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Diego Ferreño, profesor titular de la Universidad de Cantabria de Ingeniería de Materiales, recuerda cuando un día llegó a su laboratorio un señor con una bolsa de plástico ensangrentada. Era su prótesis de cadera; se le había roto, había tenido que pasar de nuevo por ... el quirófano y lo iba a llevar a juicio por el trastorno que le había supuesto. El hombre tenía razón: la investigación del Ladicim (Laboratorio de la División de Ciencia e Ingeniería de los Materiales) determinó que aquella cadera tenía un defecto de fabricación que provocó la rotura de la prótesis.
A pesar de este caso, lo cierto es que no suele haber sangre sobre su mesa de trabajo; en vez de los huesos resecos y las vísceras agusanadas de los CSI de la televisión, la ingeniería forense trabaja con barras de metal seccionadas y piezas de hormigón rotas... o con las piezas de cerámica redonda que recubren el centro Botín.
La reciente sentencia que atribuye a la empresa Tot Disset la responsabilidad del fallo en la cobertura cerámica del Centro Botín se ha fundamentado en la investigación realizada por el Ladicim, que determinó que el problema radica en el sistema defectuoso de anclaje de los azulejos redondos. Este laboratorio, creado hace 35 años y adscrito a la Universidad de Cantabria (UC), con sede en la Escuela de Caminos y que cuenta con un equipo de treinta personas, se dedica al análisis de la rotura de componentes basado en el estudio del material a escala microestructural: a Ferreño le gusta decir que ellos se dedican a romper cosas.
«En 2017 nos contrata OHL –parte de la UTE que construyó el Centro Botín– porque se estaban rompiendo las cerámicas y querían saber qué estaba pasando. En principio, había dos posibilidades: que la responsable de la rotura fuese la cerámica o que la causase el sistema de sujeción, un tornillo fijado a los azulejos con una resina epoxi».
Se sabía que en la parte de arriba del edificio están rotas entre el 30 y el 60% de las piezas, un porcentaje que disminuye hasta el 4% en los costados, mientras que en la panza no se presentan problemas. «Esto hace pensar como hipótesis que el cambio de temperatura asociado a la exposición de la cerámica al sol puede ser la causa. Y nos pusimos a investigar».
El trabajo detectivesco comenzó exponiendo las piezas a un proceso acelerado de calentamiento y enfriamiento que simularía esta exposición diaria al sol. Para estos experimentos se utilizaron cerámicas con el tornillo fijado con epoxi, como las que tiene el centro Botín; otras en las que el perno se unió con silicona y otras con la cerámica desnuda, sin tornillo. Solo se rompieron las de la resina epoxi: primera prueba.
«Vimos que había fundamentalmente dos tipos de rotura: la pieza se parte en dos mitades o bien se salta un casquete en la parte central superior, sobre el anclaje. Se planteaba la posibilidad de que el craquelado –estético– del esmalte actuase como iniciador de la rotura, que la grieta superficial profundizase en el material cerámico». Para comprobarlo, se estudiaron piezas con el casquete roto y al observarlas con el microtac se descubrió que la fisura nace en el anclaje, y no en la superficie. También se estudiaron piezas intactas, seccionándolas con una cortadora de precisión, para ver si la grieta del esmalte exterior se adentraba a la cerámica. Negativo: segunda prueba.
«También acudimos al Centro Tecnológico de Componentes y les pedimos un modelo por ordenador, para ver cómo se comporta el sistema –el disco cerámico y la sujeción– y las tensiones que soportaba el material». El sistema de sujeción incrementaba esta tensión en un 350%: tercera prueba.
Por último, había que comprobar si el diferente sistema de fabricacion de las piezas había influido en algo: cuando Cerámica Cumella recibió el encargo de hacer los discos cerámicos, realizó las primeras tiradas en sus hornos, pero para responder a todo el pedido (casi 300.000 piezas), tuvo que recurrir a un proceso más industrial. Los estudios del Ladicim, los del Instituto de Tecnología Cerámica de Castellón y los del italiano Studio MM determinaron que no había diferencia de calidad y que unas piezas y otras cumplían perfectamente su función: cuarta y definitiva prueba.
Todo esto llevó a la conclusión de que el distinto comportamiento ante el calor de la cerámica y el sistema de sujeción es la causa de la rotura de las piezas: el anclaje, al dilatarse más, actúa como una cuña en el interior del azulejo, y puede acabar rompiéndolo. Eso supone que la Firma Tot Disset, responsable del anclaje defectuoso, es también la que ha provocado esa patología en el edificio.
¿Qué va a pasar ahora? «Probablemente haya que sustituir todas las cerámicas», aventura Diego Ferreño. «Encontrar una alternativa técnica puede suponer un proceso de un año de duración. Hay que hacer un estudio pausado en el laboratorio para identificar las causas de la rotura a largo plazo, y eso lleva tiempo. Nosotros podríamos hacerlo». A este investigador de la UC le gusta mucho una frase de Richard Feynman, un científico norteamericano que ganó en 1965 el Nobel de Física: «Para una tecnología exitosa, la naturaleza debe tener prioridad sobre las relaciones públicas, porque a la naturaleza no se la puede engañar».
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