![La realidad y el escepticismo](https://s1.ppllstatics.com/eldiariomontanes/www/multimedia/202102/28/media/cortadas/javier1-kgCD-U130665691036qC-1248x770@Diario%20Montanes.jpg)
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Del mismo modo que ahora son numerosas las personas que dudan sobre la cantidad real de fallecidos por coronavirus –es decir, de las cifras oficiales–, también se dudó hace un siglo con la denominada 'gripe española' cuando las autoridades trataban de quitarle hierro al ... asunto para que no pareciera tan grave como se podía constatar, por desgracia, en cada localidad de la tierruca.
Muy atento a tal panorama, El Diario Montañés afrontaba la situación con una información publicada el viernes 25 de octubre, que decía, bajo el título 'La opinión pública', lo siguiente: «En la opinión pública se manifestó ayer un franco escepticismo sobre las noticias oficiales facilitadas a la prensa en relación al curso de la epidemia, no participando del optimismo que, en ellas basado, asienta la afirmación de un decrecimiento. La mayor parte del vecindario, fundamentándose en hechos que no pueden escapar a la pública observación, cree que la deducción de los hechos desmiente tan halagadora afirmación, hecha quizá con mejor intención que acierto. Porque con cuidado al lanzarla a la publicidad se habla siempre en general, establece un equívoco que no deja lugar a la apreciación parcial, pareciendo que se trata de extraviarla». ¿Tiene o no vigencia este texto periodístico?
Añadía la noticia: «Algunos vecinos se llaman a engaño con ese procedimiento, anunciándose propósitos de una pública protesta por entender que en estas circunstancias se debe al público la verdad». Y quedaba rematada con el hecho de que redactores del periódico habían salido a la calle para visitar lugares clave. Comprobarían así que la mala situación general no sólo no había descendido, como indicaban los comunicados oficiales, sino que se observaba «un agudo recrudecimiento» de las cifras.
Como realidad no existe más que una y cuando pintan bastos hay que afrontarla de cara, otra noticia informaba sobre la reunión de la llamada 'Junta Provincial de Sanidad', celebrada en el despacho del Gobernador, que él se encargó de presidir. No estaría tan bien el panorama cuando, según detallaba El Diario Montañés, «los reunidos acordaron dirigirse a la Diputación, por medio del señor Gobernador, para que con carácter urgente se reúna y obtenga medios extraordinarios en vista de la situación sanitaria de la provincia».
La compleja realidad provocada por la pandemia se concretaba, igual que acontece hogaño, en todo tipo de casos. Uno quedó plasmado en estas páginas. Lo reproduzco literalmente vía hemeroteca: «En Camargo ha fallecido el señor Williamson, de nacionalidad inglesa, y la Junta, en vista de las circunstancias y cumpliendo órdenes de la superioridad, no puede acceder al traslado al cementerio anglicano de Santander, debiendo enterrarse en el cementerio de Camargo, tirando una sección de tapia o adosando una sepultura que mañana mismo se cerrará con todo decoro y garantía sanitaria, en sitio adecuado, procurando ponerse de acuerdo con el pastor protestante».
Otra de las informaciones detallaba que el Ayuntamiento de Santander se disponía a «solucionar el conflicto de los niños convalecientes, con objeto de aumentar la capacidad de los hospitales» y que el señor Agüero se encargaría de realizar la gestión «de si conceden la plaza de toros para instalar convalecientes enfermos».
Mientras tanto, el goteo de personas contagiadas y óbitos seguía imparable. El Diario Montañés imprimía la siguiente relación de personas fallecidas durante los últimos días de octubre: «Liendo, una; Entrambasaguas, una; Ampuero, tres; Los Corrales de Buelna, tres; Enmedio, cuarenta; Suances, cinco; Liérganes, dos; Ruente, una; Ramales, tres; Ribamontán al Monte, ocho; Soba, tres; Guriezo, dos; Ribamontán al Mar, una…». Y añadía en uno de sus comentarios: «Conviene no olvidar la enseñanza de tan dura lección. Por eso no nos cansaremos de recomendar al público la prudencia que aconsejan la ciencia y la experiencia». Se apelaba, pues, a lo mismo que actualmente –es decir, al sentido común– para eludir el riesgo de infección y muerte, enorme en todos los ámbitos.
Dijeran lo que dijeran las autoridades, el pueblo sentía miedo. La pregunta que se hacían los ciudadanos era, como hoy, concreta: ¿de qué modo se combate con eficacia a un enemigo invisible?
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