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LA FAMILIA NUMEROSA DE SIEMPRE. Esteban Campelo, María Teresa de Jesús Martínez Uriarte y sus nueve hijos. El hecho de que todos los chavales estudien en el mismo colegio facilita bastante las cosas. Además, la madre es profesora allí. DM
Seis formas de entender una familia

Seis formas de entender una familia

Muchos modelos ·

La nueva ley de familias establece un amplio catálogo de categorías, hasta 16, y extiende a otras la protección que hoy se ofrece a las numerosas

José Ahumada

Santander

Martes, 20 de diciembre 2022, 07:12

La futura ley de familias, cuyo anteproyecto recibió ya el visto bueno del Consejo de Ministros esta misma semana, se articula en torno a cuatro pilares fundamentales: la ampliación de su protección social y el apoyo a la crianza; avanzar en la garantía del derecho a la conciliación; el pleno reconocimiento jurídico de los distintos tipos de familias, y el reconocimiento y protección de los derechos de los niños y adolescentes. Esto se traducirá, entre otros aspectos, en la equiparación de los derechos de las parejas de hecho a los de los matrimonios y la ampliación de los permisos para cuidados y las prestaciones, además de extender a otros modelos familiares la protección que hasta ahora se reservaba a las familias numerosas.

Según se indicaba en el borrador del anteproyecto de la nueva ley, «ya no existe la familia, sino las familias, en plural», y contempla hasta 16 modelos diferentes. La de Esteban Campelo y Teresa de Jesús Martínez Uriarte, con nueve hijos –cinco chicos y cuatro chicas– de edades comprendidas entre los 16 años y los quince meses, responde a la idea de familia numerosa de toda la vida, ahora englobada en una nueva categoría, la de 'familia con mayores necesidades de apoyo a la crianza'.

Monoparental

Javier Incera, con Pelayo y Vinicius. La nueva ley equipara sus derechos a los de una familia numerosa cuando un solo progenitor está a cargo de dos hijos

«No es tan complicado como parece, llevando a los chavales al mismo colegio –explica el padre–. Mi mujer tiene la suerte de trabajar de profesora en ese mismo centro, y yo trabajo en la Administración de Cantabria. Nuestro día a día también es sencillo: colegio, conservatorios, los mayores hacen deportes y el fin de semana lo pasamos en familia, porque entre semana, con tanta actividad, no coincidimos todos».

Esteban Campelo asegura que sacar adelante a su gran descendencia «tampoco cuesta tanto como lo pintan», aunque no reciban grandes ayudas: su Ayuntamiento –Santa Cruz de Bezana– ofrece bonificaciones en la factura del agua, como también las tienen con la luz y el IBI; su mujer recibe los cien euros mensuales como madre trabajadora y en la declaración de la renta hay deducciones por hijos.

Personas solas

Lorenzo Saiz. En algunos casos, la ley podrá ofrecer algunos de los beneficios que contempla para las familias a quienes viven solos, otra categoría nueva.

¿Qué se podría mejorar? «Posiblemente sería muy bueno que se ampliasen los permisos de maternidad: a veces, después del parto, si no hay una buena recuperación, las 16 semanas pasan pronto. Y las ayudas directas: siempre que las ha habido nos han ayudado mucho para la casa, la ropa, los gastos de los hijos... Y en al ámbito educativo, las aulas desde cero años, una cuestión que contempla la ley pero que no está desarrollada: facilitaría mucho la incorporación de la mujer al trabajo. Las de dos años se han implantado aquí hace ya tiempo y eso ayuda bastante a conciliar».

¿Qué habría que hacer para que la gente se animase a tener más hijos? Según Ruth de Uzquiano, ofrecer más ayudas y mejorar la asignatura pendiente de la conciliación. Ella y su marido, Eduardo Díaz Chico, tienen tres: Luana, Leonardo y Bruna. También forman una familia con mayores necesidades de apoyo a la crianza.

Familia inmigrante

Alejandro y Leia Suteu, con Filip y Paula. Después de trece años viviendo y trabajando aquí, un acuerdo con su país de origen, Rumanía, puede ayudarles a acceder a la nacionalidad española.

«En otros países, como Finlandia, Dinamarca o Alemania, si tienes tres hijos casi ni trabajas, pero son gobiernos diferentes y con mucho más dinero. No se trata solo de ampliar el permiso de maternidad y paternidad, porque lo que se necesita es una ayuda mantenida en el tiempo». «El Estado no te da nada, todo es pagar y pagar: asi, como ayudas importantes, tenemos el IBI y el bono social, y si compras una casa o un coche te reducen el IVA, pero eso no lo haces todos los días. Simplemente con que te bajaran los impuestos valdría».

Más ayudas

Aunque en casa de Marta Abascal y Jonatan Illera son solo cuatro –con Alba y Lucas–, la enfermedad que padece su hija –Síndrome de Pierpont, una patología ultrarrara que afecta a una persona entre un millón–, les permite disponer de las mismas ayudas que una familia numerosa. Pero no es suficiente cuando la chiquilla requiere, además de atención constante, materiales adaptados y terapia.

«No tengo quien me la cuide, y necesito cubrir todos los días que la niña no tiene cole», cuenta su madre. «He ajustado mis horas de trabajo con las de su jornada escolar, porque cuando no tiene clase no tengo con quien dejarla». En una situación así, con el día planificado al minuto, cualquier inconveniente se convierte en un problema, como tener que dar una vuelta de más para un trámite, o el simple retraso en la renovación de la tarjeta de discapacidad de la niña, de la que depende el resto de beneficios de que disponen, hasta la tarjeta de estacionamiento.

