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R. Ruiz
La semana explosiva del PP

La semana explosiva del PP

El nombramiento de Ruth Beitia como candidata y la ofensa de Génova a Sáenz de Buruaga activan las batallas internas

Enrique Munárriz

Santander

Domingo, 13 de enero 2019, 08:26

Cuenta la Biblia que Jacob compró la primogenitura de su hermano Esaú por un plato de lentejas. Quienes estos días recordaban en el PP aquel pasaje estaban muy lejos de comparar al hambriento cazador del Génesis con María José Sáenz de Buruaga, y a Ruth Beitia con su avispado hermano menor. Pero, sin duda, hablaban de la candidatura del PP a la Presidencia y de la crisis interna como el humeante guiso en torno al cual se había decidido, pasados los preceptivos siete años largos del Antiguo Testamento, la sucesión de Isaac, en una versión dirigida por Pablo Casado.

La atleta española más laureada de la historia, la política que más inadvertida ha pasado en el Parlamento cántabro –esta legislatura ha presentado once iniciativas: siete preguntas por escrito y cuatro orales–, el talismán del sector crítico, una de las dirigentes más beligerantes con la dirección del PP cántabro durante los dos años anteriores, ha saltado por encima de su jefa de filas cuando nadie lo veía venir –o al menos lo disimulaban bien– y se ha quedado con el puesto más codiciado, el de número uno, sin ni siquiera despeinarse. Ella –y con ella todo el sector crítico– se había declarado en sólo un mes vencedora de una batalla nunca declarada.

El 'sector dieguista', que apoyó a Ignacio Diego durante el Congreso Regional que perdió contra Sáenz de Buruaga por cuatro votos y que llevó el proceso a los tribunales, hacía tiempo que había enterrado el escudo de cazador y se había enfundado un mandil. Cuando ya esperaban su destierro de la primera línea política después de perder la batalla legal en la que acusaron a la 'cúpula' regional de amañar las votaciones, la moción de censura de Mariano Rajoy y la proclamación de Pablo Casado como líder nacional cambiaron su suerte. La historia ya estaba casi contada, pero el último capítulo le ha dado tintes de auténtico culebrón. El 'érase una vez' arrancó un día bien entrado el mes de noviembre cuando Génova encarga una encuesta a Gad3, y el gurú electoral del PP y hermano del exministro de Justicia con el Gobierno de Aznar, José María Michavila, incluyó en el cuestionario sobre la candidatura a María José Sáenz de Buruaga, Ruth Beitia, Diego Movellán y un cuarto candidato menos conocido, cuyo nombre no ha trascendido y que, a pesar de lo que apuntaron desde Génova, no era Juan Corro.

Día a día

Viernes, 5

Génova cita a Ruth Beitia y Santiago Recio sin avisar a la dirección regional para cerrar los flecos de su candidatura a falta de hablar con Cantabria.

Domingo, 7

El Diario adelanta la intención de Madrid de imponer a la atleta en la lista autonómica y estalla una ofensiva contra la dirección nacional.

Lunes, 8

Reunión complicada de los dirigentes cántabros con Javier Maroto y Teodoro García Egea. Se impone la medallista y Buruaga piensa dimitir.

Martes, 9

La Ejecutiva del PP da marcha atrás a las intenciones de la presidenta, que decide seguir, pelear hasta el final y mantener el control del partido.

Miércoles, 10

Las heridas vuelven a abrirse entre las dos almas del PP y empiezan a diseñar las nuevas estrategias para desalojar a sus adversarios.

Jueves, 11

PabloCasado acude a designar a Beitia como candidata a la Presidencia en un acto frío, con plante de algunos oficialistas y el regreso de los 'dieguistas'.

Viernes, 12

Ruth Beitia se estrena en una entrevista con Carlos Alsina con una polémica sobre la violencia de género que la convierte en la diana de todas las críticas.

Los datos que pusieron sobre la mesa es que la medallista olímpica tenía mayor aprobación y reconocimiento social –en este aspecto llega a igualar a Miguel Ángel Revilla– que la presidenta del PP regional. Semanas después, el resultado se repitió en la segunda oleada que hicieron, según fuentes conocedoras de todo el proceso. Los ecos de aquello y de lo que podía significar llegaron entonces a la calle Joaquín Costa, cuartel general de los populares cántabros, pero no les dieron ningún crédito. «¿Cómo va a ser? ¡Es imposible! ¡Si tiene un expediente disciplinario abierto!», debió de pensar más de uno para no prender la mecha de la alarma.

Javier Maroto, el secretario de Organización nacional e interlocutor principal de todo el proceso, humedeció entonces la pólvora para que no prendiese. Les recordó que eran sólo encuestas, como las que se venían haciendo por todas las comunidades autonomas, y que el PP cántabro tendría la última palabra. Un mensaje que tranquilizó tanto a la líder, María José Sáenz de Buruaga, como a su secretaria general, María José González Revuelta.

La amistad de Beitia con el secretario general, Teodoro García Egea, a la sazón mano derecha de Casado, era el principal aval de la medallista con Génova. Se conocieron en Murcia, donde la ya candidata a la Presidencia de Cantabria inició los estudios del Grado en Psicología. Fue él quien se empeñó el pasado septiembre en incluirla en la Ejecutiva nacional y nombrarla responsable de Deporte, a pesar de su enfrentamiento con el equipo de Buruaga. Su imagen y su palmarés deportivo eran un buen activo para unas siglas achicharradas por los escándalos de corrupción, los casos de los másteres y con las encuestas en caída libre.

