![Las residencias creen que la receta del éxito de la segunda oleada es «trabajo y protocolo»](https://s3.ppllstatics.com/eldiariomontanes/www/multimedia/202010/04/media/cortadas/58752359-kC8E--1248x768@Diario%20Montanes.jpg)
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No tienen tiempo para pararse a pensar en el porqué. Las residencias cántabras refieren ir «partido a partido» antes que fijar la vista demasiado lejos en el calendario. Así llevan desde el mes de marzo. Entonces el coronavirus les atizó con fuerza. Un ... desconocido invitado que se coló sin permiso y ya ha provocado, según contabiliza el Servicio Cántabro de Servicios Sociales (Icass), la muerte de 132 usuarios. Cuando consiguieron reponerse y la curva de infectados comenzó a descender -hasta el momento 715 personas han desarrollado el covid y 580 se han curado-, continuaron con el mismo esfuerzo para que el temido segundo envite -que se esperaba para otoño, pero que llegó a finales de verano- no se cebase de nuevo. Ahora los números les sonríen. Esta semana sólo había tres casos positivos entre los 5.574 residentes y seis entre los 4.070 trabajadores del sector. «Algo hemos hecho muy bien», resume Rubén Otero, gerente de Cadmasa y presidente de la Federación Empresarial de la Dependencia.
Rubén Otero | Cadmasa (Las Caldas de Besaya)
¿Qué ha cambiado? Los responsables de los centros no se ponen del todo de acuerdo. «Esta vez hemos estado mejor preparados. Eso, seguro. Pero hemos sido las entidades y empresas las que hemos realizado los esfuerzos para intentar contener la enfermedad», explica la gerente de Pro Maiorem, Julia Gurruchaga, que es muy crítica. «En la primera oleada estuvimos absolutamente abandonados. Pedimos cerrar los centros antes de que se tomara la decisión. No nos escucharon y eso empeoró todo, porque el personal empezó a caer», añade. Porque las residencias insisten en que ahora no están haciendo «nada diferente».
Julia Gurruchaga | Grupo Pro Maiorem
«También entra en juego el factor suerte, aunque es cierto que somos más conscientes de a qué nos enfrentamos. En marzo nos cogió de sorpresa. Aunque si el virus vuelve a colar, de nada servirá el conocimiento adquirido», subraya Luisa Mercedes Izárraga, presidenta de la Fundación Asilo de Torrelavega.
Luisa Mercedes Izárraga | Fundación Asilo de Torrelavega
Lo que sí tienen claro los responsables de los centros es que el coronavirus viene del exterior. «El 'bicho' no se genera dentro, lógicamente lo metemos las personas que entramos y salimos: trabajadores y familias», explica Juan Miguel Jiménez, responsable del centro asistencial La Loma de Sámano. El número de trabajadores que acaban padeciendo covid es superior al de internos. Por eso todo el esfuerzo se centra en tratar de impedirlo. Esta lucha cuenta con varios frentes.
Juan Miguel Jiménez | La Loma (Sámano)
«La gran diferencia con la primera ola es que ahora hay material de sobra, sobre todo de mascarillas, no como antes que hubo carencias», cuenta Víctor Pandal, gerente de la residencia Fuerte Ventura de Luey. La normalidad con la que la sociedad ha adoptado su uso hace olvidar que durante el estado de alarma no era siquiera obligatoria y que organismos sanitarios internacionales, como la OMS, tardaron en recomendar su utilización. En Cantabria no fue obligatoria en todos los ámbitos hasta el mes de julio.
Víctor Pandal | Residencia Fuerte Ventura (Luey)
El control de las visitas ha sido otra de las obsesiones. «Las familias han sufrido porque ahora sólo pueden venir con cita previa, los encuentros son breves y eso afecta a la parte emocional. Pero hemos tenido que ponernos estrictos, además en un entorno jurídico no demasiado seguro», afirma Gurruchaga.
Otra clave, desvelan, «es la cada vez mayor detención precoz». Es aquí donde entran en juego los test PCR. «El problema son los asintomáticos», reconoce Araceli Castillo, directora de la residencia de mayores Santa Ana de Santoña. «Nosotros teníamos la sospecha y empezamos a hacer pruebas aleatorias entre trabajadores y usuarios. Así encontramos los primeros casos, que muchos ni se creían porque no habían notado nada», añade.
Araceli Castillo | Residencia Santa Ana (Santoña)
Cada vez que el test revelaba uno nuevo, activaban el protocolo y solicitaban a Salud Pública un barrido para los contactos estrechos. «Es como encontrar una aguja en un pajar, pero de momento es el método que mejores resultados está dando», admite Castillo. «Es complicado explicar por qué ahora estamos mejor, pero no ha habido varita mágica, sólo trabajo y protocolo. Al principio fue un caos con tantos cambios. Teníamos que tomar las decisiones al momento, en base a nuestra lógica. La petición de más PCR fue cosa nuestra. Si hubiéramos hecho sólo las que ofrecían (las autoridades sanitarias), hubiéramos tenido muchos más casos en esta segunda oleada», remata la responsable de la residencia Santa Ana. Porque en los primeros compases, Salud Pública sólo hacía pruebas cuando había síntomas.
El plan de contingencia, después de muchos quebraderos de cabeza y reuniones, se configuró entre todas las partes implicadas. «Sin una labor coordinada no podríamos mantener estos datos», reconoció esta misma semana el consejero de Sanidad, Miguel Rodríguez. Una de las principales reivindicaciones de los empresarios de la dependencia fue la puesta en marcha de una residencia covid que acogiera a los positivos, sobre todo tras comprobar el buen resultado que dio la anterior de Meruelo, que estuvo en funcionamiento en la época más dura de la pandemia.
en equipo
Tras muchas peticiones, el Gobierno regional instaló una nueva en Suances, que actualmente cuenta con dos ingresados. «Es bueno porque minimizas el riesgo de contagios con el resto de usuarios. Nosotros, como otros, tenemos una zona covid dentro del edificio, una planta entera, donde va todo aquel que presenta síntomas o da positivo. Así los trabajadores también están menos expuestos y los riesgos de que se multiplique, como sucedía antes, se reducen», explica Araceli Castillo. «Es un descanso saber que si surgen casos, tienes adonde derivarlos», recalca la directora del Asilo de Torrelavega.
Futuro
Con la llegada del otoño y el frío, los centros de mayores ya miran de reojo el siguiente escollo del camino: la gripe, especialmente peligrosa para un público de avanzada edad y, en muchos casos, con patologías asociadas. Creemos que el impacto será menor, sobre todo porque, con las medidas de higiene actuales, lavados de manos, uso de geles hidroalcohólicos y, sobre todo, mascarillas, el riesgo de transmisión del virus tiene será menor», afirma el director de Fuerte Ventura. «Nos hará estar más alertas porque los síntomas son muy parecidos», considera la responsable de Santa Ana. «Con la gripe habrá muchas confusiones, porque también da fiebre, pero estoy seguro de que las mascarillas reducirán los contagios», apunta Otero.
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