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Conchi Pérez, Loli Lanza y Yolanda Martínez guardan cola a mediodía en el centro de salud de Sarón. Son trabajadoras del CEIP Santa María de Cayón, el colegio más grande de Cantabria, y están también a punto de convertirse en tres de las primeras ... profesionales del sector educativo en inmunizarse de covid. La convicción de que así se protegerán y protegerán a su entorno aplaca casi todas sus dudas y preguntas. «Es por ti, pero también es por la inmunidad de todos. Nos sentimos afortunados», resume Conchi, trabajadora de los servicios de comedor y transporte, recién vacunada, que sostiene en la mano el papel que certifica que ha recibido la primera dosis de AstraZeneca y que en mayo recibirá la segunda.
Como estas tres compañeras, otros profesionales del colegio se inmunizaron ayer en Sarón. Inauguran un proceso que llegará a 14.000 trabajadores de la educación cántabra de menos de 55 años –el límite de edad por ahora para esta vacuna–. «Era justo combinar la vacunación de los mayores de 80 años, tan necesaria, con colectivos como este, que pueden estar en riesgo», indica Pilar Gutiérrez, enfermera al frente de la inmunización en el centro de salud Pisueña-Cayón, a cuyas puertas se formaron breves corrillos de trabajadores con más ganas que temores.
«Tenía muchas ganas de venir porque quiero que, después de esta pandemia, consigamos tener una normalidad», dice Verónica Gómez, tutora de uno de los grupos del colegio de Infantil y Primaria Santa María de Cayón, que se vacunó convencida de que podrá sacudirse con ello algunos miedos: los que la rondan cuando quiere abrazar a su madre o a otros familiares de edad avanzada, y convencida también de que los docentes, los monitores, el personal de administración o de conserjería, en definitiva, los profesionales que soportan la enseñanza son esenciales en tanto que educan y ayudan a equilibrar las rutinas familiares. «Estamos en primera línea, como muchísimos otros profesionales. Creo que nos tocaba, sobre todo, por la conciliación familiar», reflexiona. Se notó el último trimestre del curso pasado, cuando el país se confinó en sus domicilios. El personal de los centros educativos se empleó a fondo en la educación a distancia, pero Gómez cree que la presencial es insustituible.
¿Ycómo transcurre este curso? Es un año «duro», pero quizá algo menos de lo esperado. Gómez enumera todo lo que ha implicado el plan de contingencia del centro educativo de Cayón, con más de 800 alumnos, amplias instalaciones, y, desde septiembre, con un protocolo de accesos y recreos escalonados, de gel, circuitos, concienciación y grupos burbuja. La incidencia en la mayoría de los centros ha sido baja, algo casi inimaginable en septiembre. «Algo estaremos haciendo bien», piensa la maestra.
Coinciden con ella sus compañeras Conchi Pérez, Loli Lanza y Yolanda Martínez. «En septiembre estábamos con más miedo», dice Loli, «pero van pasando los días, ves que todo fluye, y se te va quitando». Como monitoras de comedor, han cuidado de que los grupos burbuja no se mezclaran, de que guardaran la distancia y se lavaran las manos. Yolanda cree que todos han cumplido su parte del trato anticovid: «Tanto los niños como nosotras hemos cumplido; hemos sabido desde un principio el problema que nos atañe. Y los niños son muy listos».
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