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«Perdone, si no va a viajar, tiene que esperar fuera». Esta fue, casi seguro, la orden que más veces repitió esta tarde una de ... las trabajadoras del Seve Ballesteros en Santander. Cuestión de acostumbrarse a las nuevas normas. El aeropuerto ha recuperado la normalidad con la llegada del primer vuelo internacional procedente de Londres, pero lo ha hecho con la terminal vacía. Los 180 pasajeros que han desembarcado a las 14.45 horas han recibido el cariño de sus familias en la calle donde decenas de personas esperaban ansiosas el reencuentro. Algunas incluso se han acercado a la vaya para ver aterrizar el avión.
Y es que las medidas de seguridad son estrictas. En la capital inglesa, al embarcar, no tanto. Lo contaba Claudia que trabaja en Cambridge. «No nos han medido la temperatura, aquí al llegar, sí». En el Seve se han colocado cuatro cámaras termográficas por las que han pasado el total de viajeros que también deben completar un formulario con preguntas para saber dónde han estado, dónde se quedan en España, si han tenido síntomas compatibles con el coronavirus recientemente o su número de asiento en el avión, entre otras.
Eso los viajeros. Pero el aeropuerto también lucía diferente. Ya en las puertas giratorias un cartel recuerda la obligación de llevar mascarilla, indispensable para entrar. Aunque solo pueden cruzar la puerta aquellas personas que tengan tarjeta de embarque.
Las despedidas son ahora en la calle y no poco antes de acceder a los controles. Luego las pegatinas en el suelo marcan el camino para controlar los flujos de personas. Por supuesto también están señalizados los asientos que se pueden usar y los que no. Y la cafetería está cerrada. Además hay 65 puntos de dispensadores de gel hidroalcoholico en la instalación y hasta 77 papeleras especiales, con pedal para, por ejemplo, tirar mascarillas.
Unas medidas que buscan garantizar la seguridad de trabajadores y pasajeros y que, han coincidido los viajeros, no se existen en Londres. «Hay pocas medidas, la gente no entiende lo de las mascarillas...», señalaba Aurora al salir. Coincidía Alba, «no hay señales en el suelo para marcar las distancias», decía ya acompañada por su familia. Un reencuentro «emocionante». O al menos eso contaban las lágrimas en los ojos de su padre y de su hermana. Después de seis meses sin verse los abrazos fueron el primer gesto que cruzaron. Tampoco pudo evitar emocionarse María Ester y eso que «no soy muy llorona», decía apoyada en la valla mientras veía cómo aterrizaba el avión. Los reencuentros continuan esta tarde con otros tres vuelos internacionales provenientes de Bruselas, Dublín y Edimburgo.
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