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Cantabria ha administrado la primera dosis de la vacuna a la mitad de la población mayor de 80 años, pero aún tenía pendiente comenzar con la inmunización a domicilio –iniciada en otras comunidades–, destinada a aquellas personas dependientes inmovilizadas que no pueden salir de ... su hogar y acudir al centro de salud. Y ayer, por fin, se dio el primer paso. Sanidad puso a prueba un plan piloto para inmunizar a este sector de la población –perteneciente al grupo cuatro de la estrategia– con el suero de Pfizer. Un matiz no exento de miga, porque en tan sólo seis horas que dura estable la vacuna desde su extracción de la cadena de frío, los sanitarios deben cuadrar tiempos y recorridos para inyectársela a seis personas, el equivalente a las dosis que se pueden extraer de cada vial. Por eso el equipo que recorre a pie casa por casa –un médico y dos enfermeras– debe estudiar primero el itinerario más eficaz para cubrir al mayor número de personas en el menor lapso posible.
«Hoy –por ayer– hacemos una primera prueba con una campaña de vacunación que parte del centro de salud de Isabel II y otra desde la calle Vargas. El objetivo es ver cómo podemos implantar mejoras de cara al programa más amplio que se pondrá en marcha en unos días, cuando lleguen más dosis», explica Luis Mariano López, director de Enfermería de Atención Primaria.
El periplo comenzó en Isabel II a las 09.25 horas. Las enfermeras Bárbara Gutiérrez y María Guadalupe Giménez; la doctora Silvia Iglesias y una estudiante de Medicina (Leticia), acuden caminando al primero de los domicilios. Cargan con la maleta que guarda el vial, el frasco diminuto que porta el suero y que debe moverse lo menos posible. «Voy pensando en todo momento en eso. Somos especialmente cuidadosas», cuenta Bárbara, a sabiendas de que el compuesto es muy inestable y las vibraciones pueden echarlo a perder.
Tienen un recorrido ya estudiado, que comienza en la calle Calderón de la Barca y termina en el Pasaje de Peña, a poca distancia del centro de salud. «Hemos cuadrado edificios y calles para hacer seis vacunaciones de pacientes que no pueden moverse de casa. Eso es un trabajo previo importante», detalla María.
Llaman al timbre de un piso en el portal 13 de Calderón de la Barca. Allí vive Mercedes, de 86 años, una mujer encamada desde que sufrió un accidente de coche cuando tenía 58 años. En este domicilio reconstituyen la vacuna, una maniobra consistente en completar el vial con suero salino, algo que alarga la vida del compuesto hasta esas seis horas. Después le inyectan la dosis a esta persona y aguardan quince minutos.
«El tiempo reglamentario por si sufre alguna reacción», cuentan. Le explican a su hija, que ejerce de tutora legal de la anciana, que puede hincharse el brazo en el lugar donde ha sido pinchada;si eso sucede, lo mejor es aplicar frío. También puede aparecer algo de fiebre y de malestar pasadas unas horas; en ese caso lo mejor es tomar un paracetamol. «Ysi surge cualquier otra contraindicación, hay que llamar al 061», advierten las sanitarias.
Son las 10.20 horas cuando abandonan esa casa rumbo a la segunda parada, en la calle Cádiz, donde reside Josefa, que pese a sus 92 primaveras muestra una agilidad verbal envidiable. «¿Le ha dolido?», le preguntan, pero ella resta importancia al trance:«No duele y si dicen que hay que tirarse al río, habrá que tirarse. Esperemos que valga de algo», confiesa resignada. Cuando se ha acabado en esa vivienda son ya las 10.40 horas.
Para llegar a la siguiente casa no hace falta salir del edificio porque en otra planta viven dos hermanas, María Luisa y Ana María, de 95 y 93 años. Para ellas la vacunación es sólo una pequeña interrupción de la atención que le prestan a su programa favorito en la televisión. A las 11.00 ya están cumplidos también los quince minutos que hay que aguardar tras el pinchazo para comprobar que no haya reacciones adversas. «Sabemos que es gente que no es alérgica pero conviene esperar», resume la doctora.
Los ciudadanos por la calle miran con cierta extrañeza a la comitiva de sanitarias. Cargan con un desfibrilador y una combinación de medicamentos, desde corticoides a adrenalina, necesarios para salvar a alguien de un posible shock anafiláctico, entre otros posibles contratiempos. Así llegan al portal 4 de la calle Atilano Rodríguez, donde reside Fernando, de 91 años. El hombre no se mueve del sofá y recibe la vacuna mientras explica la técnica con la que ha pintado los magníficos cuadros que adornan las paredes de su salón. Y a pocos pasos de allí, en el Pasaje de Peña, finalizan la mañana a las 11.30 horas con la vacunación de Soledad, que con 96 años fue ayer la persona más mayor a la que le fue administrado el suero. «¿Cuándo me ponéis la segunda?», pregunta ella. «El miércoles 31», le responden, antes de poner rumbo al centro de salud. Son las doce del mediodía. Les han sobrado más de tres horas. Prueba superada. Ahora queda por extender la vacunación a domicilio en el resto de Cantabria.
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Violeta Santiago
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