Secciones
Servicios
Destacamos
El director de Investigación del Instituto de Hidráulica de la Universidad de Cantabria, Íñigo Losada, es uno de los mayores expertos en su disciplina a nivel internacional. Por eso, en medio del ruido y la lucha de relatos que rodean al cambio climático, sus análisis ... sobre los efectos del cambio climático en los entornos costeros son enormemente ilustradores. Esta semana la prestigiosa revista Nature ha publicado un destacado informe en el que ha participado el IH Cantabria y en el que se alerta de la urgente necesidad de agilizar y fortalecer las medidas y estrategias destinadas a proteger estos entornos de los numerosos riesgos que está provocando el cambio del clima. Un estudio que aspira a tener un impacto directo en la próxima Conferencia del Clima que se va a celebrar desde finales de este mes en Dubái.
Losada, que ha liderado en numerosos proyectos de referencia a nivel mundial, desde Asturias y Murcia hasta Montevideo en Uruguay o Lima en Perú, donde desarrollaron el plan de adaptación del Área Metropolitana de la ciudad y su entorno, un área de 120 kilómetros con 10 millones de personas. Desde esa posición, Losada analiza para El Diario Montañés la situación de las estrategias de adaptación de las costas al cambio climático como la insuficiente planificación del esta cuestión fundamental a largo plazo.
–¿Qué aspectos se analizan en el informe 'Status of global coastal adaptation' y cuál es su valor estratégico?
–Dentro de las políticas de lucha contra el cambio climático hay dos líneas de actuación Una centrada en la mitigación o descarbonización, que lo que trata es de reducir las emisiones, y otra centrada en la adaptación, que trata de que la sociedad sea capaz de vivir con las nuevas condiciones que nos va a traer el clima. Las estrategias enfocadas a ambos objetivos suelen estar planteadas a nivel gubernalmental, pero las medidas se aplican a nivel local. Este estudio parte de esa realidad, es decir, de abajo a arriba.
Noticia relacionada
–¿En que se traduce ese enfoque?
–El estudio reúne 61 casos de todo el mundo, 17 expertos de diferentes países, y analiza qué es lo que se está haciendo a nivel de adaptación en entornos rurales y urbanos costeros. Se ha mirado desde el análisis de riesgo que se ha venido haciendo hasta la planificación, la implementación y el seguimiento y la evolución de largo plazo, qué hay de planificación a largo plazo. Y ofrece toda una serie de recomendaciones para acelerar esas medidas. La ventaja de este estudio es que desde el punto de vista de la acción política tiene mucha relevancia y por eso lo hemos querido publicar antes de la COP (Conferencia del Clima) que se va a celebrar en Dubái. Entendemos que puede ser una base importante para la negociación, para ver qué elementos hay que implementar para garantizar que la adaptación se acelere.
–¿Por que es necesario ese cambio o ampliación de la visión del problema del cambio climático?
–Porque ofrece una visión transversal de un problema que es global y que en muchos casos se ha analizado en base a fenómenos concretos, sin vincularlos a esa realidad integral. Muchas veces tenemos estudios que se centran solo en el aumento del nivel medio del mar y su impacto en las inundaciones, pero sabemos que en la costa, si tú piensas por ejemplo en Santander o en cualquier ciudad española mediterránea, el problema no solo es el aumento del nivel del mar, sino también el viento extremo, las olas de calor o la precipitación extrema. En ese sentido es necesario hacer un análisis de riesgo que tenga diferentes componentes, tratar también el análisis de riesgo y explorar no solo la componente climática, sino los otros factores de riesgo como su impacto en la vulnerabilidad social, por ejemplo.
–¿Son muchos, esos riesgos? ¿En qué medida nos afectan?
–Un ejemplo muy evidente es el hecho de que si no construyes en zonas costeras no tienes elementos expuestos y por tanto no tienes riesgo. O, por ejemplo, si tienes la garantía de que tu sistema de seguros va a poder mantener su cobertura incluso con eventos extremos repetidos con una frecuencia intensa, pues también tendrás menos riesgos. Pero en Florida, por ejemplo, el sistema de seguros ha quebrado porque no son capaces de afrontar los daños que están teniendo por el incremento de la frecuencia de los huracanes. Otro ejemplo: si no tienes una planificación urbanística que tenga en cuenta que te vas a inundar con más frecuencia eres más vulnerable. No es solo un tema de mirar el clima y su evolución, sino que hay que tener una visión integrada y además multisectorial.
