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En un inédito Viernes Santo electoral, mientras las procesiones cruzaban el centro de Santander y Cabárceno intentaba absorber la vorágine turística, Pedro Sánchez reunió a más de un millar de entregados socialistas en el Palacio de Exposiciones de Santander. Abrazó, besó, se hizo selfies, miro ... al horizonte de militantes y banderas rojas desde el estrado y exclamó: «¡Pero si es Viernes Santo! Está claro que hemos levantado al partido. Es la primera vez que veo al corazón del socialismo latir con tanta fuerza». Aplausos del nuevo PSOE y del viejo PSOE, porque ni los que llegan ni muchos de los que se marchan obligados se perdieron este segundo viaje del presidente del Gobierno a Cantabria en el último mes y medio. La primera vez fue a Torrelavega, símbolo de esa 'España vaciada' a la que todos prestan ahora tanta atención. Y ahora fue a Santander, arropado por su colaborador más veterano en la región y candidato a la Alcaldía de Santander, Pedro Casares, y por Pablo Zuloaga, el aspirante a disputar a Miguel Ángel Revilla la Presidencia de la región.
No tuvo reparos Sánchez en pedir a los socialistas cántabros un objetivo bastante ambicioso en estas elecciones. No solo ganar por primera vez al PP desde 1993, sino conseguir tres de los cinco diputados cántabros para «frenar a la derecha de la involución», como se refirió a PP, Ciudadanos y Vox, sin nombrar en ningún momento a los dos últimos. Han pasado 26 años de una victoria tan abultada del PSOE en la comunidad como la que ahora pide Pedro Sánchez a los suyos. entonces les votaron 122.000 cántabros, frente a los 79.000 que lo hicieron en las últimas Generales. Por eso, Sánchez, que antes de llegar a Santander estuvo comiendo pinchos y de paseo por el casco viejo de San Sebastián, pidió «no bajar el ritmo en estos últimos metros de la carrera y lograr una mayoría parlamentaria».
Allí, en el País Vasco, el discurso del líder socialista estuvo marcado por la noticia de que, finalmente, acudirá a los dos debates televisados. El lunes en la pública y el martes en la privada. Ninguno con Vox. Pero en Cantabria apenas hizo mención a esta polémica y el asunto catalán lo despachó con un «nunca va a haber referéndum ni nunca va a haber independencia en Cataluña». En Santander prefirió recorrer sus «logros sociales» en los escasos diez meses de Gobierno. Habló de la «buenas gente» que vive en España y de cómo «esa buena gente ni roba, ni miente, ni insulta ni espía», atributos que, según dijo, sí son atribuibles al PP.
Mientras en la calle los representantes del colectivo policial Jusapol le exigían la equiparación de sus salarios con la Guardia Civil, Sánchez se detuvo especialmente en los jóvenes y en las mujeres. Abogó por el derecho a la emancipación antes de los 30, por no tener que elegir entre estudiar y ayudar en el negocio familiar, por derogar la Ley Lomce que «segrega a los niños», por una nueva Ley de Universidades, por más becas, por «miles de millones de euros» para un plan de empleo juvenil y por atraer a España a los que se tuvieron que marchar. Y anunció la construcción de una gran parque de vivienda de alquiler y compra social para el año que viene si él, claro, sigue en La Moncloa.
Y para las mujeres desglosó una lista igual de larga, porque su Gobierno, dijo, no quiere que «tengan que escoger entre ser madres y profesionales, o resignarse a cobrar menos, o a estar pendientes del móvil cuando vuelven a casa de noche por si pasa algo». Y el aplausómetro reventó cuando proclamó «una España de mujeres libres, seguras y vivas».
Más entusiasta aún fue Pedro Casares en su discurso, en el que arrogó al PSOE los derechos sociales aprobados en España en las últimas décadas. Y también calificó al Gobierno de Pedro Sánchez como «el mejor aliado para la ciudad de Santander» durante los últimos diez meses, cuando, según sus palabras, se ha pagado la deuda de Valdecilla –se abonó la última factura de 20 millones pero aún quedan otros 100–, se ha firmado el convenio de la reordenación ferroviaria, han comenzado las obras en Gamazo para traer el museo de Enaire y se ha cedido el Banco de España para convertirlo en una sede asociada del Reina Sofía.
Zuloaga, que recogió el guante del desafio de Sánchez y dijo que «no vale con un diputado en Cantabria, hacen falta muchos más para ayudar a gobernar en Madrid», lanzó su particular pulla al PRC al pedir una Cantabria «bien comunicada pero sin ocurrencias». Y allí frente a Dolores Gorostiaga que estaba en primera fila –Eva Díaz Tezanos no asistió por enfermedad–, Zuloaga aseguró que el PSOE cántabro «nunca ha estado tan ilusionado como ahora ni tan convencido de que podemos ganar».
Pedro Sánchez volvió a abrazar, a besar, a fotografiarse y a sonreír antes de subirse al coche oficial. Lo hizo coincidiendo con la apertura de taquilla del 'Circo de los horrores' allí mismo, en el parking de El Sardinero. Metáfora o no de una campaña electoral a la que todavía le queda la mitad.
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