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Álvaro Machín
Santander
Domingo, 6 de diciembre 2020, 07:43
Pocas horas después de que se conocieran las normas y de que los políticos lanzaran sus discursos en torno a la Navidad, en la cuenta de Twitter del Servicio de Urgencias de Valdecilla publicaron un mensaje: «Estamos confundiendo a la gente. Cenas de 6, ... 10, allegados... Olvidadlo todo. Estas navidades deben ser distintas, sólo con los que vives. El único sitio donde nos mezclaremos es este. Por favor, sentido común y responsabilidad». Iba acompañado de una imagen de los sanitarios forrados con sus equipos de protección y atendiendo a pacientes en los boxes. Viniendo de quien viene, no hay mejor resumen. Los expertos –los que han visto más de cerca el sufrimiento ajeno– tienen claro que las fiestas suponen un riesgo evidente. Piden prudencia. «Ir más allá» de cumplir la norma o de que se controle su cumplimiento. «Sólo con las normas no va a valer». Eso lo dice un miembro del Comité Ético de Valdecilla. Porque la ética juega un papel crucial este mes.
Por eso entre los tres expertos consultados está Alejandro González-Castro. Es intensivista, pero además es miembro de ese Comité. Una forma de abordar las decisiones que las familias deben tomar este mes. Otra, la de Jesús Mozota, especialista de Medicina Preventiva en Mompía y coordinador Covid en esa clínica (con una larga trayectoria a sus espaldas). La suya es «la de los que miran mucho el bicho por el microscopio». Y queda la tercera, la de la gestión sanitaria, en este caso con la directora general de Salud Pública, Paloma Navas. La que hace días pidió «que la cena de Navidad no se convierta en unos Reyes en la UCI».
Navas, para contextualizar, destaca de entrada el «impacto psicológico» de la pandemia y también de las normas. «La fatiga pandémica» después de tantos meses. El desgaste. Y en un periodo que «moviliza muchas emociones», como es la Navidad, esa mezcla de «fatiga y carga emotiva» hará de las fiestas «un momento delicado». Además, reconoce, a estas fiestas llegamos «con menos fuerza» que al principio, que a otras fiestas que se cayeron como las Fallas valencianas o la Semana Santa. «Lo que veo complicado de esta Navidad es que se da después de diez meses de cierres, toques de queda, ver fallecidos, secuelas... El agotamiento, la desesperanza o los bulos pueden invitar a tirar la toalla». Habla de «planificar cómo afrontar psicológicamente las próximas semanas». «Me parece adecuado compartir sosegadamente con la familia qué alternativas hay». Y expone casos concretos. Si hay personas vulnerables que están solas, unos abuelos, por ejemplo, «que sólo vaya una parte de la familia –una unidad familiar– y que sean siempre esos mismos en todas las fiestas». A ellos les indica, además, la necesidad de aislarse, de no estar con otras personas sin mascarilla «desde diez días antes de la reunión con esos abuelos». También, en las celebraciones, la idea de usar «mesas distintas» en el momento en el que en las reuniones hay que quitarse la mascarilla (para comer). «La familia que viene en una y los abuelos, en otra». Y añade otra alternativa, que es la suya. «Nosotros vamos a posponer la cena de Nochebuena. Lo hemos hablado con los cuñados, con toda la familia y fue la abuela la que lo dijo, que el año que viene tiene muchos días. Lo dijo y todos asentimos». Harán –explica– videollamadas para las uvas y los momentos clave de estas fechas.
Jesús Mozota | coordinador covid mompía
Pero hay una segunda parte en su discurso. La que tiene más que ver con su cargo. Recuerda que las normas se han aprobado por consenso con las comunidades, pero que la realidad de cada una es diferente. Y aquí habla de Cantabria. «Vamos a seguir lo que pasa en el puente. Los datos están mejorando, pero la presión en la UCI, por ejemplo, sigue siendo alta. El punto de partida con el que llegamos no es bueno. Es preocupante, y si se produce un crecimiento exagerado con las fiestas, las medidas tendrían que ser después más intensas. No podríamos mantener mucha actividad abierta». Recuerda –y suena a aviso– los cierres totales de hostelería o comercio en comunidades «de nuestro entorno». «Lo ideal es pasar las fiestas de manera prudente para poder seguir con la mayor actividad».