Por entonces nadie se imaginaba ni que meterían a Beitia en las encuestas ni, mucho menos, que a mediados de diciembre, antes de Navidad, recibiría la llamada personal de Casado para ofrecerle la candidatura a espaldas de la presidenta. A ella le entró vértigo y reunió a su guardia pretoriana –Santiago Recio, Ignacio Diego, Luis Carlos Albalá y otros diputados con expediente abierto en el partido– para tantear el terreno. Quienes la conocen dicen que nunca tuvo «la ambición» de encabezar una lista, pero su familia y, sobre todo, sus compañeros de fatigas en el partido la animaron a hacerlo. La sentencia política de todos ellos estaba firmada para mayo y ese ofrecimiento era la tabla de salvación de algunos. Había que volver a salir al campo de batalla.

Todo se precipita

La llamada a Beitia precipita los acontecimientos posteriores. El runrún ya estaba circulando por los conciliábulos del PP en Madrid. Casado tiene previsto acudir el 26 de diciembre a presentar la candidatura. La incluye en su agenda. Buruaga intenta frenarlo. Le repiten que la decisión se hará de forma consensuada. Se deja pasar el Año Nuevo con maniobras de las facciones.

Génova cita el viernes, día 4, en secreto a Beitia y a Santiago Recio, su lugarteniente, y salen, según su entorno más cercano, con la candidatura cerrada. La dirección regional, que estaba convocada en Madrid para el lunes, se entera de refilón de la visita. El pánico se desata y saltan todas las alarmas. El Diario adelanta el nombre de la atleta y los afines a la presidenta popular montan una ofensiva por tierra, mar y aire para tratar de pararlo. Cargan en las redes contra ellos y algunos alcaldes amagan con irse.

La llamada de Casado a Beitia para ofrecerle el puesto se produjo antes de Navidad

Esta acción tensa aún más las relaciones con Egea y Maroto, que llegan al cónclave como elefante en cacharrería. La tensión se corta a cuchillo, es muy desagradable y el choque de trenes es constante. La mañana acaba a 'golpes'. No hay más opción que Beitia. Es sí o sí. A partir de ahí, a Buruaga le ofrecen «una salida digna»: el puesto que quiera en la lista autonómica, y autonomía para elaborarla, Congreso, Senado... Pero los cántabros van al todo o nada. La dimisión se pone encima de la mesa y Madrid no pone muchos reparos. Hay un parón para comer y, a la vuelta, los ánimos se van suavizando, pero la solución es la misma. Todo salta por los aires.

Ante la humillación sufrida, Sáenz de Buruaga, González Revuelta e Íñigo Fernández, que también acude, se vienen convencidos de dimitir al día siguiente y soltar amarras. Entregar el PP a sus enemigos. Pero la llamada de las bases, de los cargos y del propio Casado, volviendo a ofrecer garantías, frenan por el momento la renuncia. Su Ejecutiva en pleno, con la excepción de los tres senadores del bando rival, deciden pelear hasta el final.

La estrategia es refugiarse en el poder orgánico, como hizo Susana Díaz en Andalucía tras perder las primarias. El control del aparato les garantiza la confección de 101 listas municipales donde blindar a su gente e incluso dejar fuera a los críticos, que se quedan sin más poder que la lista autonómica y, en el mejor de los casos, la mitad. Incluso consiguió convencer durante algunas horas a los miembros de que iban a dimitir.

Sea como sea, el partido está de nuevo roto en dos e instalado en el caos. Las heridas que se habían ido restañando estos dos años se han abierto de golpe y supuran sangre y pus por los cuatro costados. Quedó patente el jueves durante la visita de Casado. Los 'dieguistas' resucitaron después de casi 24 meses sin pasar por Joaquín Costa para aplaudir a su Beitia, que contó para su discurso con la ayuda del equipo personal de Maroto, y gran parte del 'oficialismo' plantó al líder. Fue una presentación gélida. La presidenta y la candidata se rozaron lo justo para guardar las apariencias, aunque la procesión iba por dentro.

Génova ya incluyó a la atleta en las encuestas que elaboró en noviembre

Pero los grandilocuentes titulares de la prensa nacional con el palmarés de la olímpica duraron un suspiro. Su estreno con Alsina en Onda Cero el viernes fue un salto al vacío y sin red. Sus polémicas declaraciones sobre la violencia de género equiparando el maltrato animal al de las mujeres, que rectificó posteriormente en sus redes sociales, le costaron unas críticas furibundas, el escarnio en Twitter, donde se convirtió en tendencia, los reproches de la oposición nacional y la obligó a cancelar todas las peticiones de entrevistas de los medios de comunicación para los próximos días. Su metedura de pata permitió afilar el colmillo al sector de Buruaga. «Esto se veía venir. No está preparada. Ha conseguido otro récord: ni 24 horas en dar el 'show' a nivel nacional», decía un dirigente. Ni siquiera la dimisión en diferido del diputado Ildefondo Calderón, que iba a repetir como cabeza de lista en Torrelavega, contrarrestó el efecto mediático.

En todo caso, nadie duda en el PP de que han vuelto a la casilla de salida después de su traumático congreso regional. El 'dieguismo' ha vuelto a la sede con su mejor sonrisa para ver desfilar a sus enemigos por la puerta. A día de hoy, ninguna facción confía en que las dos almas puedan convivir mucho tiempo. El pulso por el control de la candidatura autonómica será el detonante de la próxima batalla. Beitia ha hecho jaque en su último movimiento de la partida de ajedrez, aunque Buruaga ha conseguido, de momento, escapar al mate. Pero el fantasma de la gestora liderada por Diego Movellán sobrevuela en el horizonte. En el próximo movimiento las dos quieren cobrarse aquel plato de lentejas.

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