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Para unos, el brote de la residencia de Quijas se explica por ese pequeño porcentaje que no alcanza a proteger la vacuna; para otros supone remover recuerdos de los peores tiempos de la pandemia. Unos y otros reconocen que la vacuna les ha permitido ... volver a trabajar, si no con una seguridad total, sí con serenidad, aunque ninguno ha vuelto a bajar la guardia desde que el virus entró en escena, hace ya más de un año.
«Esto es algo que entraba dentro de la posible», admite Gema de la Concha, gerente de la Fundación San Cándido, en Santander, y presidenta de Lares, una federación que agrupa a otros centros de este tipo. «Los vacunados podemos contagiarnos y podemos contagiar, aunque los síntomas van a ser menos graves. En este caso ha sorprendido el número de positivos». De la Concha subraya que la administración de la vacuna entre sus residentes no ha supuesto relajar los protocolos de seguridad, que siguen siendo igual de estrictos. «Las vacunas han sido una luz, pero sigues teniendo que llevar unas medidas y una dinámica completamente distinta a la de antes de la pandemia».
«Evidentemente, algo de nervios te entran -confiesa Rubén Otero, presidente de la Federación Empresarial de la Dependencia-. Pensamos que esos casos entran dentro del rango de posibles contagios, ya sea porque la vacuna no los ha protegido totalmente o porque se trata de otra variante. De todas formas la situación no se puede comparar a la de antes: Valdeolea debe de ser uno de los municipios con más contagios y en la residencia no ha entrado nada».
SGema de la Concha - Fundación San Cándido
Julia Gurruchaga - Grupo Pro Maiorem
ubén Otero - Fed. Empresarial de la Dependencia
Para Juan Miguel Jiménez, de la Residencia La Loma (Castro Urdiales), la vacuna sí ha sido «una panacea». «Con todo lo que pasamos en la primera oleada, ha sido una maravilla: desde noviembre no hemos tenido ninguna situación grave».
«Con lo mal que lo hemos pasado, ahora te lo puedes tomar todo con cierta calma», explica Víctor Pandal, de la Residencia Fuente Ventura, en Luey (Val de San Vicente). «Esperamos a que nos informen de qué ha pasado. Esto es algo que no tiene por qué restar ninguna confianza en la vacuna: la de la gripe tiene una fiabilidad del 60% y con eso trabajábamos».
«La vacuna y los barridos con resultado negativo son como un falso armisticio, porque todos los que hemos estado dentro de los centros y hemos vivido cómo se propagaba el virus sabemos que no podemos relajar las medidas», advierte Julia Gurruchaga, directora ejecutiva del Grupo Pro Maiorem. «Estos contagios en Quijas, y el hecho de que haya gente hospitalizada, nos resucita fantasmas de hace un año».
Víctor Pandal - Residencia Fuente Ventura
Juan Miguel Jiménez - Residencia La Loma
Araceli Castillo - Residencia Santa Ana
Jesús González-Torre - Residencia Las Cumbres
Juan José Lázaro - Fundación Residencia S. Francisco
«Yo pienso que en cualquier momento puedo tener positivos y no nos hemos relajado», señala Araceli Castillo, de la Residencia Santa Ana de Santoña. A pesar de ello, tras cuatro meses sin casos su centro ha recuperado «cierta normalidad», con más actividades y salidas al exterior. «Dentro del centro sí veo esa normalidad, pero fuera la cosa es diferente, estamos como en una burbuja».
En Las Cumbres, en San Salvador de Heras (Medio Cudeyo), han aguantado sin casos toda la pandemia. A su gerente, Jesús González-Torre, el brote de Quijas le ha generado «dudas e incertidumbre». «Con la vacuna estábamos más o menos relajados, aunque no sea esa la palabra exacta. No esperábamos que pudiese suceder algo así».
«La vacuna logra que los contagios no se agraven, que sean menos virulentos. Pero los positivos en una residencia también cambian el día a día del trabajo: hay que aislar a los residentes en las habitaciones, cuando se tienen trabajadores en cuarentena es necesario buscar personal... lo trastornan todo».
«Esto de Quijas es una triste desgracia y nos solidarizamos con ellos. Los residentes son un grupo muy vulnerable, y de ahí la preocupación que venimos teniendo desde hace más de un año», señala Juan José Lázaro, de la Fundación Residencia San Francisco, de Reinosa. «Desgraciadamente, nos quedan unos meses más de seguir conviviendo con este odioso bicho».
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