
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Allí estaban las tres. Sentadas a un lado, esperando, justo en el sitio donde les indicaron. Muy prudentes, sin querer molestar. Tal vez por eso ( ... por prudentes), aunque pudieron verle y llevarse un recuerdo en su teléfono móvil, no pudieron sacarse la foto con él. «Bueno, le hemos visto». No está mal tener de invitado de cumpleaños a un príncipe europeo. Esa era la idea. Julia tenía el día libre en el trabajo y se llevó a su madre (Juli) y a una prima (Cionín), las dos ya jubiladas, a ver a Alberto II. «Venimos de Torrelavega, es el cumpleaños de mi madre y a ella todo el tema de Mónaco le llama la atención». Más suerte tuvo Estela, una de las guías en Puente Viesgo. Su familia, ligada a las cuevas, también tiene ya 'lazos' con la familia Grimaldi. Ayer se llevó dedicada una foto que el Príncipe se hizo con su madre (la de Estela, por supuesto) en 2022, el año en el que ya le firmó otra que se hicieron en 2010. Claro, ya que estaba allí se hizo la tercera. «Ya verás cuando lo vea Mercedes (la madre)», iba repitiendo toda emocionada por el vestíbulo del Centro de Arte Rupestre. Estas visitas, aunque la de ayer estuviera muy encorsetada por el protocolo, siempre dejan alguna anécdota.
El Príncipe jugaba en casa. El Centro lleva el nombre de su tatarabuelo, venía a inaugurar una exposición dedicada a su legado y hasta los colores de la bandera de Mónaco y de Cantabria son los mismos (aunque con el orden invertido). Tan cómodo estaba que llegó unos minutos antes de lo previsto (a las 11.57, para ser exactos). Venía directo del Seve Ballesteros. Se bajó del coche oficial, fue recibido por la presidenta Buruaga y se encaminó a la fila de autoridades que le esperaban y que la gente de protocolo había colocado con toda dedicación. «La primera línea y la segunda», repetían. «Ya llega, acción». Andaban nerviosos. «¿Quiénes son esos?», se preguntaban cuando, al bajar del vehículo, antes de echar a andar, se le acercó una familia que sí se llevó una foto de recuerdo posando con el Príncipe. «Nada, unos espontáneos».
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Saludó a la presidenta del Parlamento, María José González Revuelta, al alcade de Puente Viesgo, Óscar Villegas, a la consejera de Turismo, Eva Guillermina Fernández... Junto a cónsules y otros invitados, en la fila estaba el expresidente Revilla, al que Alberto II saludó afectuosamente como recuerdo del vínculo de sus visitas anteriores (al final de la visita, durante el aperitivo, estuvieron charlando y el lídero de los regionalistas le presentó a su hija, que le acompañó en la visita). Luego, todos juntos, accedieron al edificio y el protagonista de la jornada descubrió una placa conmemorativa de la visita.
Aplauso y recorrido por las dos exposiciones. La primera, dedicada a su tatarabuelo. Para los que se acerquen a Puente Viesgo y vean el enorme cartel que preside la muestra –la reproducción de un cuadro de la época–, Alberto I no es el que está en el centro. Es el del sombrero, a un lado, con una mano en el bolsillo y otra en el bastón. Lo del vínculo que le unió con Cantabria no es una frase hecha. Entre lo expuesto (es una muestra pequeña, pero muy cuidada, elegante) hay frases que dejó escritas en un diario personal y que se guardan como un tesoro en el Palacio de Mónaco. Confidencias en las que cuenta como una de sus visitas a la región y a las cuevas se incluye entre los días más felices de su vida. Ojo.
Los que acompañaron por las salas este viernes a su Alteza Serenísima (es lo que marca el protocolo) cuentan que preguntó mucho, que se detuvo ante varios de los paneles. Que mostró mucha curiosidad. Qué más quería Roberto Ontañón, que es director de Cuevas Prehistóricas de Cantabria por sus conocimientos y por su trayectoria, pero también por el entusiasmo que le pone al contar todo esto.
Él fue repartiendo explicaciones, con todo tipo de detalles. Encantado. Sobre todo, en la muestra 'Cantabria en el origen del arte', la que será permanente en el Centro de Arte Rupestre de Puente Viesgo. El Príncipe y la presidenta (parece el título de una película, pero no) pusieron las manos sobre uno de los paneles más icónicos del itinerario y él participó activamente en las partes más interactivas en el itinerario de la visita.
Una hora estuvieron más o menos recorriendo las dos exposiciones. Luego, entre invitados y periodistas, llenaron la Sala Multiusos del edificio. Alberto II se sentó en primera fila y escuchó a Buruaga y a la embajadora del Principado en España, Catherine Fautrier-Rousseau, que repartió su discurso a partes iguales entre el español y el francés. El final de la intervención de la presidenta regional incidió en las buenas relaciones, en el vínculo. «Estamos agradecidos por sus atenciones con Cantabria. Confío en que pueda regresar pronto. Estaremos encantados de recibirle en la que ya puede considerar su casa».
Más aplausos y un tono cordial que se repitió durante la firma del convenio. Mientras la consejera de Turismo y la directora del Museo de Antropología Prehistórica de Mónaco firmaban e intercambiaban documentos, el Príncipe, de pie, detrás, bromeaba a derecha y a izquierda con la embajadora y la presidenta de Cantabria. Y repitieron esas sonrisas en el intercambio de regalos con el que se cerró la agenda oficial de la jornada. Alberto II le entregó a Buruaga un retrato de Alberto I. Lo dicho, este viernes jugaba en casa.
Un par de entrevistas cortas, foto con el personal del centro, con los cónsules y con la corporación del Ayuntamiento de Puente Viesgo. Y una caña. Es lo que eligió para beber en el cóctel por gentileza del Principado y servido desde el Balneario de Puente Viesgo. Un rato sin el corsé del protocolo antes de volverse a subir al coche para regresar al aeropuerto (a las cuatro de la tarde estaba previsto el despegue).
'Au revoir, Prince de Monaco'.
. Lo que dejó escrito el Príncipe Alberto en el libro de honor de las instalaciones de Puente Viesgo no fue el típico 'con cariño...' acompañado de una firma. Se tomó su tiempo y no escatimó en palabras ni en detalles. «Fiel a la promesa de volver que formulé en 2022 con ocasión de mi visita en el marco del centenario del fallecimiento del Príncipe Alberto I, estoy contento y orgulloso de descubrir hoy, ahora acabado y abierto al público, el Centro de Arte Rupestre que lleva el nombre de mi tatarabuelo. Deseo que su notoriedad y la asistencia estén a la altura de la inversión que le ha sido consagrada por Cantabria. En la fidelidad a la obra del Príncipe Alberto I de Mónaco, este centro puede contar con el apoyo de las institucionales patrimoniales del Principado de Mónaco que gestionan su legado. Alberto II de Mónaco, en Puente Viesgo, a 31 de mayo de 2024».La firma, tras los discursos y después de dejar sellado el acuerdo de colaboración entre Cantabria y el Principado, fue el último acto en la agenda. Casi, de hecho, ya fuera de la parte más oficial de la visita, mientras los invitados abandonaban el salón multiusos del centro de Puente Viesgo y antes de atender, junto a la entrada, un par de entrevistas. Luego, más relajadamente, llegó la hora de tomar algo antes de dar por terminada la jornada.
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Ana del Castillo
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