Secciones
Servicios
Destacamos
El santanderino Román San Emeterio Pedraja (1970) es, desde hace apenas diez días, el nuevo decano del Colegio Oficial de Arquitectos de Cantabria. Además de una trayectoria de 25 años de experiencia profesional como «arquitecto liberal colegiado y consultor con despacho propio, así como ... al servicio de diversas administraciones públicas», ha sido responsable de numerosas funciones dentro del Colegio, como la de vocal de Cultura y Patrimonio. Entre su retos, el desarrollo de un «laboratorio de pensamiento arquitectónico».
–¿Cómo define la Junta que encabeza?; y, más allá de lo corporativo, ¿qué supone ser decano en lo social y lo público?
–Me gusta pensar que el equipo que hemos formado es un buen espejo y reflejo de nuestra disciplina: nueve profesionales de la arquitectura procedentes de campos muy diversos, cinco mujeres, cuatro hombres, perfiles tanto senior como junior. Por otro lado, es una junta de continuidad renovada en la medida en que cuatro integrantes de la anterior seguimos adelante completados por cinco perfiles que nunca antes habían participado de la estructura colegial. En lo que a lo que representa ser decano, más allá de la vertiente corporativa –que es parte esencial de nuestro cometido- hay un importante enfoque social de nuestra misión de servicio. Baste recordar que la Arquitectura ha sido declarada Bien de Interés General por su contribución a la creación de la identidad cultural, a la calidad de vida, al bienestar, cohesión e inclusión sociales y a la salud de la ciudadanía, por la relevancia que ostenta para mitigar los efectos del cambio climático y para adaptarse a él, así como por su trascendencia económica. Ser decano en ese contexto implica participación e implicación en lo que sucede en la sociedad a la que prestamos servicio como corporación de derecho público que somos y que nos da a los arquitectos y arquitectas competencias y responsabilidad.
Noticia relacionada
Guillermo Balbona
–Nueve integrantes para tres años. En sus postulados hablaban de «consolidar los cambios positivos llevados a cabo en los últimos tiempos». ¿Cuáles son esas transformaciones?
–En los últimos años el Colegio de Arquitectos ha tenido que enfrentarse, como buena parte de la sociedad, a importantes desafíos. El primero fue el marcado por la última grave crisis económica que, afectando especialmente al sector de la construcción, implicó la reorganización interna del colegio y la adopción de un enfoque financiero nuevo para garantizar la estabilidad. El segundo fue la adaptación forzosa a las nuevas tecnologías, lo que supone, además de planteamientos nuevos, importantes inversiones que deben mantenerse en el tiempo. En un ámbito más social, hemos creado e iniciado marcos culturales con vocación de permanencia que han de tener continuidad, como la celebración en Cantabria de la Semana de la Arquitectura, que este año tendrá su sexta edición, o el Ciclo de Cine y Arquitectura Arquicines, que ya se enfrenta a su tercera.
–¿Cuál es su concepto de la figura del arquitecto en 2024?
–Es una figura diversa con muchos perfiles. El abanico competencial de los profesionales de la arquitectura es amplísimo, aunque el que se vincula a la construcción directamente es el más se tiene en mente cuando se piensa en nosotros, pero hay muchos otros campos en los que nos desarrollamos profesionalmente. Es una figura con vocación de servicio, creativa y técnica, resistente, nos veo a veces como un escuadrón de corredores de fondo polifacéticos y policompetentes, que se desenvuelve en un territorio exigente. Este esbozo casi heroico que dibujo puede parecer nombrilista o ensimismado, pero no lo considero tal: Las exigencias a nuestra profesión son crecientes, también en la ardua y larguísima tarea de acompañar a nuestros clientes en la obtención de licencias y autorizaciones y la responsabilidad que asumimos es poco recompensada, pues contrariamente al sentir general –esto queda revelado, por ejemplo, en las encuestas que hace nuestro Consejo Superior de Colegios de Arquitectos de España (CSCAE)- la precariedad retributiva es una realidad para muchos de nosotros. Cabe hacer constar que el debate sobre los honorarios de los profesionales, y de los arquitectos en particular, está abierto en Europa. Nos veo, eso sí, con capacidad de adaptación a los cambios y exigencias, a los retos globales que tendrán implicaciones directas en nuestra misión como agentes clave en el proceso constructivo.
–Hay más rehabilitación que edificación propiamente dicha. ¿Es una lógica, una tendencia de mercado?
–Es una necesidad y una exigencia. Forma parte de nuestros objetivos globales de optimización de recursos, de circularidad y mínimo despilfarro, de adaptación a una evolución climática que afecta y afectará a la humanidad entera.
–En su candidatura hay un llamativo proyecto: un 'laboratorio de pensamiento arquitectónico'. ¿En qué consiste?
