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Ordenado monaguillo por el cura de su pueblo sin tener aún la edad suficiente para serlo, Manuel Sánchez Monge (Fuentes de Nava, Palencia, 1947) va a concluir su vida sacerdotal con 76 años y rango de obispo, grado jerárquico que le ha permitido besar el ... anillo papal puesto en la mano de tres pontífices. En la de Juan Pablo II, al que visitó siendo el polaco ya anciano, en la de Benedicto XVI, que firmó su primer nombramiento como obispo, y en la de Francisco, que le hizo mitrado en Santander, ciudad de la que se va –«pero adonde pienso regresar»– para reunirse en Valladolid con su hermana melliza, Raquel.
–¿Qué resumen podría hacer de sus ocho años y medio como obispo de Santander?
–La impresión ha sido buena, porque en este tiempo he podido llevar a cabo muchos de los proyectos que tenía en mente y además también algunos otros que me han trasladado los sacerdotes, los religiosos, los seglares... colaboradores con los que hemos trabajado muy bien.
–Los últimos cuatro han sido particularmente complicados. Una pandemia, una crisis económica, dos guerras...
–Muy complicados. Y muy duros. Y déjeme decirle que la situación no es para nada esperanzadora porque con las guerras no se sabe. No se sabe cuándo van a acabar, no se sabe cómo van a acabar... Y a mí particularmente me supone una especial desazón pensar en todo cuanto se está destruyendo y no se va a poder reconstruir, que son las miles de vidas humanas perdidas.
–¿Considera alcanzados todos sus objetivos?
–No, todos no, no ha sido posible. Pero a decir verdad me marcho contento y satisfecho de la labor que he desempeñado.
–Su Diócesis no ha tenido preocupaciones distintas a las comunes de todas las demás, ¿o sí?
–No, en absoluto.
–Pues, si no le parece mal, vamos a concentrarnos en los problemas más importantes que afronta ahora la Iglesia católica.
–Bien, adelante.
–Por ejemplo, la auténtica sangría de fieles que está causando el empuje de la secularización, lo que ustedes califican como la 'indiferencia religiosa'.
–Y conscientes de este problema estamos poniendo en práctica la nueva evangelización, un camino que ya el Papa Juan Pablo II indicó que teníamos que andar y que nosotros hemos comenzado a sabiendas de que el cristiano no nace; se hace.
–Tampoco es desconocida la honda preocupación que existe en la institución por la falta de vocaciones sacerdotales.
–No lo es, no.
–¿Cree que las medidas que se aplican para cortar esa tendencia están surtiendo efecto?
–No el que nosotros quisiéramos y, por lo tanto, también sobre esto tenemos que empezar a pensar en tomar decisiones.
–El Papa Francisco se va a reunir en apenas unos días con los obispos españoles para abordar la situación de los 45 seminarios que existen en España y de los que un reciente informe no habla precisamente muy bien. ¿Qué puede decir usted acerca del de Corbán?
–El seminario continúa abierto y está apto para acoger los diferentes actos de carácter diocesano que tienen relación con la actividad pastoral de nuestra Diócesis porque tiene unas instalaciones muy buenas.
–¿Qué espera usted de ese encuentro con el pontífice?
–Nada en particular, en verdad. Acudo en calidad de administrador apostólico de esta Diócesis y encantado de acompañar al nuevo obispo en ese viaje.
–Otra de las grandes preocupaciones de la Iglesia son los daños que puedan causar a sus cimientos los abusos sexuales cometidos y silenciados en su seno. ¿Va a ser esta la cruz más pesada con la que tenga que cargar la institución?
–Ya lo es, no tenga duda. A nosotros, a la Diócesis de Santander, solo se nos ha reportado un caso, con la particularidad de que se trataba de un sacerdote que había fallecido hace diez años y que pasó sus últimos días en un psiquiátrico. En cuanto a la víctima, con la que yo he podido hablar, dijo que no quería ni denunciar ni que se le resarciese por ello, y cuando en nombre de la Diócesis le pedí perdón él me dijo que no me preocupara porque él también había perdonado a quien le hizo el daño.
–Usted ya se ha pronunciado sobre la reparación a las víctimas de abusos sexuales.
–Creo que muy claramente.
–Y la Iglesia lo ha hecho también asegurando que colaborará con el fondo de compensación a las víctimas... pero siempre y cuando el mecanismo que se utilice se articule para compensar a todas las víctimas de abusos en la sociedad, y no solamente a las de la Iglesia.
