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Imagen del río Miera a su paso por La Cavada, bajando con gran fuerza y un caudal en aumento tras los efectos de la borrasca 'Gerard', en 2023. Sane
¿Es posible en Cantabria una DANA como la de Valencia?

¿Es posible en Cantabria una DANA como la de Valencia?

Comparativa. Los expertos señalan que «es muy difícil, pero no imposible» y que se deben dar una serie de condicionantes atmosféricos muy poco habituales en la región

Ana del Castillo

Santander

Domingo, 3 de noviembre 2024

Más de 200 muertos, gente aún desaparecida, pueblos enterrados bajo el lodo, coches apelotonados como si hubieran caído de un castillo de naipes, ciudadanos buscando refugio y autovías más propias de ciencia ficción que de un fenómeno meteorológico en España. Dicen que ha sido la DANA más destructiva del siglo, pero ¿podría pasar en Cantabria lo que ha ocurrido en la Comunidad Valenciana?

El delegado territorial de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) en Cantabria, Arcadio Blasco, tiene la respuesta. Ahora bien, no es monosilábica, hay matices. Muchos. Porque lluvias intensas que han provocado inundaciones desastrosas en la región ha habido (como las de 2019 que anegaron 62 municipios cántabros y hubo 111 personas evacuadas) y habrá, «pero ese elemento en la ecuación que es el Mediterráneo nosotros no lo tenemos». Es decir, que es «mucho más difícil» que un temporal como este se desarrolle en la comunidad autónoma, porque aquí tenemos temperaturas más frías, tanto en superficie como en el Cantábrico, «así como por nuestra orografía», apunta Blasco.

«Aquí tenemos temperaturas más frías, tanto en superficie como en el Cantábrico, así como por una orografía distinta»

Arcadio Blasco

Delegado territorial Aemet en Cantabria

La segunda pregunta que hay que hacerse es ¿qué es una DANA? La gota fría, como se denominaba en los años 80 en España por la palabra alemana 'Kaltlufttropfen', es un fenómeno atmosférico capaz de desencadenar potentes tormentas con lluvias torrenciales, fuertes rachas de viento e incluso inundaciones.

Si se atiende a la definición exacta, la DANA es una depresión aislada en niveles altos. O dicho de otro modo, un embolsamiento de aire gélido en altura. El peligro potencial se da cuando este aire se encuentra con otro mucho más cálido en superficie, lo que provoca un peligroso y violento cóctel que hace que se vaya agravando cuando se encuentra también con temperaturas más cálidas provenientes del agua. De este modo se crea una gran diferencia de temperaturas en las distintas capas atmosféricas, «por lo que las masas de aire ascienden con gran facilidad, se saturan de vapor de agua y pueden dar lugar a fuertes tormentas y precipitaciones intensas», explica el delegado territorial de la Aemet.

«Difícil, pero no imposible»

Para Domingo Rasilla, profesor titular de Geografía Física de la Universidad de Cantabria (UC), también es «difícil» que en la comunidad autónoma seamos testigos de esas lluvias torrenciales; «pero no imposible», advierte poniendo de relieve las inundaciones de 1983 que ahogaron la vida de 34 personas en Bilbao, donde el pluviómetro instalado en el barrio de Larraskitu registró un dato terrible: 500 litros de agua por metro cuadrado. En Chiva, municipio valenciano, se registraron el martes 491 litros por metro cuadrado en apenas ocho horas, casi la misma cantidad de agua que suele acumularse durante un año entero. Cantabria también sufrió las inundaciones del 83, sobre todo en Renedo de Piélagos, donde el desbordamiento del arroyo Carrimont se llevó por delante la vida de tres personas – Joaquín Diego Trueba, Dionisio Gómez Solórzano y Gumersindo Lujúa Quevedo– y otra más en Soto de la Marina.

Sin embargo, para que una DANA similar a la de Valencia suceda en Cantabria hace falta que distintos fenómenos atmosféricos se den la mano en el mismo lugar y al mismo tiempo. Por un lado, que haya «inestabilidad atmosférica»; por otro, que se dé una gran cantidad de vapor de agua en suspensión y, a su vez, la formación de un temporal de aire frío en su interior. «La mayoría de las DANA que generan precipitaciones intensas en Cantabria, en verano fundamentalmente, se ubican al oeste de la península Ibérica, frente a Portugal, no al sureste como ha ocurrido el pasado martes», explica Rasilla comparando la suerte atmosférica en la región con la catastrófica casualidad generada en la Comunidad Valenciana esta semana.

