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Según ella, no fue nada planificado: se levantó por la mañana, preparó el desayuno a su hija y la dejó en el autobús para ir al colegio. Después, volvió a casa, se metió en la cama, cogió todas las pastillas que encontró y se las ... tomó. «Solo pensaba: 'quiero dormir y no despertar'».
Cuatro años después, P. I. ha podido empezar a hablar de su intento de suicidio y de cómo llegó hasta ese punto: la hipoteca, las dificultades económicas, el estrés del trabajo... el mundo se le venía encima y ni siquiera en casa encontraba sosiego. «Al final, es un cúmulo de cosas. Te metes en un pozo en el que miras a cualquier lado y lo ves todo negro».
46personas se suicidaron en la región en 2020, el último año del que hay datos
82ingresos psiquiátricos de jóvenes se registraron en 2021. En 2019 fueron 49
Los casos recientes de suicidios y tentativas de los que ha dado cuenta este periódico han vuelto a poner de actualidad una cuestión que, lejos de constituir una serie de hechos aislados, es un verdadero problema de salud pública, teniendo además presente que, posiblemente, las cifras oficiales no reflejen con fidelidad la dimensión del drama. Según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística, correspondientes a 2020, 46 personas se quitaron la vida en la región, diez más que el año anterior. Diariamente, el servicio de Urgencias de Valdecilla atiende al menos a dos personas con conducta suicida. Entre los jóvenes, esta situación es igualmente preocupante: los ingresos psiquiátricos se han multiplicado por tres después de la pandemia, muchos de ellos relacionados con autolesiones.
Pese a este alarmante escenario, Jesús Artal, jefe de Psiquiatría de Valdecilla, es prudentemente optimista. «Se habla mucho de que los suicidios están aumentando, pero hay que decir claramente que, hasta la pandemia, se estaba registrando una tendencia a la baja. En 2014 la Organización Mundial de la Salud (OMS) presentó un informe que reflejaba unas cifras alarmantes, definía el suicidio como un grave problema de salud pública global e instaba a gobiernos e instituciones a poner en marcha estrategias y programas de prevención». Pese a la tibia respuesta a este llamamiento, la tasa de suicidios experimentó un drástico descenso, desde los 14 por 100.000 del año 2000 a los 9 por 100.000 de antes del covid.
Según Artal, esto demuestra que las campañas funcionan, aunque recuerda que en España «nunca se ha hecho algo que se pueda denominar así». «Con la pandemia ha habido un incremento de conductas suicidas muy importante. Ahora mismo hay instalada en la sociedad una idea demasiado negativa y catastrofista de que los suicidios están creciendo y no sabemos cómo pararlos. Y la verdad es que sí sabemos cómo hacerlo, porque las estrategias de prevención, aun siendo muy tímidas, funcionan, y funcionarían mejor si fueran más intensivas. Yo pongo de ejemplo las campañas de prevención de accidentes de tráfico: en este momento, las gráficas de las muertes por esta causa y por suicidio se han cruzado, y en 2020, el año de la pandemia, las muertes por suicidio casi triplicaban a las de accidentes».
El profundo efecto de la pandemia tiene varias causas: el confinamiento contribuyó a que pacientes con patologías más graves recibieran menos atención, lo que se ha traducido en un empeoramiento; también las circunstancias sociales y económicas han influido en el aumento de problemas de estrés, ansiedad y depresión. Y esto aboca a un incremento de las listas de espera y las urgencias. «Todavía tenemos cifras malas, y quizás nos cueste un poco de tiempo volver a la senda de disminución a nivel mundial de suicidios», admite Artal, quien reclama campañas y planes de prevención, con medidas educativas y de información para detectar y frenar de forma más temprana los problemas y, a la vez, mejorar la atención en el ámbito de la Sanidad, algo que ya se recoge en el nuevo Plan de Salud Mental de Cantabria, potenciando programas clínicos de intervención como el denominado CARS (Programa de Alta Resolución para el Manejo de la Conducta Suicida y Prevención del Suicidio), que en Santander ha logrado reducir a la mitad el número de hospitalizaciones.
Jesús Artal
Jefe de Psiquiatría en Valdecilla
Beatriz Payá
Coord. de Psiquiatría Infantil
Soledad Arrarte
Directora técnica de Ascasam
Beatriz Payá, coordinadora de Psiquiatría Infantil en Valdecilla, también habla de la necesidad de prevenir. «Es preciso un plan nacional de prevención del suicidio. Hay que actuar antes de que aparezcan los trastornos mentales, y para eso es fundamental que haya una educación emocional desde el colegio, en los niveles de Primaria». «A día de hoy, el suicidio es ya la primera causa de muerte por causas externas en los jóvenes entre 15 y 29 años, igualando a los accidentes de tráfico. Las cifras de suicidio se han incrementado en los últimos años, y con la pandemia se han disparado las asistencias en Urgencias por tentativas autolíticas: aunque no se trata de suicidios consumados suponen un factor de riesgo y hay que estar muy al tanto».
«Desde la pandemia observamos un incremento de ingresos, muchos por esta causa, que triplican las cifras de lo acostumbrado a atender en el ámbito hospitalario (de 49 en 2019 se pasó a 82 en 2021). Estamos tres veces por encima de las cifras prepandemia y vemos un incremento claro de todas las urgencias infantojuveniles».