Mayor necesidad de apoyo a la crianza

Marta Abascal, Jonatan Illera y sus hijos, Alba y Lucas. Son una familia biparental, pero la enfermedad de su hija les permite acceder a más ayudas

«Una silla de coche para ella cuesta 3.000 euros; necesita también barreras para la cama, y tengo que encargarlas a medida... todo ese material adaptado cuesta mucho, y serían necesarias más ayudas, y también para sus terapias. Tengo que estar siempre mirando y moviéndome, a ver si tengo algún tipo de subvención, y hay que dedicarle tiempo: deberíamos disponer de toda esa información antes de necesitarla, y, por supuesto, que se facilitasen y agilizasen todos los trámites que tengamos que hacer».

Según el catálogo de familias de la nueva ley, la que componen Javier Incera y sus hijos adoptivos, Vinicius y Pelayo, correspondería al menos a dos de sus categorías: monoparental (con un solo progenitor), y también con mayores necesidades de apoyo a la crianza. Es posible que, debido al origen brasileño del mayor, pudiera incluirse también en el apartado de familia intercultural, por proceder de un entorno diferente. Salvo por la posibilidad de disfrutar de las ventajas de una familia numerosa, aún no está muy claro a qué da derecho la adscripción a las diferentes variedades.

Otra familia numerosa

Ruth de Uzquiano, Eduardo Díaz Chico y Luana, Leonardo y Bruna. Creen que ayudar a una familia no puede reducirse a alargar los permisos de maternidad y paternidad.

Incera, actual alcalde de Colindres, adoptó a Vinicius en 2018, cuando el chaval tenía nueve años. «La experiencia fue gratificante y cubrió las expectativas más allá de lo pensado». Tanto, que, dos años después, adoptó a Pelayo, de diez.

Aunque sigue igual de convencido y satisfecho con su decisión, sí admite que con los chicos en casa se multiplican las dificultades de la crianza, como en cualquier otra familia. «La mayor complicación tiene que ver sobre todo con la conciliación, el tiempo que tienes que dedicar a tu trabajo y cómo consigues que te permita dedicar la atención suficiente a tus hijos». Él se confiesa afortunado por tener un trabajo que le permite organizarse –«empiezo a trabajar cuando entran al instituto»–, aunque, como no puede comer con ellos, deba contar con la ayuda de los abuelos y con la opción del comedor escolar.

Sabe también que su situación económica le permite cubrir sus necesidades básicas sin apuros, pero los extras –el deporte, las clases particulares, etc.– le castigan el bolsillo como a cualquiera. «Las familias agradecemos cuando hay posibilidad de reducción de tasas o bonificaciones. No se trata de que la ley nos proporcione un distintivo que nos acredite como lo que ya somos, sino que cuelgue de ello una red de ayudas. Esa es la reivindicación más importante, entendiendo que soy un firme defensor de que todas las ayudas que reciba una familia siempre vayan aparejadas a la renta de la que dispone».

Inmigrantes

Alejandro y Leia Suteu, y sus hijos, Filip y Paula, corresponden al modelo de familia inmigrante, aunque puede que no por mucho tiempo: España y Rumanía, su país de origen, acaban de firmar un acuerdo para que accedan a la nacionalidad quienes lleven cotizados diez años y superen también un examen que pruebe su conocimiento de la lengua, la geografía y la historia. En su caso, por si les sube algún punto, es probable que quieran más a España que muchos españoles.

Ella cuenta cómo pelearon por salir adelante desde que llegaron, en 2007. «Empecé limpiando casas, y Alex trabajaba en una obra». Lo que fuera por no volver a su país, donde apenas podían vivir con lo que ganaban en jornadas de catorce horas. «Teníamos estudios y preparación, pero lo que ganábamos era una miseria Por eso estamos tan agradecidos a esta tierra y a la gente que nos ha acogido. Nosotros hemos puesto trabajo y honradez». Hoy, su marido está al frente de su propia empresa, Grupo de la Vega, especializada en trabajos de fontanería, mantenimiento de comunidades y muchos otros servicios, con cuatro empleados y una flota de camiones y furgonetas.

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«Para mí, sería fundamental la ayuda para la educación de los críos. Yo me puedo permitir pagarles clases de piano, el conservatorio, la gimnasia rítmica o la piscina, pero hay familias que no pueden. Quiero, de aquí a diez años, que mis hijos se hayan convertido en gente con capacidad de apoyar y ayudar a la sociedad española».

La ley de familias admite la posibilidad de que existan familias de una sola persona. Más exactamente, «se contempla una previsión según la cual las prestaciones y medidas derivadas de la presente ley podrán aplicarse también a las personas que vivan solas o en unidades de convivencia no familiares». Quizás pueda encajar ahí Lorenzo Saiz. Vecino de Cabárceno y trabajador del parque, visita cada día a su madre y atiende a los animales de la finca, así que solo va a su piso –una vivienda de protección oficial que le concedieron– a dormir. Tiene 46 años y una pareja que trabaja en Bilbao y a la que solo ve los fines de semana. «La vida es así –dice, resignado–: podría estar mejor, pero también podría estar peor».

No parece muy preocupado por si la ley lo considerará familia o si recibirá algo en tal supuesto. «A la gente necesitada hay que ayudarla, pero estoy en contra de que se den porque sí: eso fomenta que la gente no trabaje. Si vives solo, mientras no estés necesitado... todo el mundo está tirando de la teta de la vaca, pero lo que hay que pensar es que si la vaca no come, se muere».

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