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Después de casi dos años de pandemia, el coronavirus mantiene intacta, además de su capacidad de infectar, la de sorprender: si cada ola, y ya van cinco, ha permitido conocerlo un poco mejor, su comportamiento en esta última, la sexta, está desbordando todas las previsiones. Sin que nadie alcance a predecir cuándo llegará a su punto máximo, sigue batiendo todos los récords, mientras los responsables sanitarios aguantan la respiración a la espera de comprobar cuál será su efecto sobre el sistema asistencial, que de momento sigue siendo manejable, aunque esta fase de aceleración de infecciones encuentra ya un centenar de pacientes ingresados en los hospitales.
Los casos diarios están alcanzando cifras desconocidas en toda la pandemia, convirtiendo la curva de contagios en una línea casi vertical, con los 846 positivos del jueves como nuevo máximo. También la incidencia acumulada llega a cotas inéditas impulsada por la intensa circulación del virus: la tasa de 890 pulveriza todo registro previo. Hay otros números que refuerzan la sensación de encontrarse ante un escenario nuevo: las 4.000 pruebas diagnósticas diarias -entre las de antígenos y PCR- dan idea de la frenética actividad que se desarrolla en los equipos de rastreadores y en el laboratorio de Microbiología, que analiza las muestras. De la expansión de la enfermedad también hablan con claridad las 169 aulas de Infantil y Primaria confinadas el último día de clase, así como la incidencia que soporta la población más joven -980, entre los cántabros de 10 a 19 años, y de 732, en los de 0 a 9-. Un rápido cálculo arroja un saldo de más de 17.000 personas que deberán pasar las Navidades confinados, por estar contagiados o ser contactos cercanos de quienes lo están.
Incidencia a 14 días
Lo más preocupante de todo es que los expertos coinciden en advertir de que lo peor está por llegar; los contagios desbocados se están produciendo antes de que nuevos factores de riesgo entren en juego: la experiencia de las pasadas Navidades hace augurar una multiplicación de brotes a raíz de las celebraciones entre amigos y las reuniones familiares, con las burbujas de convivencia y la prudencia olvidadas hasta mejor ocasión. Queda también pendiente de comprobar cuál es el efecto de la variante Ómicron, todavía una incógnita, aunque sí se sabe que es terriblemente transmisible y que se convertirá en el virus dominante en cuestión de días.
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Y dicho todo esto, ¿qué sabemos de esta sexta ola? Pues, ahora mismo, que nunca se habían diagnosticado tantos contagios diarios, y que si en la quinta ola se contabilizó un total de 16.000 positivos, más que en cualquiera de las anteriores, esta, que ya acumula casi 8.000, va camino de superarlos.
Los contagios entre personas vacunadas, la proliferación de casos con síntomas leves y la menor proporción de ingresos hospitalarios son las características que distinguen a la sexta ola. No obstante, su comportamiento ha variado en la última semana: hasta diciembre, el aumento de positivos ha sido progresivo, pero se ha ido acelerando hasta el estallido de la última semana, como se advierte en la evolución de las tasas de incidencia. La acumulada a catorce días era, el día 1 de noviembre, de 42 casos por 100.000 habitantes; el 30 de ese mes había crecido hasta los 179. El 10 de diciembre ya alcanzaba los 335; el 15, subía hasta 419. Este pasado viernes, día 24, jornada de Nochebuena, fue de 890.
Incidencia a 7 días
Afortunadamente, la presión hospitalaria sigue siendo soportable a pesar del intenso acoso del coronavirus, aunque no se puede olvidar que el número de ingresados se ha duplicado en diciembre, y ya alcanza la centena, y en la UCI se ha multiplicado por tres.
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La gran incógnita es cuándo alcanzará su pico la sexta ola. La lógica indica que los contagios no empezarán a bajar hasta que desaparezcan las circunstancias que los favorecen, es decir, hasta que no terminen las fiestas, así que los 846 positivos diagnosticados el jueves pueden quedarse cortos ante lo que está por venir. Después, ya se sabe, tras un periodo de latencia, esos casos se traducirán en muchos más ingresos y, algunos de ellos, en fallecimientos.
