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Aunque comenzase a llover de manera continua en lo que resta de abril y mayo fuese también lluvioso, Cantabria no se libraría de las consecuencias de la sequía que azota con fuerza al resto del España y que amenaza a la región. Los expertos ... consideran que ya hay daños «irreversibles», y que estos no solo afectarán a los agricultores y ganaderos, que son los primeros damnificados. «Ha llegado la última, pero es la tormenta perfecta para el alza de los precios tras la subida experimentada por la inflación y la guerra en Ucrania», afirma Domingo Rasilla, profesor titular del Departamento de Geografía, Urbanismo y Ordenación del Territorio de la Universidad de Cantabria (UC).
Lo primero que hay que hacer para entender el fenómeno al que se enfrentan la comunidad es entender lo que es una sequía. «Es que aquí, en Cantabria, no estamos acostumbrados culturalmente. Como mucho, sabemos lo que es sufrir pequeñas restricciones, como no poder regar las huertas o lavar los coches. Pero puede pasar que, a partir de ahora, nos tengamos que enfrentar a una nueva realidad», señala el profesor. Por tanto, lo primero es «admitir e interiorizar a lo que nos enfrentamos». A este experto de la Universidad de Cantabria, lo que está sucediendo ahora le recuerda mucho «a la sequía de 1989 y 1990». Aquella fue particular, pues sólo afectó a la Cornisa Cantábrica. Fueron diez meses en los que no llovió y la región estuvo en jaque.
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Ahora la situación es más complicada, pues la falta de precipitaciones es extensible prácticamente al resto del país. Sólo Galicia parece librarse. Esto traerá consecuencias inmediatas, pues los ganaderos y agricultores ya avisan de que hay daños «irreversibles».
Se incrementarán aún más los precios del arroz, la fruta y el aceite; alimentos que, por otro lado, ya han subido más de un 20% en solo un año. «Además, la economía de Cantabria también podría verse afectada, sobre todo tras la apuesta tan decidida por el turismo. Como falte el agua, puede que no haya para todos en esos núcleos que ven duplicada o triplicada su población en verano», señala Rasilla.
Domingo Rasilla
Profesor de la UC
Por tanto, todo invita a hacer un uso aún «más racional» y también a tener en cuenta «la mucha que desperdiciamos». En este sentido, las cifras del Instituto Nacional de Estadística son abrumadoras. El último estudio es de 2020. Ese año, la red de suministro de los 102 municipios desperdició 14.449 metros cúbicos, a los que el INE sumó otros 6.828 de pérdidas aparentes -21.277, en total-. Las numerosas fugas por el obsoleto estado de las tuberías son las responsables del despilfarro, sobre todo, en los grandes núcleos de población. Eso sí, los ayuntamientos han hecho un esfuerzo en los trabajos de mejora, pues dos años antes la cifra de agua desperdiciada fue de 26.079 metros cúbicos, un 18,4% más.
Hay otra circunstancia a tener en cuenta. «Normalmente, a las primaveras secas le suelen seguir veranos cálidos», explica el profesor. «Aquí hay que tener en cuenta a los incendios forestales que, aunque menos habituales en verano -no es la temporada alta, como ahora-, podrían verse beneficiados por la extrema sequedad del terreno», añade.
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