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La escena es ya conocida: un joven subido en el techo de un coche que circula sobre el puente de Treto se lanza a la ría en marcha. A partir de ahí, la serie de reacciones previsible: mientras la Guardia Civil trabaja en la ... identificación del temerario muchacho y del conductor para escarmentarlos, la grabación corre como la pólvora por las redes sociales, provocando que unos se echen las manos a la cabeza ante tal inconsciencia y otros aplaudan y rían la machada.
En realidad, la situación no es nueva, y viene siendo habitual que los medios se hagan eco de tal o cual peligrosa majadería protagonizada y difundida por tiktokers, instagramers o influencers, a menudo cuando la tontería le cuesta la vida al sujeto en cuestión, puro darwinismo en opinión de gran parte de su audiencia.
La lista de retos que han acabado mal es larga, desde el spiderman de barrio que cae escalando un edificio al que acabó sus días zambulléndose desde una motora en marcha en un salto mortal literal. Los hay, aparentemente, más inocuos, que también encierran peligro: el desafío de la canela consiste en ingerir una gran cantidad de esta especia en polvo, sin ayuda de agua, lo que puede provocar tos, vómitos, asfixia y que, en el caso de un adolescente, fue el desencadenante de un ataque cardiaco. A veces se trata de una apuesta bienintencionada: recuerden la campaña para 'mojarse' por la esclerosis múltiple en la que no bastaba con el donativo, sino que era preciso echarse un cubo de agua por encima. El participante más exagerado, un vecino de Ampuriabrava, en Cataluña, terminó hospitalizado después de que un hidroavión contra incendios arrojase sobre él 1.500 litros de agua.
¿Cómo se explican estos comportamientos? Según Juan Carlos Zubieta, catedrático y sociólogo de la Universidad de Cantabria, «existen factores psicológicos, en la mayoría de los casos relacionados con la etapa evolutiva, con la adolescencia, con la falta de madurez. También intervienen rasgos de personalidad –que se encuentran en los jóvenes y en algunas personas adultas–: la necesidad de superar retos que les sirvan para aumentar su autoestima, el afán de protagonismo, de notoriedad, la imitación de otros comportamientos de riesgo que realizan otros jóvenes. Desde una perspectiva social y cultural, los factores que pueden ayudar a comprender ese comportamiento son: la atracción por lo prohibido, el reto de saltarse la norma y desafiar a la autoridad; el deseo de experimentar sensaciones fuertes. Se trataría, en ciertos casos, de una reacción –y un síntoma– frente a las frustraciones cotidianas, ante una existencia 'gris', monótona, con falta de horizontes».
«A priori parecería que en actos como éste la omnipotencia está absolutamente presente y los límites entre la realidad y la ficción parecen borrarse en la cabeza de quien los realiza. Es como si dijeran: 'Puedo hacerlo todo, a mí no me ocurre nada'», opina la psicóloga Raquel Ruiz Incera. «Además, en este caso tienes como premisa fundamental el ser grabado y exhibido en las redes sociales: si no no tiene el efecto buscado; se necesita que esto sea visto, que sea admirado. Las redes sociales son, evidentemente, un espacio que permite ampliar las posibilidades relacionales, pero a su vez no están exentas de riesgos: se miente mucho, lamentablemente, y se vende una imagen ideal de uno mismo que, posteriormente, al cerrar la pantalla, nos devuelve a nuestra realidad llena de limitaciones».
«Detrás de una conducta arriesgada puede haber una enfermedad mental, pero es poco frecuente –sostiene Jesús Artal, jefe del Servicio de Psiquiatría de Valdecilla–; hay conductas que podemos considerar temeridad, estupidez, que buscan notoriedad: no es la gloria que perseguían los antepasados, ahora parece que lo que importa es ser famoso y no importa el motivo». Considera, no obstante, que las acciones arriesgadas son bastante comunes en ciertos momentos de la vida –«¿quién no ha hecho algo para impresionar a los amigos, o a alguna chica?»–, aunque quizás hoy resultan más frecuentes por el efecto de las redes sociales. «Ahora resulta más tentador porque esa fama absurda se alcanza de forma inmediata. Ese incremento de 'hazañas' nos lleva a pensar si somos más tontos que antes. Sin duda, las redes ayudan a que, si eres un estúpido, lo sepa todo el mundo».
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