–Pues ese Laboratorio de Pensamiento arquitectónico sería uno de esos ejes de actividad, con vocación de permanencia que queremos plantear para tratar, justamente, de la vertiente social y pública por la que me preguntaba al comienzo de esta entrevista. En lugares en los que existe una Escuela de Arquitectura, muchos de los esos debates y reflexiones se desarrollan en el ámbito académico. Vamos a tratar en los próximos años que esos foros sobre arquitectura, territorio, ciudad, patrimonio o vivienda tengan en el Colegio de Arquitectos un referente.
–Y hablan de desarrollar el Plan de Igualdad...
–Bueno, es esa una obligación legal, pero también una convicción del conjunto del equipo de gobierno colegial. Del sector de la construcción la filial arquitectónica –las filiales técnicas en general–son las que presentan mejores balances en términos de igualdad. En el acceso a la formación, las escuelas de arquitectura revelan ya una situación de paridad plena, en el ejercicio profesional –excepto en el campo del servicio público en el que las arquitectas van siendo mayoría- queda bastante por hacer y hará falta aún incidir en ciertos mensajes para que cuando alguien piense en un profesional de la arquitectura no piense primero en un varón.
–La mayoría de las veces da la sensación de que la Administración y un gremio fundamental para hacer ciudad como es el suyo caminan por distintas vías. ¿A qué da prioridad en estos próximos tres años?
–En toda su trayectoria el Colegio de Arquitectos ha estado presente como interlocutor de la Administración en tantos foros como ha sido convocado, dedicando un esfuerzo constante. Y también los ha propuesto y organizado. Contamos con la ventaja, ganada a pulso tras décadas de buen servicio, de que nuestro Colegio es siempre un interlocutor válido y valioso para la Administración y, por extensión, a la sociedad que nos da capacidades y responsabilidad. Eso habla bien de todo lo que desde que existimos hemos hecho, de nuestra valía colectiva e individual como profesionales. Hemos mantenido abiertas muchas puertas y hemos abierto otras. Y acudimos y acudiremos a cuantos consejos, mesas, tribunales, foros, etc. en los que nuestra presencia profesional sea solicitada. Intentaremos acceder y caminar en esas vías distintas que mencionaba en su pregunta. Mantendremos esa línea de fluidez relacional, estrechando lazos y siendo útiles siempre, también desde la crítica, a la comunidad social en la que estamos insertados, pues creemos en ese factor como parte de nuestro éxito colectivo.
– Esa «necesidad y conveniencia de organizar concursos públicos de arquitectura», ¿puede paliar esos vínculos inestables con la sociedad?
–Francamente creo que los concursos públicos sirven para tejer esa relación entre nuestra disciplina y la sociedad, pues ese carácter público de las propuestas invita a la implicación individual de la ciudadanía. Y estoy convencido que los concursos de arquitectura son la mejor manera de obtener óptimos resultados. Echamos de menos que se hagan más y perseveraremos en esta línea sin descartar organizar nosotros mismos algunas convocatorias de concurso (que pueden formar parte del Laboratorio de Pensamiento Arquitectónico del que antes estábamos hablando).
–¿Qué reflexión le merece la inestabilidad normativa, caso de lo sucedido con la Ley del Suelo?
–Arquitectura es una disciplina de orden. La inestabilidad normativa, la ambigüedad, la excepcionalidad o la discrecionalidad me parecen enemigas de los buenos resultados. La ordenación territorial es un reto trascendente, una herramienta útil si está bien engrasada y contraproducente si no tiene un anhelo de durabilidad y consenso.
–En cuestiones como la Crotu y la Ordenación Territorial en general, ¿Cantabria padece un grave retraso respecto a otras comunidades vecinas?
Bueno, aunque las comunidades vecinas estuvieran más atrasadas en este campo que nuestra comunidad autónoma no podríamos contentarnos con las carencias que constatamos y los incumplimientos sucesivos. Que el Plan Regional de Ordenación del Territorio siga en la casilla de salida o que el planeamiento municipal de la mayor parte de los municipios de Cantabria sea antiguo y, en general, inadaptado a los retos de nuestro tiempo son piedras en la mochila de nuestro progreso y proyección.
– Sobra tiempo de planificación, es decir burocracia, y falta la consistencia de un modelo fruto del consenso sobre el que trabajar?
La complejidad y transversalidad propias a la planificación territorial requieren de tiempo, bastante tiempo, y más medios de los que se acostumbra a destinar. El tiempo preciso para estudiar, analizar, plantear y proponer tiene que ser generoso y ha de ser rico en interacciones y participación múltiple para evitar esa «falta de consistencia del modelo» que puede resultar en ocasiones. El combate, en todo caso, debería centrarse en facilitar los procesos.
–Tomando como referencia la pandemia y sus secuelas, ¿Cuál es el estado de salud del Colegio?
