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Se han dado varios casos. Desde el Puerto, para explicarlo, ponen como ejemplo –real– un camión de fresas. Un polizón trata de colarse en el remolque que las transporta hasta Inglaterra o Irlanda. Ha saltado la valla, ha rasgado la lona y se ha metido ... dentro. Aunque al hombre le hayan pillado, el daño ya está hecho. Cuando el transportista llega a su destino, el cliente le dice que, así, las fresas ya no sirven y la empresa tiene que enviar esa mercancía a la carrera por otro lado (por avión o por carretera) para cumplir con los plazos firmados. La consecuencia es que se multiplican sus gastos. Y no sólo eso. También que se «cuestiona la confianza en el sistema». En este caso, en el que le ofrece el Puerto de Santander. «Y todo el trabajo que has hecho durante mucho tiempo para captar a esos clientes y que vengan, se te puede venir abajo». Lo explica Jaime González, presidente de la Autoridad Portuaria.
El problema de los polizones sigue siendo un asunto de magnitud que preocupa al Puerto y a sus clientes. González adelantó ayer a este periódico dos medidas con las que pretenden generar un «efecto disuasorio». De entrada, se terminará de colocar la nueva valla de más altura en los puntos que aún están pendientes. Como máximo estará en cuatro meses. Pero habrá otra medida. Otra valla. En los «próximos meses» –posiblemente, tras acabar de poner la otra– se reordenará el embarque de los vehículos en los ferris. Coches y camiones (remolques) intercambiarán su punto actual de embarque. Y la zona destinada a los trailers estará acotada. Será un espacio cerrado, en el interior de la zona portuaria y delimitado por otra valla de cuatro metros. O sea, que el quiera colarse tendrá que saltar dos vallas.
González explica que «no tiene por escrito» la amenaza de las empresas de irse, pero reconoce tras lo publicado ayer por este periódico el riesgo de una pérdida de confianza de los clientes –que se podría traducir en su marcha–. Porque el ejemplo de las fresas es sólo eso. Un ejemplo. La cosa va mucho más allá. Motores, piezas para vehículos... Si llegan deteriorados, sucios, mojados porque la lona que les protege ha sido rasgada... Lo devuelven. «Muchos suministros van en lo que se llama flujo tenso». Para entenderse, se envían a un destinatario que no cuenta con un stock. O sea, que necesita que esa mercancía llegue en tiempo y forma para continuar con su cadena de montaje, de producción. Para responder.
900 intentos de salto de la valla se contabilizaron el año pasado para tratar de colarse en los barcos.
«La estrategia del Puerto en esta legislatura está enfocada a conseguir, además de los tráficos tradicionales, los de un transporte de mercancías que antes no se hacía», explica González. Esos clientes están directamente vinculados «a la confianza», a saber que el sistema es seguro. Por eso, si se producen esas devoluciones y se suceden, «el transportista decide desviarse a otro puerto (aunque en Bilbao están igual y en Gijón empiezan a tener el mismo problema) o desviarlo hacia el tráfico por carretera». Ahí está el problema. El riesgo de perder clientes.
El cambio de valla que tanto dio qué hablar a finales del año pasado abarca desde el Centro Botín hasta el inicio de Antonio López, justo frente al local de la agencia de viajes de El Corte Inglés –hay ya un punto en ese tramo en el que está doblada–. ¿Por qué sólo hasta ahí? González aclara que la obra para colocarla se hizo en paralelo a la del ayuntamiento para urbanizar la parte exterior que transcurre por esa zona. El nuevo paseo marítimo. La idea era no ejecutar una obra y luego tener que levantarla o modificarla para poner la valla. Mejor y más práctico hacerlo todo junto.
La colocación del siguiente tramo –desde ahí hasta los tinglados de Antonio López– ya está adjudicada y tiene un plazo de ejecución de cuatro meses. El inicio de los trabajos es cosa de días o de semanas. Y en esta parte no será tan visible desde la ciudad. Sustituirá a la que hay actualmente por una zona interior. Es decir, que va por dentro y hacia el mar y se aleja de la acera (irá por detrás de los edificios de Comandancia y Sanidad Exterior, aunque luego volverá a conectar con el punto pegado a la acera). Eso ya está en marcha.
