues que vayan a por él sin complejos», explica. «Luego hay que ser inteligente y no morir en el intento, porque si no se alcanzan esos objetivos fijados siempre hay una vía de escape», añade. Porque Marín también es consciente de los inconvenientes de su profesión. «La ciencia está muy mal pagada, se la trata muy mal desde el punto de vista político. La gente dedica mucho tiempo y esfuerzo. Personalmente sufro porque tengo personal laboral muy bien formado que a los dos o tres años se queda sin contrato», subraya, a pesar de que el covid ha dado mayor visibilidad a la importancia de la investigación. «La ciencia soluciona los problemas de la vida, pero los recortes son un 'déjà vu'», concluye.
Rosa Ayesa, investigadora en Psiquiatría
Rosa Ayesa es el claro ejemplo de que una científica no tiene por qué nacer, también se puede hacer con el tiempo. En su caso la investigación, aunque ahora sea totalmente vocacional, llegó poco a poco tras explorar nuevas veredas profesionales. Esta laredana, uno de los pilares de la investigación psiquiátrica del Instituto de Investigación del Hospital Valdecilla (Idival), se fue a Burgos a los dieciocho años para estudiar aparejador. No le fue bien y decidió regresar a casa. En la biblioteca se enteró de que un dentista necesitaba una ayudante y comenzó a trabajar con él. Fue cuando decidió compaginar su quehacer diario con la carrera de Psicología. Lo hizo a través de la Universidad a Distancia (UNED). Luego hizo el máster y el doctorado le puso en contacto con el Idival. Empezó de colaboradora y ahora es jefa de grupo de investigación. «Estoy muy agradecida porque la ciencia me ha brindado la oportunidad de abandonar el camino trazado por el que discurría mi vida», afirma rotunda.
Por su edad, conoce las dificultades de las investigadoras de la anterior generación y de la actual. «Ahora mismo estamos en una buena trayectoria para la mujer en la ciencia, aunque llevará años mejorar. Lo que hay que vigilar es que no se den pasos atrás», explica. De ahí, la importancia de efemérides y celebraciones como esta para empoderar el papel de la mujer. «Lo mejor es que ahora no hay guerra de sexos. Nadie es mejor investigador por ser hombre o mujer», asegura.
El covid ha multiplicado la actividad en todos los campos, también en el suyo. «Todo el mundo se ha lanzado a investigar, es cierto, pero habría hecho falta, en algunos casos, una mejor planificación». Su equipo también estudia la incidencia de la enfermedad en el neurodesarrollo de las personas. Ayesa es una gran defensora de la ciencia, aunque reconoce que le gustaría que tomase otros derroteros. «Me encantaría que hubiese una carrera que fuese, como tal, investigación científica», afirma, antes de exponer los pros y contras de su profesión. «Es una forma de vida muy interesante, intensa, que te roba muchas horas de vida. Pero es muy creativa, es arte y es ciencia. Lo peor es que hay demasiada precariedad laboral, lo que hace que muchos colegas regresen a la psicología clínica. Para estar en esto, te tiene que gustar la marcha», reconoce.
Un problema para el que habría una solución. «Esto se arreglaría exclusivamente con más dinero, porque la situación en general de la ciencia en España es precaria», considera. Lo dice a pesar de que la pandemia ha podido quitar la venda de los ojos a la población, que ahora valora más su utilidad. «El problema es que las decisiones no las toma el pueblo llano, se toman en otros ámbitos con prioridades diferentes», recalca antes de destacar: «Se invierte más en proyectos militares que en ciencia, y eso que hace mucho que no estamos en guerra».
Berta Casar, investigadora del cáncer en Ibbtec
Berta Casar lo tuvo claro desde el instituto. Lo suyo fue vocacional. «Me incliné por Biología porque quería dedicarme a investigar y Medicina por entonces era más facultativa», explica. Quería resolver los misterios que, aún hoy, hay detrás del cáncer. Y en ello centró sus esfuerzos. Se licenció en Biología en la Universidad de León, se doctoró e hizo las maletas rumbo a Estados Unidos, a California, para continuar con la formación y el posdoctorado. Allí estuvo cuatro años antes de regresar de nuevo a Santander para integrarse en el Instituto de Biomedicina y Biotecnología de Cantabria (Ibbtec) donde lidera un grupo de investigación, en concreto del de Transformación yMetástasis. Su trabajo se centra en la búsqueda de nuevas dianas terapéuticas durante la tumorogénesis y la metástasis. Cada año participa de forma activa en el 'Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia'.
«Por suerte, en mi época los tintes machistas del pasado ya habían desaparecido. Soy optimista porque la brecha de género en investigación no es tan grande como en otras áreas», explica. Aunque reconoce que aún falta camino por recorrer. «El cambio hacia la igualdad es lento pero está ahí. En diez o quince años se habrá completado», afirma. Sin embargo, aporta un dato revelador: «En España sólo el 30% de las mujeres llegan a puestos de liderazgo». Por eso se esfuerza en las charlas que da para despertar vocaciones. «En Twitter fuimos 'trending topic' (el tema más comentado, en su momento) con una campaña que hicimos desde la Asociación Española de Investigación sobre el Cáncer (Aseica) para dar visibilidad a las buenas investigadoras que tenemos», relata.
Además, recalca que hay muchos campos en la investigación, no todo es encerrarse en un laboratorio con ratones y células. «Hay niñas que me dicen que no les gusta la sangre, pero es que hay muchas ramas alejadas de la biología en las que se puede investigar. Por ejemplo, aquí en Cantabria, en el Instituto de Física (IFCA) con la inteligencia artificial», subraya.
También les alienta con las grandes ventajas de su profesión. «No escondo que es un trabajo sacrificado, que te llevas a casa, que te obliga a trabajar fines de semana y demás, pero si te gusta viajar puedes ir a otros países, relacionarte con otros colegas, conocer diferentes culturas...», relata. «Es que sin ciencia no hay futuro», argumenta. Y expone un ejemplo. «A nosotros la pandemia actual nos ha llevado a investigar medicamentos que ya teníamos para el melanoma. Creemos que pueden ayudar a reducir la infección de covid y también a frenar su transmisión», explica. «Son fármacos que ya están aprobados por las agencias; por tanto, si comprobamos que funcionan, no tendríamos que pasar ninguna fase de experimento clínico y podrían usarse en poco tiempo. Y en ello estamos, hemos comenzado sólo hace unas semanas», admite.
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