–Desde esa perspectiva, ¿a qué áreas de nuestra vida pueden llegar a afectar estos fenómenos?
–Lo complejo de esta realidad radica en que el problema de la costa no es solo de la costa. El problema de la costa es un problema para el turismo, para la agricultura que tiene lugar en la costa, para las infraestructuras que están localizadas en la costa como los puertos y toda la afección que tiene la logística… Por eso es necesario tener una visión más holística, más integrada, de los análisis de riesgo.
–¿Tenemos margen para afrontar una situación con tantos frentes y grados de riesgo?
–El problema radica en que tenemos una grandísima incertidumbre de hacia dónde vamos. En este entorno trabajamos con escenarios porque no sabemos cuál es la probabilidad de enfrentarnos con un mundo de un tipo o de otro. Lo que es evidente es que las tendencias que estamos observando, no sólo en cuanto a los cambios en el clima sino de concentración de la población en zonas costeras, en las que evidentemente hay más calidad de vida y más recursos y más capacidad de desarrollo socioeconómico, van en contra de reducir esos riesgos. Si el nivel del mar aumenta con los rangos que estamos viendo en algunos escenarios, que pueden ser de hasta un metro en alguna costa, pues evidentemente no tiene mucho sentido concentrar más población, más activos y más actividad en la costa.
–¿Qué se puede hacer para afrontar este complejo escenario?
–Las estrategias en la costa no son solo de protección. No es solo cuestión de blindarnos construyendo más infraestructuras y diques más altos. Hay muchas otras. De lo que se trata es de reducir la exposición por una mejora del ordenamiento territorial, esponjando un poco las ciudades, buscando otras alternativas de desarrollo socioeconómico que no tengan que estar necesariamente pegadas a primera línea de costa. Con construcción de infraestructuras o con soluciones basadas en una estrategia centrada en cómo acomodarse, cómo ser capaces de convivir con un mayor nivel de riesgo.
–Habla de adaptarse, pero ¿cómo?
–Eso es tan fácil como cambiar los drenajes, tener bombas de evacuación en los garajes, construir bancos que sirvan de elementos de protección, tener sistemas de alerta temprana, modificar el flujo del tráfico… Son intervenciones de cirugía fina. La respuesta no es construir diques de 25 metros de altura para que esto no se inunde nunca, cosa que no es viable económica ni tecnológicamente. Y tampoco aceptable socialmente porque no quieres vivir como viven los holandeses muchas veces. A ellos no les queda más remedio. Ahí hay un rango muy grande de opciones.
–Uno de los aspectos más crítico del informe apunta a la falta de planificación a largo plazo.
–Hay que combinar el adaptarse a los cambios que se vayan produciendo con las estrategias que permitan afrontar los escenarios que se vayan dibujando a más largo plazo. En este caso, es fundamental tratar de evitar esa ausencia de visión de largo plazo. Cuando haces un análisis, por ejemplo, de cuál es el plan de adaptación que necesitas Santander, trabajas con escenarios de riesgo a 2030, a 2050, 2070 y a 2100. Si adviertes un riesgo muy alto a 2100 no te vas a poner hoy en día, con la incertidumbre que hay, a implementar medidas para tratar de resolver la situación en el 2100. Pero lo que sí puedes hacer es tener una trayectoria de medidas de intervención que a medida de lo que vas observando puedes ir implementando y ajustando.
Íñigo Losada
IH Cantabria
–¿Qué implicaría afrontar uno de esos escenarios en Santander, por ejemplo?
–En el caso de que tengamos un escenario de dos metros de aumento del nivel medio del mar, por ejemplo, en el que se inunda el Paseo de Pereda, Puerto Chico, Calvo Sotelo, la zona de Marqués de La Hermida… no se te ocurre ponerte a construir hoy en día un muro de dos metros alrededor de la bahía que suba la cota de los muelles dos metros. Lo que sí puedes ir pensando es que si sube 20 centímetros tienes que cambiar la cuota del saneamiento y tienes que aumentar el drenaje, y si sube 50 centímetros tienes que cambiar esta zona de aparcamiento, o cambiar a un asfalto más poroso, o tienes que ir introduciendo medidas incrementales que te garantizan que no estás haciendo inversiones que no tienen sentido. Tienes incertidumbre en las decisiones, pero te vas preparando, no dejas que te pille el toro. En ese sentido las trayectorias adaptativas son claves en la planificación y consisten en ir implementando medidas en función de la evolución del riesgo.
–Según el informe las zonas urbanas cuentan con medidas más avanzadas que las rurales, pero van a ser las más afectadas.
