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Sólo ellos saben qué sucedió dentro de la cueva, el modo en que se dieron de bruces con el Lago de la Tirolina completamente anegado y lo que se les pasó por la cabeza durante esas 55 horas que estuvieron encerrados en Cueto-Coventosa. Sólo ... ellos, los cuatro espeleólogos que se adentraron el sábado en las profundidades de la tierra de Arredondo, conocen lo que se vivió allí abajo mientras arriba, en la superficie, crecía el revuelo en torno a su rescate. «En todo momento estuvimos bien. Sabíamos que en la superficie la gente se iba a preocupar, nuestra familia y amigos, y es lo que nos tenía inquietos», confiesa Antonio Afonso, que respondió ayer a este periódico vía telefónica, mientras emprendía en coche el viaje de regreso a casa.
Fueron 55 horas que se hicieron eternas. Carlos Mendes, Luis Sousa, Daniel Pinto y el propio Afonso penetraron en la cueva por la vía de Cueto el sábado a las once de la mañana. Y tanto se complicaron las cosas en el subsuelo, con inundaciones masivas de las cavidades por culpa de las lluvias torrenciales que apenas cesaron durante todo el fin de semana, que no pudieron volver a la superficie hasta el lunes a las seis de la tarde. «Entramos y descendimos toda la Sima de Cueto y fue estupendo. Recorrimos todo el itinerario hasta llegar al Agujero Soplador y allí nos dimos cuenta de que la cosa empezaba a complicarse; pero cuando accedimos al Lago de La Tirolina vimos que íbamos a tener muchos problemas para atravesarla. Era prácticamente imposible pasar. Si seguimos avanzando, nos matamos», revela Afonso.
Decidieron aguardar a que el agua diera tregua. Estaban bien pertrechados. En las mochilas llevaban víveres, luz y gas para calentarse. «Buscamos un punto seco e hicimos un campamento. Nos abrigamos bien con las mantas térmicas. Bebimos agua caliente y café. Estábamos bien, sabíamos que era cuestión de tiempo que el nivel del agua bajase».
Cada poco, uno de ellos abandonaba el calor del grupo para acercarse a la orilla. A primera hora de la mañana del lunes la altura del agua descendía del orden de 10 centímetros la hora. Pero luego esa progresión se ralentizó. Probablemente influyeron las lluvias tímidas que cayeron durante esas horas.
El equipo de rescate
«Era la primera vez que nos quedábamos atrapados, pero esto es una cosa normal en espeleología. No tienes por qué ponerte nervioso. Lo lógico es esperar». Aguardar a que se abriera el paso para atravesar la cavidad por su propio pie; aunque la opción del rescate se había barajado desde un inicio. «Sabíamos que iban a venir a por nosotros porque pasadas tantas horas seguro que nuestros amigos estarían preocupados.
Allí en círculo, procurándose calor unos a otros, le daban vueltas a lo extraño de su situación. «Estuvimos hablando días antes con la gente de espeleosocorro de Cantabria y nos dijeron que las previsiones no eran malas. Nosotros lo vimos también. Incluso hablamos con gente del pueblo y nos corroboró que los ríos estaban muy bajos, que para que se llenen de agua tienen que juntarse varios días de precipitaciones. Pero el caso es que estábamos atrapados en contra de toda previsión», detalla el deportista luso en perfecto castellano.
En superficie, la historia continuaba de forma paralela. Arredondo se convirtió el lunes en un ir y venir de efectivos del 112, de especialistas de espeleosocorro del Gobierno de Cantabria, de Guardia Civil, medios de comunicación y de curiosos. Las decisiones se tomaron rápido. En el Puesto Avanzado de Mando de la operación resolvieron entrar a por ellos a las 15.00 horas. Cuatro profesionales se adentraron en la oscuridad de Coventosa y hora y media después daban con ellos en la zona de Los Lagos.
«Estábamos avanzando ya hacia la salida cuando nos encontramos». «Nos preguntaron si estábamos bien, si habíamos sufrido algún accidente. Cuando vieron que todo estaba correcto, todo el mundo se relajó», cuenta Afonso. El viaje de regreso a la superficie fue menos tenso. Los deportistas portugueses accedieron a la boca de entrada a Coventosa por su propio pie y en ella se encontraron con una docena de medios regionales, nacionales e incluso lusos. «No sabíamos que esto había generado tanta expectación».
Más tranquilos, recobraron fuerzas después en Arredondo, donde se encontraron con los tres compañeros que compartían el viaje con ellos y que decidieron no entrar en la cueva, y otros tantos conocidos del club de montañismo 'Alto Relevo', que se acercaron al lugar para comprobar el estado de salud de sus amigos.
Ayer por la mañana emprendían el viaje de regreso a casa y en medio del trayecto Antonio Afonso relataba toda esta historia por teléfono: «Lo que tenemos claro es que este suceso no va a inquietarnos. No tenemos miedo ni hemos quedado traumatizados», zanja entre risas. «Es una suerte que Cantabria cuente con unos profesionales de la talla que tiene. Grandes rescatadores que están muy preparados. Da mucha seguridad adentrarse en la montaña existiendo ellos».
De ahí que ya estén en un futuro de regreso a Cantabria: «Lo que tenemos claro es que en pocos días volveremos a pensar en otra actividad en esta región porque es un lugar muy, pero que muy bonito. Aquí hay unas cuevas muy grandes y bellas. No lo podemos remediar, nos va a seguir atrayendo siempre». Y a través del teléfono la comunicación se entrecorta por culpa de la mala cobertura. Incomunicados continúan el viaje, ahora en superficie, como lo estuvieron durante todo el fin de semana en el interior de Coventosa.
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