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No podemos fallar ahora

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Mesa de redacción ·

Teresa Cobo

Santander

Martes, 7 de abril 2020, 17:31

El abominable bicho de las fiebres es paciente, pegajoso, terco. Y sigue ahí, aunque no dé la cara, a la espera de que bajemos la guardia. Nos lo advirtió Fernando Simón, el profeta del coronavirus en España, el guía que nos adoctrinaba sobre las medidas de protección que debíamos adoptar, que han resultado insuficientes incluso para él. Antes de que se viera infectado y obligado a dejar la primera línea del apostolado contra el patógeno maligno, el epidemiólogo de la voz cascada nos previno: «Los primeros días de confinamiento pueden ser hasta divertidos, pero la última semana no va a ser fácil, y hay que buscar maneras de sobrellevarlo». «Si no mantenemos la tensión, todos los esfuerzos se irán al traste». Eso fue el 16 de marzo, cuando la reclusión iba a durar «quince días como mínimo», sin que el experto en emergencias sanitarias pudiera aventurar un máximo.

Insistió también el presidente Pedro Sánchez, veinte días después, en esa comparecencia casi tan larga como una cuarentena. «Tenemos que seguir adelante con la misma disciplina, solidaridad, responsabilidad y tenacidad». ¿Por qué? Porque «precipitarnos, relajarnos o desunirnos justo ahora tendría un resultado peor que devolvernos al punto de partida. Desencadenaría una segunda ola que nos golpearía cuando nuestras resistencias están más debilitadas y nuestras fuerzas más mermadas». Eso fue el 4 de abril, cuando anunció la tercera y no definitiva prórroga. Y empiezo a entender por qué se repetía. Los aflojamientos particulares son crecientes en este «esfuerzo colectivo».

Los reporteros de El Diario que recorren estos días Santander lo constatan. Álvaro Machín, Alberto Aja y Pablo Bermúdez nos mostraban en su último reportaje calles con un excesivo trasiego para un país en estado de alarma. La periodista Ana Rosa García permanece en contacto diario con profesionales que combaten en primera línea contra el SARS-CoV-2 y con los gestores de la crisis sanitaria en Cantabria. Y nos transmite la inquietud de todos ellos. En su última crónica de seguimiento de la pandemia corrobora que «se relaja el confinamiento» de forma «preocupante». En los servicios de Urgencias aprecian un «alarmante» incremento de asistencias por «cuestiones que no son urgentes, que hace una semana no venían». ¿Por qué ahora sí? No se confíen.

No queremos insistir demasiado en las cifras en estas cartas a los lectores, porque necesitamos airearnos y respirar buen humor. Pero hoy parece oportuno recordar que son ya 13.800 los muertos por Covid-19 en España, 84 de ellos en Cantabria, que ha sumado siete víctimas en las últimas 24 horas. Los contagios confirmados en el país superan los 140.500 casos. Por mucho que mejoren las cifras de recuperados, el drama continúa y el riesgo de repunte sigue ahí.

Tenemos a miles de contaminados batallando con el bicho en las Unidades de Cuidados Intensivos de los hospitales. Muchos no saldrán vivos de la contienda. Otros, por fortuna, sí. Uno de los pacientes que ha doblegado al enemigo en una UCI es Jacobo Jofre. Nuestra compañera Mada Martínez habló con él y con su mujer, Rocío Albendea, que también enfermó. Confinados ahora en su casa, con el teléfono en modo 'manos libres', compartieron su experiencia con la redactora de El Diario, y ella nos lo contó en un reportaje de portada. «Él estaba muy emocionado, y su mujer le ayudaba a acabar las frases», dice la periodista. Es comprensible la intensidad de sentimientos de los retornados, ese nuevo arquetipo de la emergencia sanitaria que deseamos que acabe en multitud.

Jacobo pasó tres días críticos en la UCI, aislado con su miedo. «Pero siempre tuve a alguien que me apretó la mano, que me dijo algo, que me dedicó una sonrisa». Los testimonios de los retornados son un consuelo para quienes no pueden estar ahí dentro con sus familiares. Cuando aplaudimos a los sanitarios, no sólo reconocemos sus conocimientos, su esfuerzo físico y psíquico, el riesgo de contagio que asumen, las terapias y los fármacos que suministran a los infectados. Lo que por encima de todo agradecemos es que no los dejen solos, que los cuiden. Que, si llega el penoso trance de la muerte, los acompañen, que nos representen, que les trasladen la certeza de que es ahí donde necesitábamos estar y no podemos. Eso aplaudimos, y todo lo demás. Si quieres que esto acabe cuanto antes, 'quédate en casa'. El lema no ha cambiado.

La emergencia social nos afecta a todos, a unos más de cerca que a otros. En El Diario somos más de cien trabajadores, y es inevitable que el bicho se cuele por algunas grietas: una pareja, un compañero, uno mismo, una hermana, una tía ingresados en hospitales por Covid-19, un padrino resistiendo en la UCI; una suegra que se apaga en el aislamiento que intentaba salvarla y un triste funeral de tres personas por decreto. Claro que nos pasan cosas, como a ustedes, que las sufren, esas y otras peores. Estamos juntos en esto. Por eso queremos acompañarlos. Sin enterrar la alegría.

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