–Evidentemente los núcleos urbanos costeros son de los que tienen mayor riesgo, porque concentran una gran exposición de población, de activos, de actividades, de infraestructuras críticas vinculadas a la salud, vinculadas a las comunicaciones, vinculadas al sector financiero. Además, eso es más sensible en países como el nuestro, donde es muy probable que a medida que vaya pasando el tiempo las condiciones de vida cambien mucho en la zona centro y en la zona sur por el incremento de temperatura. Solo hay que ver en los últimos estudios que ha publicado la Unión Europea sobre hacia dónde va a ir el turismo en España: Cantabria, Asturias y Galicia. No en las regiones donde tradicionalmente ha estado el turismo. Porque si te vas a ir a Menorca para estar a 45 grados todo el mes de agosto… no vas. Pero si vas a Cantabria y estás a 26 o 28, claro que vas.
–¿Y las consecuencias?
–Eso va a suponer una transformación importante, pero que va a desarrollarse, en principio, incrementalmente. Pero es que cambiar la ordenación del territorio o cambiar la planificación urbana o la construcción de nuevas infraestructuras para alojar el incremento del turismo, o las intervenciones que tenemos que hacer para preservar algunos ecosistemas no son algo que se haga de hoy para mañana. Eso es precisamente lo que estamos tratando de que quede claro: que no solo tenemos que planificar para el riesgo extremo, porque tenemos más olas de calor u otros fenómenos, sino que también tenemos que planificar para los cambios en los patrones climatológicos que van a condicionar nuestra forma de vida a largo plazo.
–¿El cortoplacismo es un mal endémico a la hora de afrontar este reto?
–Yo no soy nada catastrofista en absoluto, pero lo que sí queremos hacer ver es que no se puede planificar pensando en el mañana o dentro de tres años o dentro de cuatro años porque muchas de las cosas que tenemos que planificar requieren un provisionamiento, una planificación, un análisis, que ocupa décadas. La construcción de una nueva estructura, por ejemplo, la haces para que esté en 100 años. No construyes un puerto para que dure 5, 10, 15 o 20 años. Y lo mismo con una carretera, y ocurre igual con muchas transformaciones sociales que se hacen, desde la planificación urbana a la planificación de usos del suelo, que están totalmente a escalas que están en los rangos que estamos observando en las proyecciones que manejamos.
📢Aportamos #evidenciacientífica sobre la necesidad urgente de adaptar la costa al #CambioClimático, la que publicó hoy la revista @NatureClimate, con información sobre el estado actual de los esfuerzos de adaptación costera a nivel global. 👀👇https://t.co/9YT2bfPKxn pic.twitter.com/raheFxbIyN
— IHCantabria (@IHCantabria) October 19, 2023
–A cualquiera que se le hable del año 2100 le parece que queda muy lejos...
–Sí. Cuando la gente nos dice que hablamos del año 2100, les digo que en ese momento sus nietos tendrán 60 años o 70 años, que no está tan lejos. Y que a ellos probablemente les hubiera gustado que hace 60 años alguien, cuando planificó el desarrollo territorial de una zona determinada, hubiese tenido en cuenta esto.
–De nuevo a pelearse con la mirada a largo plazo.
–Es lo más crítico. De momento solo hay tres casos en los que se haya abordado correctamente, que son el de la Manga del Mar Menor, que lo hicimos nosotros, el de Londres y el de los Países Bajos. Son los únicos que le dieron una planificación con trayectorias adaptativas, que te dicen qué medidas habría que implementar en función del riesgo que vayas alcanzando. Eso además es importante desde el punto de vista de toma de decisiones porque estás reduciendo la incertidumbre en la toma de decisiones y permite hacer un uso más eficiente de los recursos que se tienen disponibles.
–En España, con los kilómetros de costa que tenemos, es un tema que debería estar en el centro de toda estrategia.
–Efectivamente. En todos los estudios que hemos hecho anteriormente se ve que la costa española va a estar muy afectada. De hecho ya no solo en la costa. España va a ser uno de los países más afectados de la Unión Europea por el cambio climático. Por incendios, por incremento de las olas de calor, por inundación, por aumento del nivel medio del mar… Al final, en definitiva, en lo que va a repercutir es en una pérdida de calidad de vida en algunos aspectos y también en pérdida de Producto Interior Bruto si no se adoptan medidas. Pero si se toman y nos adaptamos, podemos perfectamente ir sorteando las circunstancias que se vayan produciendo.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Estos son los mejores colegios de Valladolid
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.