–El colegio de Arquitectos de Cantabria se encuentra muy bien de salud, muchas gracias por preguntar. Bromas a un lado, a partir de 2008 el colegio se vio forzado por las circunstancias generales –como la mayor parte de la sociedad- a enfrentarse a muchos ajustes y reorganización. Algunas juntas de gobierno anteriores atravesaron duros momentos que no podemos olvidar y no podemos sino agradecer hoy su resistencia. Por otro lado, es cierto es que la digitalización ha desmaterializado en cierto sentido la institución, acercándola a la vez que la hacía distante, y el combate de esa paradoja, lograr una mayor participación e implicación, es uno de nuestros retos.
–Si se pone al otro lado de la barrera, ¿cuál cree que es la imagen pública del arquitecto?
–Pues creo que en esta etapa de transición conviven varias imágenes. Los estudios que realiza el CSCAE y que antes mencionaba también revelan una distorsión entre lo que se percibe de nosotros y lo que nosotros mismos pensamos que somos. Se nos reconoce como una profesión vinculada al campo de la construcción, cualificada, capacitada y creativa, pero sigue percibiéndose como una profesión privilegiada y muy bien remunerada –restos en la memoria colectiva de los tiempos en los que los arquitectos eran pocos y hacían mucho-.
–¿Cómo define la identidad de una arquitectura y joven y emergente en Cantabria?
Los arquitectos y arquitectas jóvenes de Cantabria son profesionales altamente capacitados y conectados a una realidad global muy diversa que se ve reflejada en sus creaciones, que también lo son. Los retos y preocupaciones medioambientales y sociales están incorporados en sus procesos casi automáticamente.
–¿Abordar la rehabilitación de la arquitectura tradicional es una asignatura pendiente?
–La arquitectura tradicional y el patrimonio edificado tradicional son un legado característico y propio, único e irrepetible. El conocimiento y preservación de las técnicas de construcción histórica –necesarias para la conservación e incluso transformación de ese importante legado- son sin embargo una asignatura pendiente. Es importante, una vez más, dotarse de medios humanos y materiales para, más que aprobar la asignatura, ir a por nota. Hablando de patrimonio edificado, en la protección del más reciente y no vinculado a la construcción tradicional, también podríamos ponernos un suspenso. Hasta que no nos dotemos de medios como sociedad para preservar esta parte de la memoria nos dirigiremos hacia el olvido.
–¿Puede decirse que se ha frenado definitivamente la maquinaria de excesos en el litoral?
–Me gustaría decir que sí. Pero en la medida en que el planeamiento siga siendo incompleto y obsoleto frente a los retos actuales, sin por ellos carecer de legalidad, debemos estar alertas ante los posibles excesos en el litoral … y tierra adentro.
–Santander está sumida en un engranaje de grandes obras con destino a infraestructuras culturales. ¿Es el paso fundamental para consolidar una ciudad siglo XXI?
–Creo firmemente, y es casi un lema que podría imprimirme en una camiseta, que cuando uno resuelve el día a día de las personas resuelve seguramente todo lo demás. El reto de las ciudades es preservar y enriquecer su identidad a lo largo del tiempo. Tanto en los momentos de bonanza como en los de crisis es necesario propiciar un marco de desarrollo existencial óptimo para sus habitantes. En el caso de Santander, estos objetivos han de cumplirse en el campo de la reinvención del modelo ante un marco en crisis. Optar por potentes infraestructuras culturales es a mi juicio acertado tanto para los que aquí residimos como para los que vienen a visitarnos, así como un puede ser un atractivo extra para quienes puedan decidir venirse a vivir aquí con nosotros. Pero esas infraestructuras tan potentes y prometedoras deben completarse por muchos flancos con más actuaciones complementarias, entre ellas las relativas a la movilidad. No creo que basten por sí solas por fundamentales que puedan parecerme.
–La paradoja es la cantidad de situaciones enquistadas. Un ejemplo, la rehabilitación de El Cabildo, o la reordenación de las estaciones. ¿Constituyen un fracaso de ciudad?
–En los ámbitos más enquistados y difíciles es justamente donde la Administración es indispensable. Para hacer «lo fácil» no hace falta especial denuedo. Pero el desafío está en lo difícil, y lo difícil suele implicar a más de una administración y/o a más de un propietario… Por eso hay que tener paso corto y mirada larga en estos ámbitos. No creo que exista un solo santanderino orgulloso, contento, satisfecho o conforme sobre cómo están los ámbitos que mencionaba en su pregunta ni otros repartidos por el municipio. En ese sentido la situación actual de la ciudad refleja áreas de franco fracaso que eclipsan aquellas que pueden ser más exitosas, hasta el punto de invisibilizarlas. Y para todo eso, para lo difícil, es necesario imaginación, decisión, tiempo, medios… y un motor catalizador que no puede ser otro que el Ayuntamiento. El Colegio de Arquitectos estará disponible para aportar su granito de arena al esfuerzo colectivo cuando sea requerido.
