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Rafa Torre Poo
Santander
Domingo, 7 de marzo 2021, 07:49
Fue una mujer adelantada a su época. María Teresa Saiz Sáez nació en 1938 en el barrio de Monte, en Santander. Su padre era Guardia Civil, por lo que el cuartel que había allí por entonces fue su primer hogar. Después se desplazaría con la ... familia hasta el de la calle Alta. Comenzó a trabajar desde muy joven, lo que le permitió con el tiempo edificar su independencia. Su primer empleo fue en una notaría, con tan sólo 14 años. Lo aprendió prácticamente todo en lo que se refiere a los números. Un conocimiento administrativo que impulsó su crecimiento laboral. El banco Banesto fue su siguiente destino. Allí forjó su carrera. No abandonó la entidad hasta que se jubiló.
En un primer momento, su puesto estuvo en la sede que se encontraba en la calle Alta. Era la central contable desde donde se administraban varias provincias. «Se le daban muy bien los números. Es algo en lo que siempre nos ayudó, cada vez que a alguno de nosotros nos surgía alguna duda con el papeleo», explica Alfredo Medina Saiz, uno de sus trece sobrinos. Sin embargo, María Teresa nunca estuvo de cara al público, ella se encargaba de tareas contables. «Nos hablaba mucho de la época en que las cuentas se llevaban sin que hubiera ordenadores, con sistemas mucho más antiguos como eran las tarjetas taladradas», añade. Pero la sede no continuó ahí mucho tiempo. «En la época de Mario Conde se desmontó y se trasladó a Madrid. Nuestra tía se desplazó también y colaboró en la modernización de las nuevas oficinas administrativas. Luego regresó a Santander, donde siguió en el banco hasta que se jubiló», relata su familiar.
María Teresa no se casó y vivió con sus padres hasta que fallecieron. Después, permaneció en el mismo domicilio. «Era muy agradable y simpática, siempre estuvo muy pendiente de la familia», subraya Alfredo. Su madre, que era dos años más joven, ha sentido mucho su pérdida. «Tenían mucha relación y estaban muy unidas, así que su muerte le ha afectado mucho», explica. Lo que sí cultivó fueron numerosas aficiones. Fue una persona muy viajera. Cada año emprendía una nueva aventura. «Gracias a esta pasión conoció todas las capitales europeas, Hawai, Alaska y un buen número de sitios del planeta», explica Alfredo. «Nos hablaba mucho de un viaje que hizo en coche hasta Italia con sus amigas. Recorrieron todo el país, de arriba abajo», añade. En sus 82 años tejió una importante red de amistades. Loli y Justina permanecieron junto a ella hasta sus últimos días.
María Teresa también fue una amante de las excursiones y el montañismo, aficiones a las que, también en compañía de amistades, le dedicó gran parte de su tiempo libre. Mucho lo invirtió en sus sobrinos y sobrinos nietos. «El recuerdo que tengo de ella es que siempre nos llevaba a algún sitio. Por ejemplo, en una ocasión, a mí y a varios de mis hermanos, a ver la película de Tom Sawyer al Cine Coliseum», cuenta Alfredo.
La música clásica fue otra de sus grandes aficiones, primero en la Plaza Porticada, donde solía acudir asiduamente, y después en el Palacio de Festivales. «De esa época recuerdo cuando nos invitó a varios primos a ver la película Amadeus, sobre la vida de Mozart», añade. También, la lectura. Devoraba novelas.
María Teresa falleció el pasado 1 de febrero, a los 82 años de edad. Se encontraba en Santa Clotilde, donde había ingresado por otra afección. Sin embargo, murió de covid debido a un brote.
«Al principio estaba contenta porque se sentía muy bien atendida. Pero la pandemia fue haciendo mella en ella. El régimen de visitas, cada vez más estricto, le afectó muchísimo», explica su familia. «Fue una mujer muy especial, a la que siempre recordaremos con cariño por todo lo que hizo por nosotros», concluye Alfredo.
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