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Benjamín Álvarez saca una foto de la cartera. El color sepia y el borde lobulado revelan que es antigua. Tiene al menos seis décadas y ningún doblez. Se nota que Benjamín ha guardado con mimo esta fotografía en la que él y un compañero posan ... uniformados y con gesto risueño. Están en La Granja y son los años 60. «Lo pasamos bien aquí», evoca el hombre con cierta timidez en una de las explanadas del centro educativo, este miércoles, llena de vecinos, autoridades, docentes y alumnos reunidos para celebrar el 70 aniversario del emblemático Instituto de Educación de Secundaria además de Centro Integrado de Formación Profesional.
Benjamín Álvarez estudió en La Granja entre 1961 y 1963. Se formó como Capataz en Mecánica Agrícola, una de las titulaciones con las que comenzó su andadura este centro emplazado en Heras (Medio Cudeyo) y dedicado originalmente a la capacitación de ganaderos y agricultores. Inaugurado en 1952, el instituto ocupa hoy unos terrenos que pasan de las 80 hectáreas y la amplitud de la parcela, las nuevas edificaciones y los vacíos que han dejado aquellas que ya no están en pie sorprenden a Benjamín, de 88 años, en esta ventosa mañana de noviembre. Está todo «muy cambiado», les comenta a David Merino y Joaquín Llata, y ambos asienten.
Ellos también fueron alumnos en Heras allá por la década de los 70 y se formaron igualmente como capataces. Los recuerdos les llegan a los tres en cascada: la vida y los madrugones como internos -los estudiantes llegaban a Heras de diferentes provincias españolas y se alojaban en el recinto-; el pozo que David ayudó a construir donde hoy se extiende el aparcamiento del centro; aquel toro -«¡era entonces el más grande de Cantabria!»- que algún que otro susto dio al personal... Nombres, situaciones y fechas que construyen la memoria de La Granja.
«Me vienen recuerdos emocionantes, felices», evoca Joaquín, que, de hecho, vivió su infancia y juventud en La Granja. Señala el lugar donde se alzaba hace años la casita familiar, ahora ocupado por un puñado de árboles. Sus hermanas, Mercedes y Rosa, han traído al centro varias fotografías antiguas que, como la de Benjamín, encierran recuerdos valiosos.
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«El año que estuve aquí lo pasamos de cine. Y también trabajé como un condenado», rememora David Merino, cuya atípica vida profesional le llevó, después de Heras, de la Legión a Libia, pasando por San Sebastián y los mares de medio mundo. La formación que adquirió en La Granja le permitió arreglar su propia maquinaria sin apenas recurrir a terceros.
«Teníamos muchas prácticas», conviene Álvarez, que recuerda cómo pasaron horas y horas desarmando y reparando cosechadoras, tractores, empacadoras... todo tipo de maquinaria agrícola. Aquel aprendizaje «fue un desarrollo muy grande, tremendo» para los profesionales del país.
Joaquín, Benjamín y David acudieron este miércoles como invitados al acto que inauguró las celebraciones por el 70 aniversario del centro, que incluyen talleres, exhibiciones, una exposición fotográfica, catas de productos cántabros o comidas y encuentros de hermandad. A este acto institucional asistieron, además, los consejeros Marina Lombó y Guillermo Blanco; María Higuera, alcaldesa de Medio Cudeyo; representantes de empresas y juntas vecinales, así como un nutrido grupo de profesores y estudiantes. José Carlos Micó, director del Centro Integrado de FP, y Sara Fernández, al frente del área de Secundaria, les agradecieron a todos su contribución al progreso de La Granja.
En la ceremonia se repasó la historia del centro, desde su creación adscrita, en tiempos de la dictadura franquista, al Sindicato Vertical Colonización, hasta su futuro más próximo, marcado por la ampliación de la oferta educativa y de las instalaciones, según el compromiso de la Consejería de Educación. Las obras en el Centro Integrado culminarán «en unas semanas», indicó Lombó, que celebró que la reciente implantación del ciclo superior de Gestión Forestal y del Medio Natural ayude a completar las enseñanzas que se imparten en Heras, ligadas en buena parte a los ámbitos ganadero, agropecuario y agroecológico.
Entre el público, Álvarez, Llata y Merino siguieron atentamente las intervenciones y, con toda probabilidad, las enriquecieron con sus propios recuerdos.
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