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La tasa de alumnado cántabro que ha repetido curso en Secundaria repuntó el pasado año escolar tras el acusado descenso experimentado en el ejercicio 2020-21, que transcurrió enteramente en pandemia, y estuvo marcado por los protocolos anticovid y las aulas confinadas. De este ... modo, el indicador ha pasado del 3,3% registrado hace dos cursos al 6,4% contabilizado en el 2021-22, es decir, casi se ha duplicado.
Este valor medio, que alude a al tramo obligatorio de la ESO y también al Bachillerato -etapas que, individualmente, también han crecido, sobre todo la primera-, se extrae de los datos publicados por el Ministerio de Educación y FP este mismo mes. No es, ni de lejos, el mayor repunte (ese lo protagonizan Galicia, cuya tasa ha aumentado un significativo 254%, o La Rioja, donde el indicador se ha disparado un 158%) y, de hecho, Cantabria se comporta como lo hace la media del país, donde la tasa de alumnado repetidor en toda la Secundaria ha pasado del 3,8% al 7,3%.
Más allá de los aumentos registrados en el conjunto de la Secundaria, Cantabria mantiene la tendencia a la baja del indicador que mide la repetición en este tramo educativo -una caída progresiva que, salvo algún pico aislado, se sostiene desde hace al menos una década- respondiendo así al planteamiento de que repetir curso ha de ser un hecho «excepcional» y ha de tener una meta clara. En este sentido, «no ha cambiado nada», revela Mercedes García, directora general de Inspección e Innovación Educativa de la Consejería de Educación y FP. «La repetición tiene que tener una finalidad, no solo sirve para la adquisición de conocimientos, sino para el desarrollo integral de la persona y para que el alumnado mejore», sobre todo, en las etapas obligatorias (Primaria y la ESO, básicamente), añade.
La pandemia ha tenido mucho o todo que ver en los últimos cambios que han experimentado las tasas y porcentajes que miden los suspensos, las promociones o las repeticiones en el ámbito escolar. No hay que olvidar que en marzo de 2020, cuando España se encerró en casa para tratar de frenar la propagación de un virus desconocido, alumnos y profesores afrontaron el último trimestre del curso 2019-20 a distancia. La educación se trasladó a las pantallas y esa falta de contacto, aunque mucho más atenuada, se mantuvo al curso siguiente; un curso en el que Cantabria logró recuperar la presencialidad, pero en el que las rutinas escolares estuvieron fuertemente condicionadas por los protocolos anticovid. Se confinaron aulas con mucha frecuencia, se instauró el concepto de grupo burbuja, en los pasillos los alumnos circulaban por carriles dibujados en el suelo con cinta aislante y en los recreos no se jugaba al balón.
Ese curso, Cantabria fue una de las pocas comunidades que logró recuperar para las aulas gran parte de la normalidad alterada por el covid. Sin embargo, los más de 46.000 escolares de Infantil, Primaria y Educación Especial que regresaron a las aulas el 8 de septiembre de 2020 lo hicieron de modo distinto al acostumbrado: sin abrazos y accediendo al aula de forma escalonada. Incluso, hubo familias que pospusieron el regreso a clase por miedo al contagio.
Tanto ese como el anterior «fueron los dos cursos más complejos», evoca Mercedes García, cuya Consejería tuvo que rearmar, con ayuda de los equipos directivos y del profesorado, las rutinas educativas más básicas. Y en ese contexto pandémico, el Ministerio flexibilizó los criterios de evaluación mediante órdenes y disposiciones -por ejemplo, en 2020 se favoreció la evaluación continua y la promoción de curso- y eso, a todas luces, derivó en una caída drástica de las repeticiones que se hizo más evidente en el curso 2020-21 y que posicionó a España en sintonía con las cifras de otros países europeos.
En Cantabria, Primaria ha experimentado una caída significativa, pasando de una tasa de alumnado repetidor de 1,1% en el curso 2020-21 a una de 1,9% el pasado año escolar. Con esta última cifra, dos décimas más baja que la media nacional, la comunidad vuelve a marcar valores similares a los de antes de la pandemia y confirma que la región mantiene la tendencia a la baja instaurada desde hace años (algo que se observa tanto en el curso 2018-19, cuando la tasa estaba en un 2%, como un año antes, cuando era del 2,1%).
En la ESO ha ocurrido algo parecido, pero con una diferencia más acusada. Cantabria ha pasado de una tasa del 2,6% a una del 6,9%. Así, la cifra vuelve a inscribir a Cantabria en esa senda de descenso iniciada hace más de una década, en la que curso a curso se han registrado caídas más o menos uniformes de las repeticiones, únicamente rota en el ejercicio 2017-18. En Bachillerato, la tasa ha pasado del 4% al 6,6%, un valor inferior a los registrados en los años escolares prepandémicos, pero en sintonía con la mencionada tendencia a la baja.
La tendencia de Cantabria y el concepto de la repetición están en consonancia con lo que predican otras normativas y realidades europeas. La reducción es progresiva y, si se obvia el episodio de pandemia, transcurre sin cambios demasiado drásticos. No hay un objetivo porcentual concreto que alcanzar, sino que «lo ideal aquí es que cuando el equipo docente decide que un alumno o alumna debe repetir curso es porque va a alcanzar una mejora, y eso gracias a un plan individualizado y de refuerzo», expone García, que hace hincapié en la valía de esos programas de acompañamiento. «La permanencia en un curso sólo sirve si mejora el alumnado y aquí el refuerzo es muy importante», añade.
Los últimos valores al alza no sorprenden a la administración. El pasado curso ya fue distinto, con huella covid, pero sin tanto encorsetamiento. Cantabria abrió con normalidad el nuevo curso a 45.079 alumnos de Infantil y Primaria en septiembre de 2021. «En el curso 2021-22 todo estuvo más normalizado», confirma García, que pone además el foco en la evaluación, que cambia con la Lomloe. «Ahora aprendemos diferente y la evaluación también tiene que serlo. Estamos trabajando con los centros y mandando un mensaje de tranquilidad, es decir, poco a poco se irán marcando los indicadores de logro. La evaluación sólo puede ser un camino de mejora».
En este aspecto, la Lomloe ya se dejó sentir el pasado año escolar. Más de 9.000 estudiantes de los cursos finales de ESO y Bachillerato se graduaron con arreglo a los criterios de la nueva normativa, que se fija más en el aprendizaje por competencias que en lo memorístico -un camino, por otro lado, que abrió la LOE en 2006- y que, por ejemplo, no fija límite de suspensos en Secundaria. ¿Y qué ha ocurrido con la repetición de curso en los cursos finales de ambas etapas? Según el Ministerio, la tasa de alumnado que no pasó de ciclo (es decir, que repitió en 2º de Bachiller o 4º ESO) también acusó un descenso generalizado en el curso 2020-21, si bien en el cambio de ciclo Cantabria tiene mejores registros que la media nacional.
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