Primera valla
«La siguiente circunstancia es el próximo cambio de ubicación de los embarques de turismos y de semiremolques». La medida de la que habla González ya estaba anunciada. Los coches esperarán para acceder a los ferris frente a Cachavas y se beneficiarán de la cercanía de la Estación Marítima. Los camiones, por su parte, lo harán desde el otro lado del edificio de comandancia. «Será una finca cerrada con una valla adicional». La novedad. «Con estas medidas, en la línea de lo que ha hecho Bilbao, aunque allí ha sido con muros de hormigón, algo que nosotros no vamos a hacer, esperamos conseguir un efecto disuasorio», aclara el presidente de la Autoridad Portuaria, que también indica que, una vez se produzca el derribo previsto de los tinglados de Antonio López, la separación Puerto-ciudad que ahora delimitan los propios edificios, correrá a cargo de la valla.
El problema es evidente. El año pasado se contabilizaron novecientos intentos. Ayer, desde Delegación de Gobierno optaron por no hacer la valoración que se pidió desde este periódico. Manuel Pascual, de Brittany Ferries, sí comentó la noticia que publicó El Diario. «Nuestras quejas son las que teníamos hace un año o cinco meses. Entendemos que el Puerto hace lo máximo que puede y la Policía Nacional y la Guardia Civil hacen mucho. Pero la ley es muy permisiva y no protege estas zonas sensibles en los puertos. No se entiende como delitos aunque se causen destrozos. Si saltasen la valla del aeropuerto para intentar meterse en un avión, el calado sería distinto. Pero parece que en los Puertos es todo más permisivo». O sea, que saltan, les localizan, les sueltan y vuelven a intentarlo pasado un rato.
Segunda medida
Pascual cuenta que en las últimas semanas se han colocado los remolques en la parte más cercana al nuevo vallado para reducir la franja que hay que vigilar. «Y la cosa ha mejorado un poco». Pero el problema persiste. Lo reconoce también Antonio Toca, presidente del comité de empresa en el Puerto. «Esto es un problemón que nos ha caído a Bilbao y Santander y que en Gijón está empezando». Él confirma que los destrozos en camiones y remolques son «tremendos». «Y no son lo que se decía al principio, que recibían el apoyo de ONG. Vienen con dinero y cuando se les acaba tienen que conseguirlo como sea».
Respecto al salto de la valla asegura, de hecho, que son «chavales de entre 18 y 30 años, exmilitares que se las saben todas». «Es un tema de difícil arreglo». Habla de falta de personal, porque «en diez años no ha entrado nadie» y cuenta el caso de un sábado «que saltaron diez, seis estaban reclamados, pero les llevaron a extranjería y, como está cerrado, les tienen que soltar». «Los que pueden hacer algo son las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado porque la Policía Portuaria poco puede hacer más allá de detectarles».
Precisamente desde la Policía Portuaria comentaban ayer a este periódico que han reclamado más efectivos. «Al aumentar el número de personas que intentan saltar, aumentan los riesgos». Pese a que en las últimas semanas está algo «apaciguado» confirman que en Navidad «fue horroroso» y temen la proximidad del verano. «Si queremos atajarlo hace falta más personal». Fuentes de este colectivo explican que se ha pasado de una única patrulla los fines de semana a dos, que les han entregado Equipos de protección individual (EPI) y que se ha puesto «seguridad privada de forma provisional» para reforzar la vigilancia –ellos sólo pueden hacer eso, vigilar–. «Sabemos que se han pedido más plazas a Puertos del Estado, pero se han concedido seis para el personal de todo el Puerto. De toda la plantilla, no sólo de la Policía. Y nosotros, mínimo, necesitaríamos diez. –se han concedido cinco más adicionales si el Brexit se hace efectivo como control de frontera, pero ese es otro tema–».
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