–En la ecuación arquitectura/calle/ciudadano, ¿hay muchas discusiones vacuas a posteriori y faltan debates en 'directo'?
–Las discusiones a posteriori solo son vacuas si son intrascendentes, si de ellas derivan reflexiones, análisis y conclusiones, se convierten en una valiosa herramienta. Es necesario abordar ese análisis a posteriori siempre, evaluar tanto de los éxitos y de los fracasos como de los resultados intermedios. Dicho esto, los debates previos también son necesarios, y esto es algo que nos hemos marcado como objetivo en el Colegio de Arquitectos con ese Laboratorio de Pensamiento Arquitectónico del que antes hablábamos.
–De los grandes proyectos en curso, ¿cuál es el que le merece más atención?
Como 'grandes proyectos' suele entenderse a actuaciones singulares –en nuestra ciudad hay unas cuantas, muy valiosas y prometedoras, centradas en el desarrollo cultural-, pero un gran proyecto puede ser la suma de multitud de actuaciones cotidianas y dispersas que mejoren el día a día de las personas. Desde el hogar, al edificio, a la calle o al barrio. Ese gran proyecto es el que mayor atención me despierta o despertaría.
–Desde el prisma arquitectónico ¿qué urgencia necesita afrontar Santander?
Tengamos en cuenta que la arquitectura y el urbanismo, en definitiva, el espacio en que se desarrolla nuestra vida cotidiana es el resultado de la actividad humana y que a lo largo del tiempo ese espacio ha cambiado justo en la medida en que nosotros lo hacíamos. Unos modelos han sustituido o transformado los anteriores. En este momento creo que vivimos una revolución de la que apenas somos conscientes y que modificará profundamente nuestro entorno. ¿En qué se traduce esta generalidad en lo local? En enfocar esa transformación, en enfrentarse a la regeneración urbana, en lograr nuevos sectores de actividad y en lograr repoblar la ciudad ya construida –uno de los índices de estrés urbano que puede tornarse crítico es el demográfico, ya sea por sobrepoblación o por decadencia, no lo perdamos de vista–. Que es algo difícil, por supuesto, pero no podemos aplaudir a un tenor por aclararse la garganta sino por colocar bien un Fa sobreagudo. La urgencia hoy está en enfrentarse a lo difícil. Y en ese empeño la Administración puede contar con el Colegio de Arquitectos.
–¿Contar con una obra de Renzo Piano en la ciudad no merecía más ambición y riesgo?
–En general, creo que nos merecemos más ambición en lo que a pensamiento urbano se refiere, más vanguardia –que no siempre tiene que entrañar un riesgo inasumible–, pero precisamente con el proyecto del Centro Botín la ambición y el riesgo han sido bien colocados en el tablero de las circunstancias y lo considero un éxito.
–¿La actuación en el frente marítimo es ya inevitablemente cuestión de parches?
–Bueno, si uno entiende el frente marítimo como un continuo que trasciende los límites municipales, y si nada cambia, será sin duda será una cuestión de parches.
–Gentrificación, demanda de vivienda unifamiliar y con parcela propia..., ¿Qué tendencias cabe esperar para los próximos años?
–Creo que el verdadero reto –y las tendencias vendrán de la respuesta al mismo– es el desafío medioambiental, un reto más profundo y global que tendrá importantes consecuencias en el hábitat de los humanos. Esto marcará el desarrollo de una multitud de medidas. Algunas ya están en marcha y son más conocidas por el gran público, al menos en enunciado, como el impulso de las economías circulares y de reutilización o los objetivos de eficiencia energética y movilidad; pero otras medidas, aunque ya presentes desde hace años en los foros internacionales especializados, no forman parte de la agenda política visible en nuestro país aunque ya han implicado desarrollos legislativos en algunos de nuestros entorno. Una de las medidas que tendrá mayor trascendencia estará en torno al concepto de artificialización o desnaturalización de los suelos, con el objetivo a corto plazo de lograr un balance neutro, neutralidad que se traduce en la imposibilidad de desnaturalizar suelo natural sin naturalizar una superficie de suelo equivalente del que se pretende usar. Esta tendencia, que veo personalmente tanto inevitable como necesaria, tendrá una consecuencia directa en nuestros pueblos y ciudades y en el territorio que ocupamos en sentido amplio. Obligará a la reflexión territorial global y a la optimización de los suelos ya consumidos. La principal dificultad radica en que seguimos reflexionando con esquemas y marcos vigesimonónicos ajenos a estas cuestiones, perdiendo un tiempo y unos recursos preciosos, dificultando el abordaje de los retos urbanos y territoriales (sociales a fin de cuentas) propios de un siglo XXI que cumple ya su primer cuarto.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.