En el contexto que dibuja Jesús Mozota recuerda que todavía no se sabe cuál fue la mutación que provocó todo, que es difícil acertar con decisiones, que hoy en día el medio de expandir los virus está en los aviones (no por su interior, por conectar el mundo) y que con el coronavirus «las cosas funcionan por explosiones». Con personas o colectivos que hacen de «multiplicadores» –básicamente, gente mayor o sanitarios, primero, «que lo pagaron con su vida» y jóvenes, después, sin patología, pero multiplicadores–. «Ha habido pequeñas mutaciones, pero se mantiene más o menos estable. Es bueno para el futuro y para las vacunas. Esperanzador», dice para llegar a este momento.
paloma navas | directora general de salud pública
¿Y la Navidad? «Sin duda es un elemento propicio para una tercera ola. Habrá concentraciones de gente. Muchas personas que se junten en unidades familiares y en la calle. Y esa proximidad social puede multiplicar la extensión. Debemos ser tremendamente restrictivos». El experto considera «muy abierto» lo de «los allegados». «Yo tengo muchos». E insiste: «Desinfección de manos permanente, mascarilla –y cuanto más filtrante, mejor– y distancia social». «Vemos los contagios que nos llegan. Fiestas o reuniones que en el momento de comer se quitan las mascarillas. ¿Vas a estar bebiendo champán con la mascarilla? ¿O cenando con tu hijo que ha venido de fuera y al que no ves en todo el año?». Difícil. «Tenemos que sacrificarnos. Además está la expectativa inmediata de la vacuna, lo único que ha solucionado las pandemias –es crítico con los movimientos antivacunas–. Eso nos tiene que ayudar a hacer el último esfuerzo. Estoy convencido de que el año que viene lo tenemos solucionado».
¿Y qué hacer? ¿Cenas? Que «lo ideal es que no las haya», que «diez es demasiado» y que puede ser bueno «intentar saber si el segmento de personas que va a asistir no son portadores». O sea, que una prueba PCR –«la más segura»– o una de antígenos «pueden ayudar». Y, desde luego, ventilación, separaciones, «que haya una persona responsable que obligue a todos a no quitarse la mascarilla...». «Esas cosas ayudan, pero no evitan. Son fechas clave y dependerá de la responsabilidad de la gente».
También Alejandro González-Castro describe un contexto antes de responder qué debe hacerse para evitar otra ola. Parte del concepto de «la experiencia de lo imposible». «Esto es algo que no nos había ocurrido, y tampoco se había previsto ni imaginado. En la Navidad pasada nadie hubiera podido llegar a pensar que se iba a 'suspender' esta Navidad». El experto explica que, al hacer cada uno su plan de futuro, «en ningún momento te planteas retroceder o pararte». «Pero en esta experiencia de lo imposible actual, en lugar de asumir esa lección, hacemos predicciones postpandemia y planes de futuro, aunque no sepamos cómo va a ser».
Alejandro González-Castro | Comité de Ética de Valdecilla
En segundo lugar, dice que, «como sociedad e individuos, desde un marco ético, estamos obligados a aprender a convivir con una cantidad de incertidumbres en nuestro proyecto de vida durante la pandemia. Aprendemos a vivir con ello para reconocer que somos frágiles».
Partiendo de estas premisas, y aunque no le guste la expresión, reconoce que «la Navidad es una bomba de relojería en cuanto a la movilidad, los encuentros sociales y las concentraciones masivas». «Facilita que nos relajemos». Y mientras se habla de normas, recuerda que «no bastan». «Hablamos de unas normas dictadas de urgencia, que seguramente debían estar dotadas de más transparencia o de mayores explicaciones. Pero debemos tener claro que de esta pandemia no nos sacará la técnica, que las normas no bastan».
Apela al «sentido del deber». Porque «resulta imprescindible sopesar nuestras acciones». Es «exigible» actuar reconociendo «nuestra vulnerabilidad» porque eso se traducirá «en acciones lo más prudentes posibles». «Con las normas o con los avances técnicos sólo en la mano no vamos a salir de esta». Y enumera tres pilares: prudencia, compromiso y generosidad en el esfuerzo. «Si estos valores se hubieran cultivado desde principio del año en mayor grado, la respuesta hubiese sido más satisfactoria. Nos hubiéramos ahorrado sufrimiento y problemas».
«La ética del deber es imprescindible, pero se queda corta. Debemos ser generosos en el esfuerzo y ponernos en la situación de lo que supone una nueva ola para todos, para nuestras familias y la sociedad. Esa ética del deber es básica, pero hay que ir más allá». Sin que sea permanentemente necesario que nos digan qué debemos hacer y cómo. «Porque somos maduros y mayores como para que ciertas cosas nos las tengan que explicar».
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