¿Y Ómicron? Sería estupendo que el propio problema ofreciese la solución. Con la nueva mutación aún en estudio, ya se ha comprobado que es mucho más transmisible que las otras padecidas anteriormente, y de ahí que vaya a convertirse en la dominante en unos días. Pero algunas investigaciones sugieren que el porcentaje de hospitalización de los contagiados es mucho menor que con la variante Delta, la previa. Desgraciadamente, la 'benevolencia' de la enfermedad queda contrarrestada por el incremento de casos, que hace aparecer de nuevo en el horizonte el temor a un colapso hospitalario: una ocupación extraordinaria de camas puede afectar a la actividad de los centros y provocar la desatención a otras patologías, de forma que a la lista de muertes por covid se sumen las de estos otros enfermos.
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¿Puede ofrecer Europa una pista de lo que va a pasar? Alemania ha sido uno de los países más duramente golpeados por el covid en el último mes y llegó a soportar una incidencia a catorce días de 968 el pasado 3 de diciembre. A partir de ahí, ha caído de forma clara e ininterrumpida, y la tasa ya va por los 700, aunque el covid en retirada va dejando una negra estela tras de sí, con jornadas con más de medio millar de muertos.
Contagios
Lo que no admite dudas es que la reacción a este nuevo ataque del virus ha sido tardía: no se puede entender de otro modo que el presidente del Gobierno se reúna con los responsables autonómicos un par de días antes de Nochebuena para ver qué es lo que se va a hacer. En esta ocasión, la 'falsa sensación de seguridad', esa coletilla a la que tanto uso se ha dado durante la crisis sanitaria, proviene del propio Ministerio de Sanidad: a principios de mes, el Ejecutivo central se mostraba contrario a establecer restricciones ante la Navidad y mantenía que la vacunación y las mascarillas en espacios interiores bastaban para frenar el repunte de contagios. No solo eso: la propia ministra, Carolina Darias, defendía la excepcionalidad española frente al caos europeo -«Estamos en una cobertura vacunal muy diferente a la de otros países»-, y aseguraba que la vacuna protegía contra todas las variantes, incluida Ómicron.
Aulas confinadas
Tres semanas después, ese mismo Gobierno establece la obligatoriedad de usar tapabocas al aire libre; los contagios se desbocan en el país, demostrando que lo que ocurría antes en Europa era lo que estaba por venir, y, en cuanto a la eficacia de las vacunas ante Ómicron, las últimas investigaciones revelan que ofrecen una protección del 30% contra la infección sintomática en las personas con la pauta completa de Moderna o Pfizer, frente al 87% que confieren ante la variante Delta.
El uso de mascarilla en exteriores se antoja un remedio insuficiente ante la avalancha de positivos. Cantabria se ha apresurado a acelerar su actualización del semáforo covid para reactivar su catálogo de medidas sanitarias, que volverán a afectar al sector de la hostelería y sin duda completarán de nuevo su habitual ronda por los tribunales a la espera de que los jueces den su visto bueno.
Lo cierto es que ni siquiera dentro del propio Gobierno regional hay un criterio uniforme sobre lo que se debe hacer. Así como la Consejería que dirige Miguel Rodríguez trata de que prevalezcan los criterios sanitarios y se muestra favorable a las limitaciones, el presidente cántabro, Miguel Ángel Revilla, cree que esa etapa ya se ha superado y aboga por medidas más suaves, que no dañen la economía y tampoco solivianten al gremio de los bares y restaurantes.
Cuarentenas
Hospitalizaciones: 100. Los ingresos se han duplicado en diciembre.
Ingresos en la UCI: 20 son los pacientes críticos atendidos en Cuidados Intensivos.
Vacunados: 83,2% es el porcentaje de población con la pauta completa.
PCR realizados: 819.137 hechos en Cantabria desde que arrancó la pandemia.
Coste PCR: 20 euros es el coste aproximado para el sistema sanitario de cada prueba realizada.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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