–Efectivamente.
–Da la impresión de que se muestren reacios a pagar.
–No, no tenga usted esa impresión. Lo que pasa es que estamos sufriendo una discriminación. Las encuestas, las fidedignas, dicen que el número mayor de abusos sexuales se dan en el entorno familiar, en el entorno escolar y en el entorno deportivo, y que la Iglesia es uno de los ámbitos en los que, habiéndose producido casos de abusos sexuales, estos lo han sido en menor número proporcionalmente hablando. Y, en cambio, solo se pone el foco en la Iglesia.
–Ya.
–Y no es entendible que siendo todas víctimas de abusos sexuales, luego teniendo todas los mismos derechos, a las que lo son de la Iglesia se las indemnice y a las que no lo son, no.
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Nacho González Ucelay
–¿Cree que la sociedad acabará perdonando a la Iglesia?
–Somos conscientes de que los casos de abusos sexuales son un lastre enorme para la institución, pero yo, personalmente, estoy seguro que con el paso del tiempo y, sobre todo, viendo que nos hemos tomado esto muy en serio, nuestra labor de evangelización acabará resplandeciendo por encima de esta polémica.
–Hablando de perdón...
–...Ya sé por donde viene...
–...Algunos obispos han calificado de «inmoral» la ley de amnistía que han pactado el PSOE y el independentismo catalán. ¿Qué piensa al respecto el de Santander?
–Pues piensa lo mismo que ellos, porque lo que no se puede es amnistiar a personas que han estado vinculadas con el terrorismo y que han defraudado y se han enriquecido a base de robar... Además, hay perdones que requieren de un acto de contrición y una restitución y no parece que sea este el caso.
–El obispo de Alicante, José Ignacio Munilla, ha recordado que el indulto es perdonar al pecador, pero la amnistía es olvidar que existió el pecado.
–Sí, y no era eso lo que se esperaba. Como tampoco lo era que un señor que se escapa del país oculto en el maletero de un coche pueda volver a los sones de una marcha triunfal.
–Y el arzobispo de Barcelona, Juan José Omella, fue propuesto por el prófugo Puigdemont como mediador.
–Sí, pero no llegó a aceptar ese ofrecimiento.
–¿Está la Iglesia española dividida por este asunto?
–Yo pienso que esto es como todo, que dentro de las diócesis catalanas habrá obispos que no estén de acuerdo con la amnistía y obispos que estén de acuerdo, supongo que porque la ven como un paso hacia la buena convivencia entre las gentes de Cataluña. Pero yo creo que no es verdad. Eso de que la amnistía va a traer la paz social... Bueno. En fin. Ya estamos viendo que este proceso no está trayendo más que problemas.
–¿Hasta dónde piensa que debe la institución adentrarse en esta polémica?
–La Iglesia no está para resolver los asuntos políticos del país. No es esa para nada su función. La Iglesia está a otro nivel. Lo que pasa es que este asunto es tan importante y afecta tan directamente a las personas que nosotros no nos podemos mantener al margen.
–Otro asunto 'político-eclesiástico' que concierne a la Iglesia tiene que ver con la Ley de Memoria Histórica de Cantabria, sobre la que usted dijo en su día: «A veces solo nos acordamos de lo que por ideología nos interesa y esa es, a mi juicio, una postura muy sectaria».
–Recuerdo esas manifestaciones, y las mantengo.
–A la luz de aquella afirmación, ¿debe entenderse que se congratula por la decisión del PP de derogar esa ley?
–Si se deroga, mejor.
–En la misma entrevista en la que dijo aquello expresó también un cierto temor interior: «La sola idea de tener que renunciar a una familia me hizo titubear», admitió sobre su carrera eclesiástica.
–Sí.
–¿Ha resuelto esa duda?
–Creo que el sacrificio ha merecido la pena, porque, al final, he conseguido crear una familia aún más grande de la que podría haber formado casándome y teniendo hijos.
–Si volviera a nacer, monseñor, ¿qué error no repetiría?
–Creo que, a veces, me he puesto un poco serio.
–¿Y en qué acierto incidiría?
–Para mí lo fue poner a toda la Diócesis en 'modo misionero'. No conformarnos con vivir la fe en nuestro hogar sino anunciarla a los demás.
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