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«Los pobres no son solventes», le dijeron al profesor Muhammad Yunus en una sucursal bancaria ubicada en el campus donde impartía sus clases en la década de los setenta. Se había sentado ante el director para pedirle facilidades crediticias para los habitantes de las ... aldeas aledañas, muchos viviendo en condiciones de pobreza extremas. Con una pequeña cantidad, una persona podría romper barreras inmediatas, exponía el profesor bangladesí. Los pobres no son fiables, le dijeron a Yunus, y entonces él, doctor en Economía, creó su propio banco, el Grameen Bank, el 'banco de las aldeas' en bengalí. La entidad tiene hoy nueve millones de prestatarios que se benefician de microcréditos con condiciones favorables en cuanto intereses y retorno, y se ha expandido a otros países. Otras cincuenta empresas sociales han nacido de esa matriz. En 2006, el profesor y empresario fue reconocido con el Nobel de la Paz.
Yunus reaccionó a la desigualdad con la premisa de que la pobreza no es una situación merecida ni estanca; desde la convicción de que los ascensores sociales existen y se pueden tomar desde pisos muy bajos, y desde la certeza, este sábado insistió en ello en la UIMP, de que el ser humano es una especie de emprendedor natural «lleno de capacidad creativa ilimitada». Su experiencia en el Grameen Bank, en el que la tasa de reembolso sistemático de los préstamos alcanza el 98%, le ha convertido −quizá lo fue desde el principio− en alguien tremendamente optimista. Confía en que, en el futuro, se construya en su país un museo sobre la pobreza para enseñarle a los jóvenes qué significan el hambre, el vacío sanitario, la ausencia de educación, la falta de techo; cree que la 'pobreza cero' es posible en Bangladesh y en el resto del mundo.
Muhamad Yunus | Nobel de la Paz
Yunus fue investido doctor honoris causa por la UIMP en una ceremonia en la que la laudatio corrió a cargo de la profesora Ana Fernández Laviada para quien la doctrina del bangladesí fue un revulsivo. «Es un gran honor estar aquí, hoy, ante ustedes, para recibir este honor. Lo acepto en nombre de todas las mujeres con las que trabajo en Bangladesh», comenzó Yunus. Él arrancó su proyecto prestando pequeñas cantidades a mujeres −casi el 100% de las prestatarias del banco son hoy mujeres por ser también las más excluidas del sistema, tuteladas hasta el extremo, y en muchos casos, por maridos o padres− que precisaban uno o dos dólares para mantener su economía. «Esas pequeñas cantidades suponía muchísimo para cambiar sus vidas», expuso ayer. Las condiciones ventajosas del banco de Yunus les permitían escapar de «los tiburones prestamistas» que les cobraban altos intereses por los préstamos o que tomaban la propiedad de sus bienes. «Estas mujeres consiguieron algo que las transformó, transformó sus aldeas, el país, todo el mundo. Se dedicaron con dignidad y duro trabajo a crear su propia vida sin depender de la compasión de nadie, solo usando su talento y creatividad».
Yunus contó ayer que, desde que comenzó a impartir sus clases de economía, desde que recibió la respuesta de aquel director de sucursal, tuvo dudas cada vez más fuertes sobre el sentido del sistema económico y bancario, sobre el propósito de enseñar economía de forma lineal. «La economía nunca me enseñó nada sobre las personas. ¿Qué tipo de asignatura es esa que no te enseña nada sobre las personas?», se preguntó entonces. Teniendo en cuenta que 4.000 millones de personas son rechazadas como clientes de cualquier banco al uso, Yunus cree que hay que cambiar, precisamente, ese sistema capitalista y financiero. En un largo discurso, a caballo entre la motivación y la realidad hecha estadística, el profesor Yunus llamó a ayer no tanto a destruirlo sino a rediseñar el sistema. «Tenemos que usar la empresa social para abordar los temas del mundo. La economía no lo hace, no tiene nada de social», juzgó.
La rectora de la UIMP, María Luz Morán Calvo-Sotelo, coincidió con Yunus: «Se puede contribuir a crear sociedades mejores y más justas», se puede contribuir a que los «desheredados de la tierra puedan gozar de una vida digna». Yunus sigue creyendo en el poder de las microfinanzas y de una forma de economía que ponga a la persona en el centro. Si no fuera por los resultados de sus proyectos, quizá esta creencia resultase un tanto naíf. «Los seres humanos somos algo más grande que ganar dinero», expuso ayer, y esa aspiración por ganarlo «los convierte en un ser diminuto para que encaje en un trabajo».
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