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El 6 de octubre de 2021, entre las nueve y media y las diez y media de la noche, Rafael Larios acabó brutalmente con la vida de su madre, Pilar Moreu, una enfermera jubilada que estaba entregada a diversas causas sociales y que estaba apunto ... de cumplir los 80 años. Ambos convivían en el mismo domicilio donde se produjeron los hechos (en la calle Calvo Sotelo de Santander) junto a otro hijo de la víctima y hermano del agresor.
Desde aquel trágico día, Rafael no ha negado los hechos, es más, durante su declaración en la fase de instrucción incluso dio todo tipo de detalles sobre la agresión. Pero este lunes, en el arranque del juicio que se celebra frente a él en la Sección Primera de la Audiencia Provincial, cambió su versión (los acusados no están obligados a decir la verdad en un juicio) y sostuvo que no recuerda nada, aunque sigue sin negar la agresión. Por eso, lo que tendrá que determinar el jurado popular encargado de enjuiciarle es si era consciente de lo que estaba haciendo o por el contrario tenía anuladas sus facultades volitivas y cognitivas como sostiene su abogado defensor. Es decir, que tenía una anomalía psíquica. La diferencia entre el primer supuesto y el segundo estriba en que el acusado acabe en la cárcel o bien en un centro psiquiátrico.
La fiscal encargada de este caso, Carolina Santos, lo tiene muy claro. En su escrito de acusación provisional solicita una pena de 23 años de cárcel y una indemnización de 170.000 euros para sus hermanos por un delito de asesinato con ensañamiento, alevosía y agravante de parentesco. «El acusado era consciente de que con la brutal paliza que le estaba dando a su madre podía causarle la muerte», aseveró, adelantando que así lo recoge el informe forense que obra en la causa.
En la misma línea, la acusación particular –que eleva la pena a los 25 años de cárcel– califica al procesado de «animal racional» porque «no tenía una enfermedad que le impidiera distinguir lo que hacía».
Sin embargo, la defensa cree que Rafael «realmente no es un asesino» y para demostrarlo ha encargado un informe a Jesús Artal, Jefe del Servicio de Psiquiatría del Hospital Universitario Marqués de Valdecilla. «Cuando llegué al lugar de los hechos me lo encontré desnudo, ensangrentado y absolutamente desorientado», explicó al jurado, al tiempo que aseveró que su cliente «tiene una manera de percibir la realidad distorsionada y una anomalía psíquica clara».
A la hora de elaborar su relato de los hechos, la fiscal tuvo en cuenta la primera declaración que realizó Rafael ante la jueza de instrucción donde dio todo tipo de detalles sobre cómo acabó con la vida de su progenitora. «La empujó con gran agresividad al suelo y al intentar frenar la caída la mujer se fracturó los dos brazos debido a la importante osteoporosis que padecía. Quedó tumbada boca abajo y él se puso sobre su espalda y le fracturó todas las costillas por aplastamiento y la golpeó con gran violencia, de forma reiterada con diversos objetos como una televisión y un router. Además, le propinó siete mordiscos en la espalda y otro en la oreja derecha, arrancándole un parte».
Sin embargo, Rafael no recordaba nada de esto este lunes y lo achacó a los problemas mentales que padece y a que «mi mente no estaba bien esos momentos». Tras mantener que no tenía «ninguna relación» con su madre ni con su hermano, aseguró que el día autos, al llegar a casa, «después de fumar un canuto solo y otros tres con dos personas más en una asociación cannábica», no se sentía bien. «Sentí oscuridad y mucho frío. Vi el salón diferente a cuando era pequeño. Porque a veces me veo como un niño, pero luego me doy cuenta que soy un adulto».
Después de «encender todas las luces», dice que fue a la habitación de su madre y discutieron. «Me hizo mil gestos y me insultó de todo». A partir de aquí, lo único que recuerda es que salió del cuarto, rompió los cristales de la ventana de la cocina «porque estaba oscuro y quería ver la luz» y se quitó la ropa «porque me sentía sucio, por todo... no sabía lo que había ocurrido». «No recuerdo abalanzarme sobre ella, ni golpearla, tampoco que la ate, pero sí que tenía un cable en el pie izquierdo», manifestó. «Es imposible que se pudiera defender», añadió, aunque tampoco recordaba haberla mordido. «Sí recuerdo tener pelos en la boca cuando llegó la Policía Nacional». ¿Y recuerda usted en qué pensaba cuando la estaba matando?, interpeló la fiscal. «No», contestó. «Estoy tan mal psiquiátricamente que a veces no sé lo que es verdad y mentira. Tengo un bloqueo total».
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Finalizada su declaración, la fiscal advirtió al presidente del tribunal, el magistrado Ernesto Sagüillo, de varias contradicciones del acusado sobre su primera declaración como que no reconocía el salón, «dando a entender desorientación», o los numerosos gestos e insultos que profirió la madre. «En su declaración poco después de los hechos, que tenía más recientes, relató la agresión con precisión y ahora dice que no recuerda nada», resaltó Santos.
Tras la declaración del acusado, comparecieron dos testigos, que son pareja y vecinos del acusado y la víctima, y coincidieron en que en el momento de los hechos creían que Rafael «se podía estar haciendo daño asimismo» y que podía estar sufriendo un «brote psicótico».
Sobre las diez de la noche del día del crimen, dicen que recibieron la llamada de una familiar, vecina también del acusado, alertando de que había oído un ruido de muebles. Media hora después vieron como Rafael empezó a tirar objetos desde la ventana de su cocina y avisaron a la Policía Nacional. «Le vimos alterado, no decía palabras coherentes. Estaba ido, con la cara desencajada, no estaba en sus cabales. No tenía pinta de estar muy cuerdo». Esta pareja, que tenía una «relación cordial» con él, subió hasta la vivienda del acusado para preguntarle si se encontraba bien y les respondió: «Ahora abro», pero no llegó a abrirles la puerta.
El juicio continuará este martes con la declaración de más testigos y se prolongará hasta el viernes, 27 de enero, día en el que el jurado emitirá su veredicto.
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