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Hace tiempo que en la Consejería de Sanidad daban por hecho que a la vuelta de la Semana Santa el primer asunto en la agenda del día iba a ser la actualización de las restricciones para contener el avance del virus. ... Y no se equivocaban. Ayer por la mañana, el equipo de Salud Pública debatía hasta dónde llegar con la marcha atrás al alivio de las medidas adoptado a principios de marzo, toda vez que el límite fijado -el de la incidencia acumulada a siete días en 75 casos por cada 100.000 habitantes- se alcanzó el pasado domingo, tal y como había pronosticado el director general, Reinhard Wallmann, en la entrevista concedida a este periódico. Las conclusiones pasan por volver a la situación que había hasta aquel momento en el que se decidió abrir la mano, aprovechando que la curva de contagios se había doblegado y estaba bajando, aunque de forma lenta -se pasó al nivel 2 de riesgo-, y que la presión hospitalaria también había aflojado. Esto es lo que analizan ahora los técnicos de la Consejería de Sanidad.
Entonces la gran novedad fue la apertura del interior de la hostelería -con un aforo de un tercio de su capacidad, con el consumo sentado en mesa, en grupos máximos de seis personas y a dos metros de distancia de otros clientes- después de cuatro meses limitada a la actividad en terrazas y a través de servicio a domicilio. Pero el propio Wallmann avanzó también que, de complicarse la evolución de la pandemia, ahora dominada por la variante británica del virus, los primeros sitios en cerrarse serían aquellos en los que confluyen personas que, además, se quitan la mascarilla, que es el primer escudo contra el coronavirus. Por eso, el cierre del interior de bares y restaurantes volvió a ponerse sobre la mesa en esa reunión matinal, en la que se midió el nivel del endurecimiento del resto de medidas sanitarias dirigidas a reducir el contacto social. «Aunque en los últimos datos la incidencia a siete días está en 71 (influye que el fin de semana se hacen menos test), todos los indicadores apuntan a que volveremos a superar los 75, y en función de eso se tomarán medidas», señaló ayer el consejero de Sanidad, Miguel Rodríguez. «Era un efecto previsible tras el cambio de tendencia experimentado», añadió.
«Y aunque ahora tomemos medidas, aún seguirán empeorando los datos en los próximos días». Con el componente extra de incertidumbre que supone que «el 98% de los contagios estén causados por la cepa británica», mucho más contagiosa y causante de enfermedad de mayor gravedad. «Esto es algo que nos preocupa, por eso es importante que se consiga controlar antes de que haya transmisión comunitaria». Y la forma de cortar esas cadenas de contagio es reducir la interacción social, «no tender puentes al virus», en palabras de Wallmann. Por el momento, se mantiene el toque de queda a las once de la noche y el cierre perimetral de la comunidad autónoma, los dos ámbitos competencia del presidente del Gobierno de Cantabria, en vigor hasta el próximo 16 de abril.
BOC
Hace justo un mes, cuando Sanidad publicó la resolución que establecía la retroacción a la situación anterior al nivel 3 de alerta, se recuperaron los aforos preexistentes y la posibilidad de desarrollar en instalaciones cerradas determinadas actividades que hasta la fecha se encontraban suspendidas. Ahora habrá que definir hasta qué punto se cancela lo aprobado entonces, cuando se amplió, por ejemplo, a 50 personas los asistentes a velatorios y entierros en espacios al aire libre o a 30 en los cerrados, sean o no convivientes. En el caso de las bodas, la lista podía llegar a un máximo de 150 personas en espacios abiertos o de 30 personas en interiores, sin superar nunca el 50% de aforo y manteniendo la distancia de seguridad. Los mercadillos en la calle podían contar con el 75% de sus puestos habituales, limitando la afluencia de clientes para que entre ellos pudieran guardar el metro y medio; y los establecimientos comerciales disponer del 50% de su capacidad. Mismo porcentaje de ocupación en las zonas comunes de hoteles, alojamientos turísticos, residencias de estudiantes y albergues. Y en instalaciones culturales (bibliotecas, cines, museos...), al 75%.
SANIDAD
No obstante, hubo dos matices que se mantuvieron, con la firme intención de no caer en la misma trampa de las Navidades, dado que quedaba por delante el puente de San José, los festivos de la Semana Santa y las vacaciones escolares de Pascua: limitar a seis el número máximo de personas que pueden reunirse y a un tercio el uso de las zonas interiores de los establecimientos de hostelería y restauración, así como de salones de juego, recreativos e instalaciones asimilables, exigiéndoles, además, medidas de ventilación correcta.
En la justificación de aquellas medidas, Salud Pública aclaraba que aunque numéricamente Cantabria se encontraba en umbrales aparentemente compatibles con el nivel 2 de alerta, el análisis de los indicadores adicionales -como la alta ocupación de UCI, la gran presencia de variante británica (entre un 25 y un 50% más contagiosa), la desaceleración en el descenso de contagios y un incremento del número de contactos por caso confirmado- llevaban a delimitar «ese endulzamiento de las restricciones». En el caso de las reuniones, la propuesta de mantenerlas, con carácter general, en un máximo de 6 personas tenía como objetivo reducir la tasa de contagios secundarios entre los asistentes. Así, se consideraba que una reducción de 10 a 6 personas suponía una reducción del 34% del riesgo de brotes, es decir, se pasaría de una probabilidad de transmisión del 40% (10 personas) a una del 24% (6 personas), con una prevalencia teórica del 5%».
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