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miguel ángel revilla
Domingo, 1 de abril 2018, 08:40
Hace treinta años, en un paraje devastado por la actividad minera, que desde el aire parecía un paisaje lunar, el entonces presidente de Cantabria tuvo la brillante idea de crear el Parque de la Naturaleza de Cabárceno. Cuando los romanos conquistaron el territorio de los cántabros, hace 2.000 años, descubrieron en las entrañas de un monte próximo a la bahía de Santander un inmenso patrimonio de mineral de hierro. La actividad minera se mantuvo hasta hace cincuenta años y hoy ese espacio alberga un parque natural único en el mundo, donde viven en régimen de semilibertad 120 especies animales, cincuenta de ellas en peligro de extinción.
La idea de aprovechar grandes espacios naturales ha sido un gran éxito. Ejemplares de distintas especies se reproducen en Cabárceno con toda naturalidad, desde elefantes a osos pardos, pasando por gorilas, rinocerontes blancos... Todos los años tienen lugar alrededor de 2.200 nacimientos y el parque está considerado un importante centro de estudios del comportamiento animal. A los visitantes se les ofrece la oportunidad de ver de cerca la conducta de las diferentes especies en un estado muy similar al que tienen en libertad.
Entre los más de mil animales que residen en Cabárceno, la estrella es el oso pardo. Más de ochenta ejemplares se reproducen y son felices en este recinto.
En el año 2008 me llamó el presidente de Asturias, que era entonces Tini Areces, para pedir un semental e intentar la reproducción de dos osas, Paca y Tola, que viven en el Aula de Educación Medioambiental de Santo Adriano. Yo le prometí todo mi apoyo. Desgraciadamente, Tola falleció a principios de 2018.
La Fundación Oso de Asturias (FOA) dirigió la solicitud al parque. La empresa pública Cantur, responsable de su gestión, contestó rápidamente para ofrecer cinco opciones de machos. El Departamento de Reproducción de la prestigiosa Facultad de Veterinaria de la Universidad de León hizo las pruebas oportunas a esos cinco animales; se aportaron datos de tamaño, peso, edad, perfiles de testosterona y producción y calidad de esperma. Después de valorar los datos, la Fundación Oso de Asturias optó por el candidato que parecía más apropiado, el oso Furaco.
Furaco nació el 10 de febrero de 1997 en el Parque de Cabárceno, y en el momento de su cesión se encontraba en su plenitud física y psíquica. Era uno de los machos dominantes del grupo, aunque no el más grande. Mostraba un comportamiento muy equilibrado con los machos y un ávido interés por las osas. Tenía entonces once años, edad que se considera el mejor momento sexual para un oso, y estaba acreditado como el padre de 17 criaturas.
En enero de 2008, el Gobierno de Cantabria firmó con la Fundación Oso de Asturias, ubicada en el pueblo de Proaza, las cláusulas del contrato de cesión de Furaco, que eran las siguientes:
1. Furaco continúa siendo, a todos los efectos, propiedad del Gobierno de Cantabria.
2. Solo puede ser ubicado en las instalaciones que la FOA tiene en Proaza, sin que sea posible ningún traslado sin la previa autorización del Gobierno de Cantabria.
3. La FOA se compromete a cuidar, alimentar y prestar los cuidados necesarios para la feliz estancia del animal en Asturias.
4. Los gastos originados por el traslado y alimentación irán por cuenta de Asturias.
5. Se permitirá a los servicios técnicos veterinarios de Cantabria visitar a Furaco cuantas veces sea necesario para comprobar que se le trata adecuadamente.
6. Se comunicará al Gobierno de Cantabria cualquier anomalía que se observe en el comportamiento del oso.
Se acordó una cesión por diez años. Y llegó el momento. El día 21 de abril de 2008, una caravana de vehículos, encabezada por mí, precedía a un camión transportín que llevaba a Furaco rumbo al pueblo asturiano de Proaza, donde le esperaban Paca y Tola. Después de tres horas de viaje llegamos a un recinto vallado de unas diez hectáreas perteneciente a la FOA. Cientos de asturianos, encabezados por su presidente, nos esperaban expectantes.
Las dos osas habían sido situadas en las proximidades del lugar donde iba a aparcar el camión que transportaba a Furaco. Se abrió el portón y salió a la pradería el imponente animal ante la exclamación general y el cerrado aplauso del gentío allí concentrado.
El primer contacto no fue nada prometedor. Las osas huyeron despavoridas al verle. Hubo comentarios de todo tipo. Los técnicos explicaban que era algo habitual y que, con el paso del tiempo, ese rechazo inicial desaparecería.
Pasaron dos o tres meses y los medios de comunicación comenzaron a elucubrar sobre la virilidad de Furaco. A partir de ese momento, y durante años, en mis frecuentes visitas a Asturias tuve que soportar bromas de todo tipo. Las más frecuentes me acusaban de haber enviado un oso gay. Tuve que realizar un reportaje en Cabárceno con el veterinario jefe y exhibir un certificado con la prueba de que Furaco era el padre de 17 osos. Y ahí ya me extendí en consideraciones más o menos jocosas.
La distancia y las diferencias de hábitat entre Cabárceno y Proaza no justificaban una inadaptación, por lo que empecé a comentar que en el reino animal, como en la especie humana, las tendencias sexuales no siempre marcan un patrón mayoritario. Y puesto que yo demostraba que Furaco era una máquina reproductora, ¿no podía existir la posibilidad de que las osas se gustasen entre sí? La polémica estaba servida.
Por fin, hace dos meses, y tras nueve años de estancia en Asturias, Furaco nos ha sido devuelto. Me cuenta el director del parque que desde su llegada no para de montar osas, como acredita la foto de la página siguiente. ¿Qué pudo pasar para que no se consiguieran los fines reproductivos que se perseguían? Dicen los expertos que a Furaco se le vio en algunas ocasiones practicando sexo con las osas, pero que estas eran ya muy mayores para quedar preñadas. Cuento esta historia para que mis amigos asturianos me dejen en paz con este tema y paren de acusarme de mandarles un oso inoperante. No tengo ninguna duda. Furaco valía, y Tola y Paca, no. El que tenga alguna duda que venga por Cabárceno y lo compruebe. Con este texto quiero devolver a Furaco la virilidad puesta en duda por los asturianos».
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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