El 'caldo' del Mediterráneo

Por otro lado, la humedad que aporta un mar cálido a la atmósfera tras los meses veraniegos puede desembocar en lluvias torrenciales y graves inundaciones, más teniendo en cuenta que el Mediterráneo este pasado verano –en agosto– alcanzó una temperatura máxima de 30 grados. Un mercurio muy poco probable en Cantabria. Si echamos la vista atrás y buscamos las mismas fechas, encontramos que el sistema satelital de medición que maneja Puertos del Estado registró el domingo 28 de julio frente a los acantilados de Cabo Mayor una máxima de 22,8 grados, siete menos que en la costa valenciana.

Ahora mismo, según datos del Centro de Estudios Ambientales del Mediterráneo (CEAM) y tras el devastador episodio de lluvias, la temperatura en el Mediterráneo es de entre 22 y 24 grados y en el Cantábrico, de 18.

Según el profesor de Geografía Física de la UC, aún hay otro factor que hace complicado que se desarrolle en Cantabria una tormenta de tal envergadura. En el caso de Levante, la masa de aire cargada de humedad «choca perpendicularmente contra las montañas (proviene del Mediterráneo, debido al giro que imprime la DANA al movimiento del aire). A consecuencia del choque, se eleva, se condensa y se inestabiliza aún más. Por lo que para que esto mismo ocurra en Cantabria, el aire debería proceder del norte, algo que no se produce con frecuencia».

«La masa de aire cargada de humedad tendría que venir del norte, algo que no se produce con tanta frecuencia en la región»

Domingo Rasilla

Profesor titular de geografía física en la Universidad de Cantabria

Rasilla destaca que las tormentas «más gordas» en la región se originan en primavera, verano y otoño, que son fenómenos parecidos a la DANA de Valencia, pero con una «magnitud menor». «Allí ha adquirido unas dimensiones de una intensidad de 445 litros por metro cuadrado en un solo día. No me puedo imaginar ver y sentir eso», apunta angustiado el profesor de la UC.

En definitiva, Cantabria no es diana de este tipo de fenómenos meteorológicos tan catastróficos. Se podría dar el caso, «nada es imposible», señala Blasco desde la Aemet, pero no cumple con los requisitos necesarios porque «la temperatura del mar en el norte de España, al estar más abiertos hacia el Atlántico, es considerablemente más baja, por lo que el aporte de humedad es menor», y porque esa condición que señalaba Rasilla de que el viento proceda del norte y choque contra la cordillera es «poco frecuente».

¿Y qué pasó en Renedo?

Estudios publicados y recogidos por Angela San Martín en 'Efectos de la riada de 1983 en Renedo de Piélagos' explican que la temperatura en ese mes de agosto fue incrementándose progresivamente hasta el día 18. Desde ahí y hasta el 22, las máximas descendieron y las mínimas aumentaron. Esto explica que el tiempo variase de un estado más seco a uno más húmedo, alcanzando valores superiores al 80%. A partir del día 22, comenzaron las lluvias intensas, registrando unas mínimas muy elevadas.

La presencia de aire frío sobre las proximidades de España provocó la ascendencia brutal de las masas de aire en cuanto se encontraron con las elevaciones del norte, generando la condensación de grandes cantidades de vapor de agua precipitadas en forma de aguaceros y chubascos intensos. Por la alta cantidad de humedad, bastaba una escasa altitud para que llegase a la saturación, condensándose su importante contenido en vapor de agua con la consiguiente precipitación. Es decir, el relieve provocó el inicio de las precipitaciones.

Las continuas lluvias de esos días, la mayoría de carácter tormentoso, provocaron que el terreno en el que descargaban no fuese capaz de asimilarlo. El suelo se saturó y por eso el agua discurrió sin impedimento alguno por la tierra, desembocando en los próximos cursos de agua. Pero estos se desbordaron por la incapacidad de mantener las cantidades ingentes de agua dentro de sus cauces, dando lugar a la catástrofe: la gran riada. En torno al mediodía del día 27, una tromba de agua inundó Renedo en apenas un cuarto de hora. Así, el Carrimón, con apenas dos metros de ancho en su área de canal, multiplicó por diez su anchura, alcanzando en torno a los veinte metros. El arroyo se mostró incapaz de asimilar tanto caudal, provocando su desbordamiento a lo largo de su recorrido. La rapidez del acontecimiento impidió el aviso a los vecinos, y fueron estos los que realizaron los primeros auxilios. Hasta las nueve de la noche no comenzó a estabilizarse la situación al descender el nivel de las aguas. El peor día en la historia de Renedo, que la tragedia de Valencia ha vuelto a traer a la actualidad, terminó con tres fallecidos: Joaquín Diego Trueba (que murió al intentar auxiliar a sus vecinas), Dionisio Gómez Solórzano y Gumersindo Lujúa Quevedo. Hoy en día, el parque del barrio Las Cuartas les recuerda para siempre a través de un espacio abierto conmemorativo. Finalizada la riada, el pueblo acabó repleto de barro y con pérdidas millonarias.

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