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Atender la importante demanda de atraques para embarcaciones de recreo en el entorno de la bahía es el objetivo que se ha marcado la Autoridad Portuaria de Santander (APS), que en la reunión de su consejo de administración celebrada el pasado jueves aprobó las bases ... del concurso para el nuevo puerto deportivo de El Astillero, que contará con setenta amarres más. «La demanda estimada de atraques está por encima de las 800 embarcaciones», señala Francisco Martín, presidente de la Autoridad Portuaria.
Según Martín, el grueso de la demanda es de atraques para embarcaciones menores, de entre cuatro y ocho metros de eslora, y se reclaman unas instalaciones «muy accesibles para el usuario». «En su mayor parte son aficionados o jubilados de la mar», señala Martín, quien destaca que es por ello que en el caso de las bases para el concurso de la futura dársena de El Astillero «se primarán el coste y los servicios a los usuarios».
En su repaso de la situación actual de las dársenas del entorno de la bahía, el presidente de la APS recuerda que ahora hay barcos atracados en boyas en Raos, que en su mayor parte son alegales; también hay embarcaciones alegales e ilegales en El Astillero (Orconera y San José) y durante el verano los barcos fondean frente al Club Marítimo de Santander, en La Magdalena y en Somo, lugares que Martín califica de «inseguros» para los usuarios.
Ángel Cruz |Cruz Marina
A la escasez de amarres ha contribuido también un cierto boom en la náutica de recreo, que se ha visto frenado por las consecuencias de la pandemia, primero, y de la inflación y la guerra después, y que se traducen en demoras de años para adquirir una embarcación nueva.
«Ahora mismo no hay barcos para vender -afirma Ángel Cruz, responsable de Cruz Marina, dedicado a la náutica de recreo-. En los astilleros se trabaja sobre barcos vendidos y no hay producción. Y lo mismo sucede con los motores y los recambios y piezas de repuesto. Por poner un ejemplo, la tarjeta de microchip de un barco nos ha tardado en llegar tres meses, y se trata de una multinacional, no de un taller de aquí al lado».
«Sucede exactamente lo mismo que ocurre con los automóviles: ahora se puede tardar dos años en tener un barco nuevo, que es la demora que hay en las entregas. La pandemia rompió la trayectoria que llevábamos, y los astilleros dejaron de producir por esa incertidumbre: no se atrevían a construir barcos para dejarlos en una campa. A esa inseguridad que provocó el covid se ha sumado ahora la guerra de Ucrania: hay que pensar que el 80% de los barcos que se venden en España están fabricados en Polonia».
Juanma González-Torre | Velería Yarda
«La venta de barcos va como la economía -opina Ángel Cruz-. En 2005 vendíamos cincuenta barcos al año, y desde la llegada de la crisis económica no se ha vuelto a repetir. Ahora estamos como en 2008 y 2009, y aunque parece que hay mucha venta de barcos, no es verdad, porque ante la idea de tener que esperar dos años la gente se retrae. En la bahía se ve mucha moto de agua, mucha zodiac, pero ese no es el negocio de la náutica».
«El verdadero boom se ha producido en el mercado de barcos de ocasión», asegura Juanma González-Torre, de Velería Yarda. «Se ha vendido todo lo que flotaba. No sé si es porque hay alegría económica o porque la gente ha decidido gastar lo que tenía ahorrado. Desde luego ahora se ha vendido mucho más barco de segunda mano por los retrasos en las entregas de los nuevos, y se ha notado que han subido de precio».
«Hay un descenso de ventas generalizado en toda España, y las matriculaciones han caído un 17% respecto al año pasado», explica Pablo Portilla, comercial en Yates & Cosas. «Desde el pasado mes de febrero se ha notado más como consecuencia de la inflación y de la guerra de Ucrania. Hay mucho retraso por parte de los astilleros».
Esa situación en el mercado de la embarcación nueva contrasta con el del barco usado. «Hay mucha gente que ha optado por el barco de ocasión, y en los últimos años hemos agotado todo el stock, incluso en 2020, el año de la pandemia», continúa Portilla. «Este no deja de ser un sector muy sensible a todas las situaciones de crisis, ya que se trata de un bien que está catalogado como de lujo, para el ocio. Pero venimos de dos años muy buenos: 2020 y 2021 lo fueron. Creo que por todas las restricciones de acceso a las playas, las distancias... el que disponía de unos ahorros optó por comprarse su espacio de disfrute. Se esperaba que este fuese también un buen año, pero se ha visto truncado por la guerra de Ucrania».
A pesar de todo, y según recogen las estadísticas del Ministerio de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana, el número de embarcaciones de recreo inscritas en Cantabria desde 2017 y hasta febrero de este año asciende a 269. En este recuento no están incluidos los barcos de un dinámico mercado de segunda mano.
«Si antes había ya pocos atraques disponibles, con este exceso de embarcaciones hay aún menos: esto es como una ciudad que tiene coches y no tiene garajes», indica Juanma González-Torre.
Un cálculo aproximado arroja una cifra de unas 2.500 embarcaciones para los 1.700 atraques disponibles en el entorno de la bahía, con alquileres que en verano pueden superar los mil euros mensuales para un barco de ocho metros. Es por ello que muchos propietarios de barcos deciden sacarlos del agua al finalizar la temporada y guardarlos en naves durante el invierno.
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