Han crecido también las derivaciones desde Pediatría, un hecho que puede deberse tanto a ese mayor número de casos como a una creciente concienciación social. «Con la pandemia se han incrementado los trastornos de ansiedad y afectivos, pero quizás ahora, con la visibilidad que se está dando a la salud mental, hay más concienciación de las familias, y esta avalancha de derivaciones puede deberse también a que los padres y profesionales son más conscientes de que a esas edades hay trastornos y hay más demanda de petición de ayuda. Ahora entendemos que, lo mismo que un niño puede tener un catarro, se puede deprimir o puede sufrir ansiedad o un trastorno mental».
La red de apoyos a las personas con este tipo de problemas y a sus familias excede el ámbito de la salud pública, y cuenta con organizaciones como Ascasam (Asociación Cántabra Pro Salud Mental) que, además de defender sus derechos, ofrece servicios y programas que favorecen la recuperación de los pacientes y su reinserción social.
Su directora técnica, Soledad Arrarte, también cree que el aumento de casos visibles responde a que el suicidio y los problemas de salud mental van dejando de ser un tabú. «Venimos de un momento en que ni se hablaba de ello; antes, ni siquiera se enterraba a los suicidas junto a las demás personas. Se ha ido ocultando este tipo de situaciones hasta ahora, que ya podemos hablar de ello, aunque nos queda mucho. No es que estemos peor, es que somos más conscientes de la importancia de la salud mental y somos capaces de hablar de ello, de que nos sentimos solos o culpables o de que hay gente angustiada, y antes no se hacía. Eso da más facilidad para acudir a Urgencias por sentir agotamiento o estrés, y antes no pasaba. En el sistema público y privado se están generando herramientas para atender mejor, y por eso se evidencian más los casos, pero el problema siempre ha estado ahí».
«Cuando una persona viene a intervención es importante hablar de que tiene esa idea de suicidarse para ver cómo podemos agarrarla a la vida. Hay que escuchar y normalizar que tiene un pensamiento suicida. Necesita sentir apoyo, ser escuchada, no sentirse cuestionada».
Poder hablar, esa fue una de las claves de la recuperación de P. I., la protagonista del caso con que arrancaba esta información. Después de que la encontrase su marido, afortunadamente a tiempo, de que una ambulancia la trasladase al hospital, donde le practicaron rápidamente un lavado de estómago, y de que se recuperase, fue incluida en el programa CARS. Allí se sintió escuchada y también entendió que con la depresión su cabeza funcionaba de otra manera, y era necesario bajar las revoluciones para poder pensar tranquilamente las cosas.
Hoy, da todo eso por superado, a pesar de que le sigue costando llegar a fin de mes y de que le toca seguir aguantando en el trabajo, como antes. «La situación es la misma, pero la veo con otra perspectiva: he cambiado yo más que la situación». Le queda, eso sí, el temor a volver a sentirse tan mal, aunque ahora ya sabe cómo enfrentarse a ello. «Me da miedo volver a estar como estuve; cuando me encuentro mal o tengo una racha de agobio me da miedo recaer, tener esos pensamientos. Pero yo ya veo cuándo empiezo a estar mal, y tengo los apoyos: personas de referencia a las que puedo hablar y contarles. Sé pedir ayuda. He aprendido a pedir ayuda».
Jesús Artal - Jefe de Psiquiatría en Valdecilla
Cuando la idea del suicidio surge, lo que hay que hacer es pedir ayuda inmediatamente. Existe una línea de teléfono que atiende a las personas con pensamientos, ideaciones o riesgo de conducta suicida, y también a sus familiares y allegados, en el número 024, aunque los profesionales que atienden las llamadas, además de tratar de frenar ese impulso, recomendarán que se contacte con los servicio sanitarios.
Es preciso que el paciente sea evaluado lo más rápidamente posible por un médico especialista de Psiquiatría en los servicios de Urgencias: en Cantabria, el único servicio de 24 horas de este tipo se encuentra en el Hospital Valdecilla, aunque está prevista su extensión a otros puntos de la región.
«Evaluar al paciente es urgente –explica Jesús Artal, jefe de Psiquiatría en Valdecilla–; eso no quiere decir que haya que ingresarlo necesariamente». Actualmente, el porcentaje de hospitalizaciones por conductas y tentativas suicidas no llega al 30%.
En todo caso, lo conveniente es solicitar ayuda antes –«el teléfono de atención está bien, pero está ya casi en la antesala del intento de suicidio»–. Ahí es donde Artal echa en falta planes de prevención más ambiciosos. «Hay que hacer campañas de otro tipo con medidas preventivas, educativas, de información a la población, de redes de apoyo social y de mejora de detección de problemas, sobre todo en ciertos grupos de población: personas con determinados tramos de edad, que sufren patologías... una prevención indicada, que se dirige específicamente a un grupo de gente».
También se pretende ampliar el programa de atención al suicidio que ofrece Valdecilla a las demás áreas de salud de la región, con la previsión de ponerlo en marcha en un futuro próximo en Torrelavega. El éxito del programa clínico de intervención CARS, que ha recibido numerosos reconocimientos médicos por su eficacia, se basa en la rapidez de respuesta: el paciente de Urgencias entra a formar parte de él al día siguiente y evita en buena medida el ingreso, facilitando su manejo de forma ambulatoria. CARS ha demostrado también su efecto sobre la recurrencia de la conducta suicida, un 20% frente al 35% del circuito convencional.
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